MURCIA. Pepa Villa y Alberto Pardo son de esas personas que son capaces de hablar sin palabras. Entre ellos y con el mundo. Ese pequeño universo exterior son sus comensales, que se sientan cada día en alguna de sus mesas. El desparpajo calmo de Pepa contrasta y encaja con la intensidad introspectiva de Alberto. Ella es de Murcia, él de Getxo (Bizkaia), pero se conocieron en la Bretaña francesa cuando ambos estaban de Erasmus, aún lejos de esta vida y de este sueño llamado Polea. Es un restaurante que nació en diciembre de 2019, aunque podría haber sido cualquier otra cosa relacionada con la gastronomía.
Pepa es arquitecta técnica y Alberto estudió Empresariales, pero en la crisis de 2008 se fueron a Edimburgo un verano… y se quedaron durante ocho años: ella trabajando en sala y en una fundación de conservación del patrimonio escocés y él en diferentes cocinas. Allí se empaparon del amor al producto local y de la necesidad de poner en valor lo que se tiene más cerca. Esa es la filosofía que ahora aplican, con coherencia y mucho mimo, en Polea. Volvieron a finales de 2017, sin tener aún claros sus siguientes pasos. En el verano de 2018 volvieron a la capital de Escocia para ayudar en la apertura de un restaurante y fue entonces cuando decidieron que crearían algo propio. “No teníamos ni idea de por dónde empezar, pero nos inscribimos en programas de formación en emprendimiento y nos presentamos a concursos”, recuerdan. Sólo sabían una cosa: querían algo íntimo, cercano, delicado.