"No hay camino para la paz, la paz es el camino", dijo el líder espiritual indio Mahatma Gandhi en el siglo pasado. Sin embargo, ese camino aparece hoy día sembrado de muerte por las guerras que asolan el planeta, dejando miles de cadáveres, desplazados, huérfanos, personas sin hogar, y hambre y desolación por todas partes. Además de la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, de la que se acaban de cumplir seis meses y que acumula miles de muertos, y de la invasión rusa de Ucrania, que ya lleva dos largos años, en este momento se viven conflictos armados a gran escala en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria. Países que nos suenan tan lejanos y que nos importan, en el fondo, tan poco -y perdonen la franqueza-, que apenas les prestamos atención durante unos segundos en los telediarios. Y hasta cambiamos de canal para que no perturben nuestra cena con sus miserias.
Probablemente el hecho de haber estado paseando por las calles de la ciudad vieja de Jerusalén hace tan solo cuatro años -que parecen cuatro décadas, a juzgar por las imágenes que vienen de allá-, y de haber vivido el buen ambiente que se respiraba en sus calles por aquel entonces, hace que se me encoja del todo el corazón con el tema de la guerra de Israel. De hecho, es un lugar bellísimo y un crisol de culturas, monumental, que respira historia en cada centímetro, al que tenía y sigo teniendo la ilusión de llevar a mi madre y mis hijos. Ella dice que ya no podremos ir, yo espero que esté equivocada, pero es cierto que por pronto que termine el conflicto pasará mucho tiempo hasta que la normalidad vuelva a sus calles y las terribles heridas causadas por la guerra se restañen.
Hace unos días el ejército de Israel atacó a los fieles palestinos que se encontraban en el recinto de la mezquita de Al-Aqsa de la Jerusalén ocupada, durante las oraciones del último viernes de Ramadán. Aquí ya no se respeta nada, ni que la gente esté rezando, aunque sea una de las actividades más pacíficas que pueda realizar una persona. Se está atentando de manera indiscriminada contra la población civil, con una crueldad bestial. La Organización de Cooperación Islámica (OCI) consideró que las restricciones y los ataques contra palestinos musulmanes constituyen violaciones de los derechos humanos por parte de la fuerza ocupante israelí. Lo suscribo.