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LA LIBRERÍA

'Poética del empleo', lecciones sobre libertad de Noémi Lefebvre

  • Foto: CATHERINE HÉLIE

MURCIA. Formar a futuros emprendedores en campamentos de verano para niños. Enseñarles los fundamentos de la oferta y la demanda en lugar del mapa del cielo nocturno, a orientarse en el mercado de valores en lugar de en la naturaleza, a detectar oportunidades de negocio antes que a identificar setas, a encontrar partners más que amigos. A ser productivos y no felices. En este mundo hiperfuncional linkediniano, mientras tanto, la filosofía cae de los planes educativos. Aprender a pensar, no: aprender a pensar en algo. El beneficio económico, no el de la duda. El tiempo, PechaKucha. La experiencia, TED. ¿Personalidad? Mejor marca personal. ¿Y la poesía? La poesía solo puede ser poesía, pero la poesía puede ser muchas cosas. No es una contradicción. ¿Qué función puede cumplir la poesía, para qué puede servir? ¿Qué genera la poesía, cuánto puede llegar a valer? Son malos tiempos para la lírica: mejor montar una startup

El de escribir ya era un oficio de riesgo antes de ChatGPT. Ahora la página en blanco es una quimera: la IA ha acabado de una vez por todas con eso que según las frases hechas era un miedo, y para muchos un vacío repleto de posibilidades. Amazon se llena de entrepeneurs del texto maquinal: hay que aprovechar la oportunidad. Escribir (literatura) tiene difícil encaje hoy día, sin embargo, la vocación sigue ahí: ya puede estar todo en contra, ya puede desaconsejarse por su escasa rentabilidad económica, que siguen naciendo las personas que desean enlazar palabras para contar historias o sublimar emociones en poemas. En ese sentido, lo funcional sucumbe ante la voluntad utópica de decir algo que importe y que trascienda. ¿Qué deben saber quienes optan por nadar a contracorriente dedicando sus esfuerzos a algo tan poco práctico como ser poeta? Lo primero, que han tomado una decisión heroica. 

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