Región

La enfermedad 'aire de muerto' y el caso de la duquesa murciana que la padeció

Crónicas de una Región misteriosa

Cementerio de los Remedios, en Cartagena

Cementerio del Rosario, en La Unión

Cementerio del Rosario, en La Unión

Cementerio del Rosario, en La Unión

 

MURCIA. Desde hace más de trescientos años existe una leyenda en toda la Región que tiene sus raíces en la América Precolombina y que se basa en la creencia de que el alma de los seres vivos pueden viajar de un cuerpo a otro tras la muerte biológica de uno de ellos. Más concretamente es en México, país con el que España tuvo una destacada relación comercial tras el descubrimiento de América, en donde hemos podido localizar actualmente referencias a esta leyenda convertida en enfermedad en ciudades como Michoacán, Milpa Alta, Veracruz o el mismo Distrito Federal. A la Región de Murcia entra muy posiblemente desde las zonas costeras como Águilas, Mazarrón, Cartagena, La Manga y San Pedro del Pinatar, debido a los contactos tan frecuentes a través de los que no solo entraban productos y género, sino también influencias religiosas y culturales. Véase como ejemplo la Cripta de los Esqueletos Danzantes de la antigua Ermita de San José en Cartagena, única por su iconografía y que data de los siglos XVI y XVII.

Modificada la leyenda en varios de sus aspectos a lo largo de la historia, se considera que se trata de una enfermedad grave que paraliza a quien la sufre entrando en un estado clínico muy similar al vegetativo, respirando, pero sin reaccionar a su entorno, ni comer o beber.

En la actualidad podemos localizar esta enfermedad con varios nombres que aluden al mismo tipo de origen: naranwësh wesnwrrear o wis nearrar (sustantivo indígena), Espanto de Muerto, Aire de Muerto o Cáncer de Muerto. Todos estos apelativos hacen mención al contacto directo con el alma de un difunto, aunque para una definición más exacta hemos consultado el Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana en donde vemos los términos relacionados a un  "tipo de susto o envenenamiento causado por el encuentro -momento en el que entra en nuestro cuerpo- con el espíritu o fantasma de una persona fallecida".

En la Región de Murcia, al menos en las zonas rurales y algunas ciudades del Sureste de España se ha conocido esta enfermedad con el nombre de 'aire de difunto', con algunas diferencias claras respecto a la tradición mexicana, las cuales podemos resumirlas en la propia manifestación de los síntomas que antes hemos mencionado, dejando a un lado las náuseas, el ardor o el enrojecimiento de algunas partes del cuerpo y manifestándose como la entrada a un estado próximo a la catalepsia.

Es cierto que en algunos casos existen similitudes entorno  al necrosamiento de tejidos corporales, dada la proximidad temporal respecto al contacto con un difunto. En pedanías de la ciudad de Cartagena como La Palma o La Aparecida localizamos alguna crónica relacionada con los monjes antonianos, quienes tenían que ser llamados en los siglo XVI y XVII para erradicar con el denominado 'Fuego de San Antonio' este mal. Con hierro candente se cortaba y se cauterizaba la zona necrosada del cuerpo, tras lo cual se le ofrecía a algún santo un exvoto con la forma de la parte de la anatomía humana que había sido 'sanada'/cortada. A pesar de que este método de sanación empezó a relacionarse con la ingesta del hongo del centeno, a mediados del siglo XVI era común verlo asociado también al aire de difunto.

Cómo se contrae la enfermedad

Cementerio del Rosario, en La Unión
  • Cementerio del Rosario, en La Unión -

Respecto a las causas del contagio no hay lugar a dudas: el estar en contacto directo con algún muerto o en la misma sala, el respirar el mismo aire o compartir unos instantes cerca de algún cuerpo sin vida era motivo más que suficiente para entrar en contacto con el alma del difunto, la cual, según la tradición, entraría al cuerpo con vida por medio de las heridas u orificios corporales como por ejemplo la nariz o la boca, de donde se creía, además, que el alma se desprendía del cuerpo.

La creencia popular continuaba afirmando que, al entrar en contacto el alma del difunto con el alma del cuerpo que estaba invadiendo se producía un choque de energías en el interior del individuo, lo cual daba como resultado que el cuerpo reaccionase entrando en colapso: no reaccionando a los estímulos, sin comunicarse, sin moverse, sin alimentarse y con unas fiebres muy altas, dolores profundos de cabeza, náuseas y cansancio, entre otros. La virulencia de estos síntomas daban como resultado que los enfermos murieran a la semana o a los diez días a lo sumo.

A lo largo del siglo XIX hemos localizado varios casos relacionados con el aire de difunto en los hospitales de ciudades como Murcia (Hospital Virgen de la Arrixaca Vieja), Cartagena (Hospital de Marina), Lorca (Hospital San Juan de Dios) o Caravaca (Hospital de la Concepción). Sobre todo en los primeros treinta años de este siglo. Los diagnósticos eran conocidos como pacientes a los que les habían dado un “mal aire”. Documentados más de cien casos a lo largo de este tiempo nos centramos en el de la Duquesa de San Mamés, originaria de la pedanía murciana de Avilés, que llega a Lorca en 1812 contagiada con esta enfermedad, pues los síntomas coincidían y hacía pocos días que había estado en contacto con el cuerpo sin vida de un amigo suyo. El caso lo hemos podido documentar gracias al Archivo Municipal de Lorca, Legajo 368, en las juntas del 7 de agosto de 1812. Es ingresada en el Hospital de San Juan de Dios pero no reacciona a ningún tratamiento, en principio.

Ante el temor de que este mal acabara con su vida  se le practica el rito para acabar con esta enfermedad, un rito que era muy potente desde el punto de vista simbólico y que mantiene algunas diferencias respecto a la tradición española, la cual la hemos rastreado en otras regiones como Galicia, pero esto formará parte de otra aventura. Como decimos la tradición en nuestro país nos indica que el enfermo debe ser portado en brazos por un hombre y una mujer, los cuales no se han de conocer ni tampoco ser familiares de la persona “infectada”, hacia un ciprés. Cuando estaban ante este árbol el enfermo es apoyado sobre el tronco y la mujer ha de marcar su silueta sobre el mismo con una navaja u objeto punzante, dejando un importante surco de al menos un dedo pulgar a lo largo de todo el recorrido.

Una vez realizado esto entra en juego el hombre. Con su mano derecha apoyada sobre el pecho pronunciaba una oración en la que se invoca a la divinidad para que ésta sacara el “alma sobrante” de ese cuerpo y la enviara al inframundo, al otro lado, al lugar al que pertenece una vez que su vida biológica ha llegado a su fin.

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