MOLA SER PROFE / OPINIÓN

Oye, ¿cómo va eso de hacerse profesor?

10/07/2020 - 

Los caminos en los que uno encuentra la vocación son, por lo menos, curiosos.

Allá por septiembre de 2001, me disponía a empezar la universidad sin saber, pobre de mí, la que se me venía encima. Había estado trabajando unos meses de verano en un restaurante chino de Cartagena (y sin mascarilla: en aquella década éramos unos locuelos) y ya había llegado el momento de afrontar mis estudios de Ingeniería.

Uno de esos días de finales del verano, sonó el teléfono en casa y, por azares del destino me pilló allí. Era mi profesor de filosofía de COU que, haciendo uso de las fichas de alumnos me llamaba para hacerme una proposición que iba a marcar el resto de mi vida. No entraré ahora a valorar si está bien utilizar estos elementos para ponerse en contacto con los alumnos, pero permítame la expresión “eran otros tiempos”.

La proposición era sencilla: si quería, por sacar un dinero, darle clase de matemáticas a su sobrino.

En el Instituto siempre se me habían dado bien las matemáticas, pero nunca me había planteado, como tal, dar clase. Son cosas que a los casi dieciocho años no te planteas.

Pero empecé. Y empecé con el ánimo de reaprender muchas de las cosas que, se supone, sabía. Ni que decir tiene que, a lo largo de mi carrera me vino genial dar matemáticas y física y química a los adolescentes. Necesitaba un nivel de base bueno para dar clase y eso repercutía en mi carrera. Pero eso es otra historia.

Al final, la vida te pone en el camino y yo no tenía los enchufes varios para trabajar de ingeniero. Y menos mal, porque mi vocación no estaba ahí. Así que me tuve que remangar y seguir dando clases particulares hasta que un día me decidí por la docencia. Y ahí vino la segunda carrera, el máster de investigación, la Tesis y el Máster de Formación del Profesorado. Necesitaba un buen currículo para que me llamaran de concertados. Conocía la experiencia de no tener enchufe y sólo podía ofrecer una carta de presentación incuestionable.

Vinieron congresos, aguantar cosas de mi director de Tesis que a nadie se las deseo… En definitiva, mucho trabajo sin reconocer. Mucha inversión.

Pero como estoy escribiendo un cuento de verano, debe tener un final feliz. Al menos moderadamente. Y eso pasó: comencé a trabajar en concertados y luego en la pública. Después llegó la Universidad y aquí estoy, en una segunda Tesis en Educación esta vez. Para seguir mejorando como profesor.

Por su puesto hay que contar que, además de todo el trabajo de formación, hay que crear apuntes para los alumnos, corregir exámenes, hacerse a la política del centro donde trabajas, lidiar con algo llamado padres que saben tanto de educación como de las tácticas que debe seguir el seleccionador nacional de futbol… y las oposiciones, pero eso es otra historia que merece un artículo (o varios) a parte.

Así que cuando el otro día me vino un conocido por la calle (manteniendo la distancia, claro, que ahora no somos tan locuelos) a decirme que quería tener más tiempo con sus hijos y me soltó “oye, ¿cómo va eso de hacerse profesor?”, se pueden imaginar ustedes la descomposición estomacal que se me quedó.

La situación que hemos vivido este año como sociedad no nos ha cambiado. No se emocione, que de aquellos arcoíris estos lodos. Mientras sigamos desprestigiando los servicios y las profesiones que nos rodean, sean estas las que sean, poco vamos a avanzar. Para ser un profesional en cualquier campo, para poder adaptar (como hemos hecho todos) nuestro trabajo a la “nueva normalidad”, hace falta tiempo. Y muchas ganas. Y formación. Y aguante. Qué le voy a contar que usted no sepa de su profesión.

Francisco Mateo es doctor en Ingeniería y doctorando en Ciencias Sociales y de la Educación. Profesor universitario y de Formación Profesional.

@molaserprofe / www.molaserprofe.com