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Visión financiera

¿Cuánta incertidumbre pueden soportar los mercados?

  • Donald Trump.
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El foco mediático ha estado completamente centrado en el discurso ansiosamente esperado del presidente Trump sobre aranceles recíprocos. Finalmente, Trump anunció medidas contundentes para “liberar” la economía estadounidense, entre ellas un arancel del 10 % que se aplicará a casi todas las importaciones a partir del 5 de abril. Además, comunicó una amplia gama de aranceles recíprocos sobre productos procedentes de los principales “infractores” comerciales, según su propio criterio, alegando que se trataba de socios que habían “estafado” a EEUU durante décadas. Estos aranceles entrarán en vigor el 9 de abril.

Como resultado, los aranceles a China ascenderán por encima del 54 % tras la imposición de un arancel del 34 % adicional sobre el 20 % ya vigente. La UE se enfrentará a un arancel del 20 %, Japón del 24 % e India del 26 %. México y Canadá han quedado exentos gracias al acuerdo comercial USMCA, y el Reino Unido solo afrontará el gravamen global del 10 %. La administración estadounidense ha declarado una emergencia nacional “por motivos de seguridad nacional y económica derivados de los persistentes déficits anuales en la balanza comercial de bienes”.

Estas medidas llevarán los aranceles estadounidenses a niveles no vistos desde la Gran Depresión en los años 30, una época en la que los volúmenes del comercio mundial eran muy inferiores a los actuales y las cadenas de suministro globales estaban mucho menos integradas. La tasa arancelaria efectiva (media ponderada de todos los aranceles aplicados en función del origen y tipo de producto) ha superado las previsiones más pesimistas y podría superar incluso los niveles registrados en los años 30. El consenso previo era de entre un 12 % y 14 %, pero ahora parece plausible una tasa del 20 %-24 %, si se confirman los aranceles por sectores como el del automóvil. Basta recordar que el año pasado esa tasa era solo del 2,5 %.

Los cálculos iniciales sugieren que esto podría restar entre 1 y 1,5 puntos porcentuales al crecimiento de EEUU en 2025 y aumentar la inflación en una magnitud similar. Esto no implicaría una recesión como tal, pero sí una ralentización del crecimiento acompañada de una mayor inflación, caída de los beneficios empresariales y una pérdida de confianza tanto del consumidor como de las empresas, lo cual podría acentuar la desaceleración.

En otras regiones, especialmente en Asia, las economías que prosperaron como centros de manufactura orientados a la exportación hacia EEUU se enfrentan a desafíos serios. Los riesgos a la baja para el crecimiento mundial son evidentes.

Trump afirmó que estos aranceles generarían ingresos para financiar recortes fiscales y reactivar la industria manufacturera nacional. Si el volumen comercial se mantiene, se estima que las medidas podrían recaudar hasta 600.000 millones de dólares, lo que equivale al 2,2 % del PIB, el doble que el mayor aumento impositivo de la historia reciente de EEUU. El Instituto Peterson de Economía Internacional estima que este es “el mayor aumento de impuestos en al menos una generación” y que costará al hogar medio estadounidense más de 1.200 dólares anuales.

Los aranceles son por naturaleza estanflacionarios: ralentizan el crecimiento económico y generan presiones inflacionarias. Tanto empresas como consumidores probablemente adoptarán una postura de espera, intentando evaluar el verdadero impacto de estas medidas. Las empresas deberán decidir entre absorber el coste —lo que afectaría a sus beneficios— o trasladarlo a los consumidores.

Para la Reserva Federal (Fed), se presenta un reto complejo: crecimiento debilitado por un lado e inflación al alza por otro. El banco central estará especialmente atento a que las expectativas inflacionarias, ya en aumento, no se consoliden.

¿Estamos entonces ante una guerra comercial global? Por ahora, los indicios no son positivos, pero más que una guerra global parece un enfrentamiento entre EEUU y el resto del mundo. EEUU es una economía relativamente cerrada y representa aproximadamente el 15 % de la demanda final global de importaciones. A diferencia de su peso en las finanzas o el gasto militar, no domina el comercio. Otros países pueden seguir comerciando entre sí: la UE, los 12 miembros del CPTPP asiático, Corea del Sur y otras economías abiertas representan el 34 % de esa demanda. Se barajan incluso alianzas inesperadas: China, Corea del Sur y Japón han contemplado una “respuesta unificada” frente a EEUU.

Los países deberán elegir su respuesta cuidadosamente, ya que EEUU ha dejado claro que responderá con más aranceles ante cualquier represalia. Estos aranceles se basan en un cálculo muy simplista del déficit comercial bilateral, dejando margen para la negociación en el caso de naciones que puedan influir en Washington, una lista seguramente limitada.

Algunos países podrían responder con estímulos fiscales internos para compensar el golpe, mientras que otros podrían optar por un enfoque más combativo. El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, declaró: “Si respondéis, habrá una escalada. Si no respondéis, este será el punto máximo.” Por tanto, el camino para los países afectados parece ser: primero negociar, después —si es necesario— responder. No está claro si EEUU está dispuesto a suavizar su postura.

Durante el primer mandato de Trump, los aranceles fueron una herramienta para forzar acuerdos comerciales. En esta ocasión, parecen parte de una doctrina política más amplia, que apuesta por una economía más cerrada y una reindustrialización a cualquier precio. Si EEUU se retira realmente del comercio global, las consecuencias serán importantes… y negativas. Si se abren negociaciones, deberían avanzar rápidamente para evitar que se resienta el crecimiento.

Aún hay muchas incógnitas y piezas en movimiento, y “incertidumbre” es una palabra que empieza a desgastarse por su uso excesivo. Pero lo cierto es que seguimos en un vacío informativo. Eso sí, ya podemos descartar que EEUU adopte una postura suave respecto a los aranceles. Los mercados han caído, pero aún prevalece la idea de que los niveles anunciados podrían no ser definitivos.

La represalia de China del pasado viernes, con un arancel del 34 % sobre importaciones estadounidenses, ha contribuido a empeorar el clima general. Sin embargo, esto sigue siendo un problema entre EEUU y el resto del mundo, más que una guerra comercial global. Los mayores daños probablemente se concentrarán en la economía estadounidense. Estas medidas aumentan la probabilidad de que China y Europa recurran a estímulos económicos para mitigar los efectos. Los movimientos de mercado a finales de la semana pasada apuntan a una fuerte limpieza de posiciones. Los próximos días, en los que sabremos si otros países están dispuestos a negociar con EEUU, serán clave para entender si la situación puede empeorar.

En ausencia de información más clara, y con una política estadounidense guiada más por la ideología que por el análisis económico, las incógnitas seguirán lastrando el apetito por el riesgo hasta que se esclarezcan mejor el tamaño, el alcance y la duración de estos aranceles.

Cada vez más malas noticias se están descontando, tanto por la desaceleración del crecimiento como por el impacto negativo sobre los beneficios. Pensamos que surgirán oportunidades de compra, pero ante tanta volatilidad preferimos adoptar una actitud de prudencia y revisar nuestras posiciones día a día.
 

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