CARTAGENA. La pandemia ha vuelto a revelar las fragilidades de nuestro mercado laboral. No tanto en cuanto a la principal variable a tener en cuenta, parados y empleados, sino en cuanto a un tipo de trabajador que, pese a que debería ser cuidado con mimo por las administraciones, tienen a menudo más dificultades de las necesarias. Es el emprendedor una figura siempre elogiada por parte de las autoridades políticas, pero con muchas dificultades para poner en marcha las ideas empresariales que le surgen. Según el informe GEM (Global Entrepreneurship Monitor), en 2020, la población emprendedora de la Región se redujo un 28% respecto a 2019, y corta una tendencia ascendente desde 2016. La actividad emprendedora regional se sitúa en el 3,7%, mientras que la media del conjunto de España es del 5,2%. Este descenso, según el citado informe, se explica a partir de la evolución de la economía regional, lastrada a consecuencia de la pandemia y las medidas tomadas para contenerla.
Respecto al perfil del emprendedor medio de la Región (naciente y nuevo) tiene en 2020 una media de 40,3 años, ligeramente inferior a la registrada en 2019 (42 años) y a la del conjunto de España (42 años). Se aprecia además una mejora en el nivel educativo de los emprendedores, ya que más de la mitad (el 54,3%) tiene estudios universitarios y de postgrado, que aumenta un 10% esta mejora cualitativa respecto a 2019. Por el contrario, casi un 40% afirman no tener nociones empresariales para emprender. Un dato que lejos de mejorar, empeora, ya que en 2019 era el 32,6% respecto al 37,8% actual.
Otro de los aspectos importantes a la hora de emprender es el miedo a fracasar. Un aspecto que, respecto a culturas como la norteamericana, se ve como un lastre más que como una virtud. En otras culturas empresariales está bien visto aquello de intentarlo, aunque el resultado no sea el esperado. Sin embargo, en España se ve como un déficit. Un contexto que explicaría que el 67% de la población regional sea reacia a emprender por el miedo a fracasar, casi diez puntos superiores al conjunto de España. Un aspecto que, tanto la Región como el conjunto del país, evidencia la diferencia ante nuestros socios europeos en lo relativo a valores y percepciones para emprender (existe una diferencia de casi 30% puntos inferior en el miedo a emprender en el resto de Europa).
Por último, cabe señalar la confirmación de la tendencia hacia la terciarización de los emprendedores de la Región. Sin embargo, y pese a contar con centros universitarios como la UPCT y de formación como el CEEIC o CEEIM, la transferencia de I+D no aparece entre los factores de apoyo para los emprendedores regionales. El talento emprendedor sigue sin ser atendido en la Región.