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Viajamos a 

Ngorongoro, un lugar único en Tanzania

  • Vista panorámica del cráter del Ngorongoro con el lago de fondo. Foto: OLGA BRIASCO

MURCIA. Seguramente, que el parque nacional del Serengueti sea lo más conocido de Tanzania e, incluso, se piense que no hay mucho más allá que hacer, aparte de recorrer sus llanuras en busca de los Big Five (elefantes, leones, búfalos, leopardos y rinocerontes) o, según la época del año, contemplar la Gran Migración, ese momento en el que miles de ñus descienden la ladera levantando una gran polvareda y saltando desesperados a las aguas del río Mara en acto casi heroico —no todos llegan a la otra orilla—. Y no te voy a engañar, es uno de los instantes más emocionantes que he vivido en mi vida. Sin embargo, al cruzar la puerta de salida del Serengueti se abren nuevas experiencias, como la posibilidad de ver al rinoceronte negro, conocer más sobre las etnias que habitan el país (masái, hadzabe, datoga...) o descubrir nuevos paisajes. Un viaje fotográfico, organizado por Artisal Travel Photography, que hago acompañada por personas que tras tantos días de viaje son ya una familia. 

Nos alejamos del Serengueti y ponemos rumbo al cráter del Ngorongoro. Un trayecto que transcurre entre interminables llanuras en las que, junto a la carretera, se ven cebras, antílopes, búfalos y ñus pastando sin inmutarse ante los pocos coches que pasan por ahí. Un paisaje que cambia cuando entramos en el valle del Rift, una grieta de casi cinco mil kilómetros de longitud, que crece desde hace unos treinta millones de años y que acabará por partir el continente en dos. Un lugar de enorme interés geológico, pero también histórico. Sí, porque en la garganta de Olduvai aparecieron los primeros utensilios fabricados por la especie humana, y fue donde la antropóloga británica Mary Leakey y su equipo hizo uno de los hallazgos más importantes en el último siglo: un rastro de unas setenta huellas a lo largo de casi treinta metros. En apariencia, las huellas revelaban la senda seguida por dos individuos, que habían caminado erguidos hace 3,66 millones de años. 

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