MURCIA. Martin Tupper trabaja en una editorial de novelas románticas. Su profesión no le acaba de llenar del todo. Su jefe lo ‘destrata’ y su secretaria lo ningunea. Martin se ha divorciado de su esposa e intenta rehacer su vida amorosa. El problema no es que sea un tipo algo torpón en temas sentimentales. El problema es que sigue enamorado de la que, hasta ahora, ha sido su mujer. Pero ese asunto no tiene marcha atrás. Judit está saliendo con un señor al que podríamos denominar el hombre perfecto. Martin, además, tiene un hijo adolescente con el que se lleva bastante bien, aunque, a veces, le ponga en los típicos bretes en los que los hijos ponen a los padres. Pero nada de esto sería especialmente destacable si no fuera por el hecho de que Martin Tupper tiene un mundo interior hecho de recuerdos y referencias de la televisión en blanco y negro. Por eso se relaciona con el mundo real usando detalles y escenas de viejas películas y series. Y ese rico imaginario es el que le confiere a su personaje y a la serie que protagoniza el toque especial que la hizo triunfar.
Tupper es un baby boomer, cuya infancia y adolescencia se desarrollaron en paralelo al nacimiento de la televisión. Cuando piensa, cuando reacciona, cuando sueña, le vienen a la mente diálogos, canciones, situaciones que ha visto en la pequeña pantalla. Eso hizo de Sigue soñando una serie distinta y divertidísima, cuyo planteamiento —intercalar la acción dramática con viejas imágenes— ha sido utilizado en diferentes programas de radio y televisión, desde su estreno en HBO en 1990. Los espectadores se reían con las ocurrentes conexiones que Martin elaboraba entre la realidad y su archivo televisivo, y se podían sentir identificados con aquel tipo que modulaba sus ideas y sentimientos a través de imágenes preexistentes visualizadas ante el televisor. Esta idea nació cuando John Landis empezó a darle vueltas a cómo podría usar horas y horas de metrajes en blanco y negro de los estudios Universal a los que tenía acceso. Fue una pareja de guionistas que empezaba a despuntar en Broadway, Marta Kauffman y David Crane, la que aportó la idea que dio forma a una innovadora comedia de situación.