MURCIA. Echando la vista atrás, mis mejores momentos vividos como melómano adolescente fueron siempre en situaciones inesperadas. No controladas. No pendientes del qué dirán. Al inicio de los 90, descubrí montones de grupos y estilos, propuestas mainstream, otras rompedoras, escenas underground adictivas, de todo... pero las epifanías me llegaron con lo no programado. Me estremecí de la cabeza a los pies cuando escuché Triana por primera vez, una cinta de casete que me grabó el vendedor de frutos secos de la galería de alimentación de mi barrio. En otra ocasión, escuchando Disco Cross tranquilamente, grabando las canciones que iba poniendo Mariano García, porque no tenía dinero ni amigos con mis gustos para obtener música de otra forma, sonaron unos españoles que no eran metal y desde el primer segundo me engancharon: unos tales Extremoduro. Todo esto siendo fan del metal en sus expresiones más crudas.
En esta época, dentro de estas sorpresas no previstas, también me entraron por las orejas sin oposición Los Rodríguez. El clip de Sin documentos en Los 40 Principales me encantó desde la primera escucha. Estaba completamente metalizado, con mis Slayer y Kreator en esos años, pero le tuve que pedir por favor a un compañero del equipo de fútbol que me grabase ese disco. Poco después, entre las pocas cosas que tenía en la estantería que no eran metal extremo, estaba esa cinta.
Dos décadas después, entrevisté a Calamaro en La Latina, cerca de su casa. Fue posiblemente la edición más larga de una entrevista que jamás haya realizado. Llevó años ponerse de acuerdo con él para publicarla. En sus palabras había poco triunfalismo con aquel disco. En realidad, Los Rodríguez no pegaron el pelotazo que luego dio él en solitario. Se quejó de que el rock había desaparecido de las críticas de discos de los periódicos, las televisiones y las radios. Además, ellos eran "demasiado viejos y demasiado yonquis para cualquier compañía de discos". Eso les decían. Más jóvenes, podían haber dado el pego que dieron Tequila en su día, aunque su extraordinario primer disco quedó eclipsado por la vertiente teen idol o fenómeno fans. Un "pop rock juvenil prefabricado" tuvo más oportunidades, me dijo Calamaro, que su grupo, o Héroes del Silencio, que era el único combo local del que se veían camisetas (habría que añadir Los Suaves).