Murcia Plaza

así, sin más

Morderse la lengua, el denim y la suma de los días

MURCIA. ¿Cuántas veces me he tenido que repetir por dentro: “yo soy zen, soy zen”? ¿Cuántas veces hice lo que se debía y no lo que yo quise hacer? Con los años, la vida me ha enseñado a afilarme los dientes y, si es necesario, morder. Maldita paciencia, maldita meditación y a la mierda con el zen. Ya no puedo soportar el morderme la lengua y arrepentirme después.

Todos los lunes vuelvo a perderme. “Es como si la serotonina del cerebro se fuese de viaje en lunes”, me dijo una chica que viene conmigo al gimnasio sentada encima de una pelota de yoga con menos ganas de moverse que yo, que ya es decir. Qué razón tenía. Los lunes no hay bares abiertos en los que invitarnos a cerveza porque es difícil sobrellevarse con la vida. Nadie se despierta con ganas y todas las camas se vuelven superficies unilaterales.

Todo el mundo vuelve a la rutina y aquellos amores que luchan contra la distancia se vuelven a casa sin la mano que se posa encima de la suya cuando se cambia la marcha mientras se conduce. Los lunes no nos enfadamos, por lo que no solemos hacer el amor. Leí que la BBC publicó un estudio en el que decía que uno de los días que menos orgasmos se tienen es el lunes. Son días ordenados, como un montón de sábanas recién planchadas dentro de un armario que no entiende de locuras –no como el mío–. No hay manifestaciones ni nadie que proclame a los cuatro vientos que se ha enamorado de la persona más guapa de la ciudad. El Orgullo, por ejemplo, no se puede celebrar un lunes. Los lunes no tienen color y el amor desprende el color de la libertad, que es de colorines justamente. Por eso se suele celebrar el sábado.

Los martes nadie escribe poesía. No me creo que Lorca escribiese La aurora en martes o que Lope de Vega se sintiera como para “Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo”. No hay libros mal apilados encima de una mesita de noche que no entiende de horarios para irse a dormir, solo de páginas y capítulos. Es ese día en el que a alguien se le ha roto la barra de carmín mientras que otro se acuerda de que no encuentra el disco que solía tararear aquel que le desataba la camisa los sábados del año pasado. Los martes son de Bukowski. “- ¿Jugamos al escondite? –Sí, pero si te encuentro te como a besos. –Vale, si no me encuentras, estoy debajo de la cama”. Aunque dudo que pudiese escribir eso un martes.

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