Como historiador económico, mi trabajo consiste en observar la realidad desde una perspectiva de largo plazo. Esta mirada, forjada en el análisis de patrones históricos y estructuras de poder, permite distinguir cuándo un fenómeno económico responde a causas coyunturales y cuándo, en cambio, marca un punto de inflexión en el devenir global. Los recientes vaivenes de los mercados financieros no parecen responder únicamente a ajustes técnicos, ni a toma de ganancias ni tampoco a reacomodamientos estratégicos de cartera. Hay algo más profundo en juego. El índice S&P 500 -uno de los principales barómetros de la economía estadounidense y, por extensión, mundial- ha sufrido pérdidas superiores al 10 %, siendo el acumulado de más del 17 % en apenas dos jornadas bursátiles. Un movimiento de esta magnitud no puede ser ignorado ni minimizado.
A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, el mundo ha atravesado múltiples crisis económicas: la Gran Depresión de 1929, con una caída acumulada del 86 %; la crisis del petróleo de 1973, que desplomó los mercados un 48,2 %; el "Lunes Negro" de 1987, con una pérdida del 22,6 % en un solo día; el estallido de la burbuja puntocom en 2001 (-49,1 %); la devastadora crisis financiera global de 2008 (-56,8 %) y el colapso inducido por la pandemia de COVID-19 en 2020 (-33,9 %). Todas ellas compartían una lógica interna: eran el resultado de desequilibrios acumulados, burbujas especulativas, disrupciones tecnológicas o choques exógenos. La posible crisis que comienza a gestarse hoy, en cambio, tiene un origen distinto, casi insólito: no proviene de un fallo estructural del sistema, sino de una decisión política deliberada. Más precisamente, de un individuo en particular: el 47.º presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump.
Más que una corrección coyuntural, podríamos estar asistiendo al principio de un reordenamiento del sistema económico internacional, en el que el libre comercio ya no es el horizonte incuestionado, sino un campo de disputa"
Su política de confrontación comercial, enmarcada en una lógica proteccionista y nacionalista, ha desencadenado una guerra arancelaria cuyas consecuencias comienzan a sentirse en la economía global. Subidas unilaterales de aranceles, ruptura de acuerdos multilaterales, represalias cruzadas entre potencias. El tejido del comercio internacional se está desgarrando a una velocidad preocupante. Algunos analistas ya han bautizado esta dinámica como el "Trump Thump", una expresión que mezcla ironía y alarma. La alusión es clara: el “golpe” económico no es fruto del azar ni de una lógica de mercado, sino de la voluntad de un solo actor con poder suficiente para alterar el orden global.
A diferencia de otras crisis del pasado reciente, que respondieron a dinámicas internas del capitalismo financiero -burbujas especulativas, sobreendeudamiento o disrupciones tecnológicas-, la actual deriva económica parece tener un detonante de naturaleza política: el retorno del proteccionismo como estrategia nacional. Esta inflexión recuerda, en cierto modo, al contexto de la segunda mitad del siglo XIX, cuando las principales potencias europeas, y también Estados Unidos aplicaron aranceles durísimos, como por ejemplo el Arancel McKinley (1890), uno de los más altos en la historia estadounidense. Todos ellos adoptaron políticas arancelarias defensivas frente a la competencia exterior. Aquella “reacción proteccionista”, liderada por Alemania y seguida por Francia, Italia y otras naciones, contribuyó a la fragmentación del comercio internacional y, a largo plazo, sentó las bases de tensiones económicas y geopolíticas más profundas. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, las relaciones comerciales internacionales estaban congeladas. Del mismo modo, la imposición de barreras comerciales por parte de Estados Unidos hoy -en un contexto de alta interdependencia global- podría estar inaugurando una fase de desglobalización parcial, con consecuencias estructurales.
Más que una corrección coyuntural, podríamos estar asistiendo al principio de un reordenamiento del sistema económico internacional, en el que el libre comercio ya no es el horizonte incuestionado, sino un campo de disputa. El "Trump Thump", entonces, podría ser recordado no solo como una crisis más, sino como el síntoma inaugural de una nueva era.
Cándido Román Cervantes