MURCIA. El pintor blanqueño Pedro Cano participa en la exposición Favoloso Calvino: Il mondo come opera d’arte, que acogerá las Escuderías del Quirinal de Roma a partir de este viernes con motivo del centenario del nacimiento del escritor Italo Calvino (1923–1985). Comisariada por Mario Barenghi, se trata de una ocasión única para conocer la estrecha relación de Calvino con las artes, gracias a la participación de instituciones públicas y privadas nacionales e internacionales, y de numerosos artistas y coleccionistas. Un recorrido visual por la imaginación de Calvino a través de pinturas, esculturas, dibujos, ilustraciones de decenas de artistas desde el Renacimiento hasta nuestros días.
La exposición reúne más de cuatrocientos préstamos, entre los que destacan las dieciséis acuarelas sobre papel realizadas entre 1995 y 1998 por Pedro Cano, que se mostrarán en esta exposición como muestra del homenaje a la obra de un autor que ha inspirado a muchos escritores, filósofos y artistas.
Diomira, Isidora, Dorotea, Tamara, Maurilia, Fedora, Zenobia, Zobeida, Armilla Sofronia, Eutropia, Ersilia, Bersabea, Leonia, Tecla y Andria, acuarelas creadas por Pedro Cano de las páginas de Las ciudades invisibles de Italo Calvino se dan cita en esta exposición, junto a otras magníficas creaciones realizadas por otros artistas que homenajean su obra, en las Scuderie del Quirinale hasta febrero de 2024.
Esta exposición coincide con la que el pintor de Blanca está llevando a cabo en el Centro Cultural Casa de Vacas, situado en el madrileño parque de El Retiro, bajo el título de Siete, con un gran éxito de público que está superando todas las expectativas.
A raíz de la muestra, el artista de Blanca cuenta cómo descubrió Las ciudades invisibles de Italo Calvino:
"Una tarde de marzo de 1984 conocí a Italo Calvino. Yo inauguraba aquella noche una exposición en la galería Giulia de Roma. Como ocurre normalmente cuando uno tiene delante a alguien muy especial, no encontraba palabras para transmitirle mi alegría. Hablamos mezclando italiano y español. Poco después me marché a Nueva York y al año siguiente Italo Calvino moría en el mes de septiembre.
La viuda de Calvino adquirió algunas piezas fruto de mis cinco años americanos y me regaló un ejemplar de la primera edición de Las ciudades invisibles, sugiriéndome leerlo con atención e intentar extraer material para mi pintura. Debo admitir que la enorme riqueza de este libro me creó en principio grandes problemas, pues me era difícil concretar una imagen en todo el caleidoscopio que cada uno de los lugares descritos me provocaba.
He llevado durante años conmigo este pequeño libro en mis viajes y empecé a hacer en los espacios vacíos apuntes que poco a poco me situaran en esta geografía de lugares inéditos, pero que tanto me recordaban a otros lugares por los que había viajado y que había intentado capturar en mis cuadernos. Decidí hacer de toda aquella maraña de signos algo más concreto y empezó a delinearse la idea que recogí en este trabajo: una especie de cuaderno, donde la imagen viene sugerida a través de la palabra de Italo Calvino.
Recorrer de mano de Calvino estos lugares y darles color y forma ha sido una de las aventuras más intensas de mi vida; usé paisajes y atmósferas, objetos y luces que vienen de la memoria de mi pintura y de mis experiencias personales. Utilicé cincuenta y cinco hojas de papel hechas a mano y como única fuente de color, la acuarela.
Estaré eternamente agradecido a Chichita Calvino por haber puesto en mis manos Las ciudades, que ha sido el puerto de partida para este viaje inolvidable".