MURCIA. Seguro que en muchas ocasiones has escuchado aquella frase de que cuando hay algún fallecimiento en una familia a los pocos días hay un nacimiento, ya sea en el mismo núcleo o afines. Un hecho que siempre podremos relacionarlo con la simple casualidad pero que encierra, en algunos momentos, una gran causalidad. Se dice desde tiempos inmemoriales que para que un alma llegue a nuestro mundo primero otra debe partir de él, con el objetivo de no romper el eterno ciclo de la vida. Esto lo encontramos en una familia de Murcia allá por el año 1908, cuya hija nació a los 22 días de la muerte de su hijo. Por desgracia, ambos hermanos mueren con muy pocos años de edad.
Sobre esta familia recae una de esas leyendas en las que los animales son los protagonistas. Nos ubicamos a principios del siglo XX en el seno de la familia Alfaro Cadenas, quienes fueron agraciados con el nacimiento de un niño, Emilio Alfaro Portero, el 26 de agosto de 1901. Desde que era bebé, sus padres y familiares observaban que le gustaba señalar a la nada y interactuaba con algún ser que sólo el pequeño podía ver. En ocasiones, incluso señalaba donde estaba ese ente en la habitación con sus familiares. Estas visiones no le desaparecen cuando va haciéndose más grande y a los siete años les decía a sus padres que tenía un perro de mascota, como amigo fiel, amigo que solamente veía e interactuaba con él.
Un día del mes de enero de 1908 le empieza a decir sus padres que su perrito, al que llamaba lobo por su pelaje, estaba muy contento porque le decía que iba a tener una hermanita. Sus padres le decían que no debía de decir mentiras o dios lo castigaría. Lo que les vino a las pocas semanas nadie se lo podía explicar, pues la mujer se había quedado embarazada. Desde el momento en el que Emilio es consciente de esto se dedicó a cuidar de su madre y hablaba con su perro y le decía que se acercara a darle besos al vientre de su madre. Tal vez por sugestión, esta mujer llamada Emilia, notaba como si el animal lamiera su barriga, aunque no quería comentar nada con su esposo y asentía a su hijo. Sólo compartía esas sensaciones con su hermana Elisa, quien le decía que debía escuchar a su pequeño y compartir esas cosas con su marido, porque no era normal y lo achacaba a algo sobrenatural que no pertenece a este mundo y que debían ponerle solución, llamar a un sacerdote o algo. Decía que esa clarividencia del niño venía de Jesucristo. Pero, a pesar de estas advertencias, no le comentó nada a nadie más.
A principios del mes de junio de 1908 nuestro pequeño protagonista habla que su “lobo” está muy triste porque había llegado el momento de despedirse de él. Y Emilio no quería dejar de estar con él, que quería irse donde el animal se fuera. Sus padres no le hacen caso y le vuelven a advertir que como volviese a decir tonterías lo castigarían. También les decía que su hermanita también quería estar con él y con el perro. La cuestión es que el día 11 de junio de 1908 el pequeño Emilio Alfaro Portero fallece de forma súbita, pues no estaba enfermo ni padecía ninguna dolencia, siendo sus últimas palabras "veinte y dos". Esos fueron precisamente los días que pasaron desde la muerte de este niño y el nacimiento de su hermana el 3 de agosto de 1908, falleciendo esta a los 5 años de edad el 18 de julio de 1911.
*Santi García es responsable de Rutas Misteriosas y autor de los libro 'Murcia, Región Sobrenatural' y 'Cartagena Sobrenatural'