Aunque hoy el santoral nos indique que se celebra a San Isidro, patrón de Madrid y de los agricultores, lo cierto es que fue el pasado martes el día más señalado de la semana con la conmemoración de la Virgen de Fátima, que trajo consigo los pertinentes actos litúrgicos en la parroquia de San Pedro, que concluyeron con la correspondiente procesión, como sucedió también en el barrio de Vistabella, que tiene por patrona a la Virgen de esta advocación. A estas celebraciones se sumarán el sábado las de San Antolín, que incluirán también el discurrir de otra imagen del mismo nombre, esta de vestir, por las calles de la popular barriada.
No es la de Fátima una devoción antiquísima, pero lo cierto es que ya se han cumplido 108 años de las apariciones en las proximidades de la localidad portuguesa, como lo es que la veneración de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, que es la denominación completa, se expandió rápidamente, y arraigó pronto en España.
Dos hitos, vinculados a las imágenes que reciben culto en San Pedro y en Vistabella se han de situar como relevantes para el culto de la Virgen de Fátima en Murcia.
El primero, relacionado con el largo peregrinaje por toda la Diócesis que llevó a cabo la misma imagen que se venera en la céntrica parroquia petrina, donde una lápida recuerda que el 30 de mayo de 1948 emprendió su recorrido visitando Espinardo.
Aquella ruta misionera tuvo lugar un año después de cumplirse 30 de las apariciones y del celebrado viaje de la imagen peregrina portuguesa por Europa, y el primer acto, a modo de prólogo y preparación, tuvo lugar la noche anterior en San Pedro, donde se celebró una sabatina a la que asistieron los Centros de Juventud de la ciudad con sus banderas. Al final del acto, el párroco dio a besar una reliquia: un trocito de la encina en la que se apareció la Virgen en el lugar de Cova de Iria.
Fueron las Jornadas Nacionales de Presidentes Diocesanos de Acción Católica, celebradas en Monserra en julio de 1947, las que inspiraron estas peregrinaciones en las diferentes diócesis, como preparación de la que tendrá lugar en verano a Santiago de Compostela. Luego obtuvieron la aprobación de Consejo Diocesano y del obispo.
"A la entrada de Espinardo ya esperaba una multitud, imagen que se reprodujo después en Guadalupe, Monasterio de los Jerónimos y La Ñora, para pasar luego por Javalí Viejo, la Ribera de Molina, Torre Alta, Molina de Segura y Alguazas"
El plan de la ruta misionera fue comunicado a todos los párrocos de las localidades que habían sido incluidas en principio, para su conocimiento y conformidad. Los fines e ideario del plan eran, en líneas generales, extender el mensaje de Fátima, suplicar el éxito sobrenatural y humano de la Peregrinación a Santiago, predicar las normas de moralidad cristiana en la vida social y privada, demandar de la Virgen la defensa de la fe católica de España, pedir por la paz entre los pueblos de la tierra y orar por el Papa, los obispos, los sacerdotes, los religiosos y las comunidades católicas oprimidas en muchos países del mundo.
Del 30 de mayo al 20 de junio, la Virgen de Fátima recorrió localidades grandes y pequeñas de los cuatro puntos cardinales de la Diócesis, incluyendo algunos de la provincia de Almería que aún le pertenecieron hasta 1957, como Góñar, Huércal Overa y Cuevas de Almanzora.
A título de ejemplo, cabe señalar que la imagen inició su ruta a las siete y media de la mañana, con poco público, pero a la entrada de Espinardo ya esperaba una multitud, imagen que se reprodujo después en Guadalupe, Monasterio de los Jerónimos y La Ñora, para pasar luego por Javalí Viejo, la Ribera de Molina, Torre Alta, Molina de Segura y Alguazas, donde concluyó una agotadora primer jornada, anticipo de todo lo que vendría después.
Durante los 22 días se visitaron 81 pueblos y se recorrieron 800 kilómetros, empleando en los desplazamientos 400 litros de gasolina. El equipo de guardia estaba compuesto de 25 jóvenes, de ellos nueve consejeros diocesanos de Acción Católica.
Según los cálculos que se fueron haciendo, de localidad en localidad, más de 700.000 personas asistieron a los diferentes actos celebrados. A este respecto, se pronunciaron más de un centenar de charlas y discursos, se celebraron 21 vigilias y 30 rosarios de la aurora, así como 25 Misas de comunión general, con un total de 30.000 comulgantes. Se vendieron cerca de 200.000 estampas con la imagen de la Virgen, unos 6.000 folletos, además de hojas con los misterios del Rosario, medallas y otros objetos.
No cabe duda de que cuando se erigió pocos años más tarde la nueva parroquia del recién nacido barrio de Vistabella, a nadie le sorprendió que se consagrara a la Virgen de Fátima, que cuenta desde el año 1957 con la imagen debida al escultor murciano José Molera Jiménez, hijo del también imaginero Gregorio Molera Torá.
En una entrevista publicada por aquellos días, el autor se refería a su obra, que ya había salido en procesión por vez primera el 13 de mayo, e indicaba que le había resultado muy grato el encargo “porque por el tema de la Virgen María en la escultura siento especial predilección”.
Explicaba el artista, fallecido en 2017 a los 91 años de edad, que, concretando en la imagen de la Virgen de Fátima, tuvo que salvar “grandes inconvenientes para resolverla de una manera distinta a como hasta ahora se conocía. En mi forma de realizarla, dialogando con los pastorcillos, he conseguido que también dialogue con los fieles”.
Y ese diálogo, se trasladó a las calles de la barriada el pasado martes, cuando la popular imagen volvió a recibir el cariño de la feligresía y de quienes acudieron a las fiestas, de la misma manera que la venerada en San Pedro hizo memoria de aquella irrepetible peregrinación de 1948.