En la Redacción de Las Provincias un compañero acaba de recibir una carta de manos del bedel. La abre; es una carta manuscrita, larga, redactada a dos caras. Va firmada por José María Ruiz-Mateos, marqués de Olivara. El empresario gaditano se deshace en elogios hacia el periodista por un artículo sobre su persona y empresas. El tono es cariñoso. No recuerdo si además de la carta, mi compañero, que llegaría muy alto en el diario, recibió una caja de bombones Trapa.
Trapa era una de las empresas de Nueva Rumasa, el grupo levantado por Ruiz-Mateos después de la expropiación del holding Rumasa, el 23 de febrero de 1983, por decisión del entonces ministro socialista de Economía y Hacienda, Miguel Boyer.
El Gobierno de Felipe González justificó la expropiación por las deudas que el holding de la abeja tenía con el Estado: 10.700 millones de pesetas con la Seguridad Social y 19.300 millones en impuestos con Hacienda. En el momento de la intervención, Rumasa contaba con 400 empresas —entre ellas, el Banco Atlántico y Galerías Preciados— que facturaban 350.000 millones de pesetas, el 1,8% del PIB. El entonces hombre más rico de España empleaba a 60.000 personas.