CARTAGENA. ¿Hay una fórmula guardada bajo llave que nos dé la clave del éxito de una empresa? ¿Alguien puede enseñar el método que garantiza su supervivencia más de un siglo? ¿Cómo es posible meter en el mismo cóctel familia y empresa durante toda tu vida, sin convertir la resistencia de ambas en una desgracia? ¿Dónde acaba una (la empresa) y empieza otra (la familia)? Solo con un liviano paseo por Google preguntándose estas cuestiones que yo me hacía antes de iniciar este reportaje, podemos ver a todo tipo de teóricos que reflexionan acerca de estos asuntos, probablemente dictados muchos de ellos sin ningún conocimiento empírico de la situación y, por tanto, con muchas lagunas por el camino.
Por ello, me sorprende que hasta los mismos protagonistas de este reportaje no conviertan sus experiencias en dogma de fe; es decir, ellos saben cómo ha funcionado su negocio, cómo han sido capaces de remontar o no en momentos de dificultad y cuáles han sido sus métodos para que, casi 125 años después de la fundación de su empresa, siga, a pesar del covid, más viva que nunca. Pero no son tan atrevidos como para convertir su modelo de negocio en un decálogo universal que exportar.
Su supervivencia fue reconocida hace tan solo unos días en la gala que se celebró en Murcia. Amefmur (la Asociación Murciana de la Empresa Familiar) celebró la primera gala con la que quería reconocer y homenajear a las compañías intergeneracionales que nacieron hace más de un siglo y siguen al pie del cañón, prolongando la estela de sus antepasados. Allí acudió José Ángel Díaz, gerente de la empresa cartagenera José Díaz, que en 2023 cumplirá 125 años desde el origen de la misma (fundada en 1898).
La crisis de la covid-19 ha supuesto para todos un auténtico calvario, ha convulsionado la vida de las empresas, las ha obligado a cambiar, transformarse, reinventarse o, en muchos de los casos, a tirar la toalla. Esta crisis sanitaria se ha llevado por delante algo más de 207.000 empresas, una de cada seis, y ha obligado a echar el cierre a 323.000 autónomos, el 10% del total. Desde marzo se destruyeron 1.150 empresas al día, un testarazo que se cebó con las empresas de menor tamaño.
Reconocen en José Díaz que, después de haberse arruinado hasta en dos ocasiones a lo largo de su trayectoria y haber salido a flote en ambas, la covid ha supuesto una dura prueba de la que han surgido más fortalecidos si cabe. “Hemos trabajado con algunos clientes que decidieron seguir adelante con sus proyectos, lo que nos garantizó mantener la estructura mínima para continuar y salir bien parados. Hemos aprovechado para organizarnos e hicimos los deberes. Los caminos paralelos que hemos emprendido mientras tanto, nos han servido para salvar la situación”, dice Carlos Díaz, uno de los cuatro hermanos que trabajan en el negocio familiar y director financiero de la empresa.
Ahí, entre líneas, aparece una de esas ‘claves’ que yo andaba buscando en este patrón a seguir: estar preparados, pero también muy atentos, recalcular, como dice Carlos, para cualquier imprevisto, grande o pequeño, que surja. “A lo largo de más de un siglo de vida la empresa ha ido evolucionando, readaptándose, reinventándose, porque nuestros antecesores nos supieron transmitir la cultura del esfuerzo”, añade José Ángel a la conversación.
Gracias a ello, de aquel proyecto de empresario que era José Díaz -conocido como Pepito-, que caminaba a finales del siglo XIX todos los días desde Canteras hasta Cartagena para vender menaje a las amas de casa de la época, queda el recuerdo y el reconocimiento de la tercera generación de la firma, que transformó, con la visión comercial de su abuelo y, posteriormente, de su padre, la firma en el negocio que es ahora.
En 1898 José Díaz monta su primer bazar en la calle del Carmen de la ciudad portuaria y sufre en 1911 un terrible episodio familiar cuando su mujer muere en el parto de su primer hijo. Casado en 1919 con Josefa Contreras, su segunda esposa, nace (1924) la segunda generación de la saga empresarial, el segundo José Díaz. Por entonces, Cartagena experimenta una fantástica expansión, que aprovecha el empresario cartagenero para crecer: en 1927 la ciudad tenía más de 130 bares registrados, un nicho de mercado que permite desarrollarse a este emprendedor, que ve en el menaje para la hostelería un camino para prosperar.
“Mi abuelo, primero, y mi padre, más tarde, consiguieron crear una empresa solvente e importante en su momento y muy bien valorada en la época” relata José Ángel. “Supieron salir fuera y vieron que la importancia del negocio estaba en la compra. Luego, todo aquel material lo vendían desde el sur de Alicante hasta Almería: los platos de loza, la porcelana roja esmaltada, etc…”, explica el gerente. La segunda generación amplió miras viajando a ferias e importando desde Portugal o Andorra y la tercera generación de empresarios familiares, de la que forman parte José Angel, María Ángeles, Carlos y Cristina, ha seguido los pasos en las múltiples ferias internacionales del sector (Frankfurt, Milan...)
Paulatinamente irían incorporando el menaje, el textil y los regalos para vender en tienda - actualmente Cristina y María Ángeles regentan la tienda Sevres, en la calle del Carmen-, además del mobiliario y mantelería textil para la hostelería a mediados de la década de los noventa. A pesar de mantener las tiendas de menaje, la terrible competencia que suponen las grandes cadenas comerciales llegadas en esa época a Cartagena, les hace apostar principalmente por abastecer a bares y restaurantes.
En 2007 dan el salto y deciden apostar por la instalación completa de hostelería y maquinaria, equipando al completo las cocinas de bares, comedores, residencias, restaurantes. Desde hace unos años para acá aportan soluciones integrales para el profesional de la hostelería con asesoramiento y orientación, venta e instalación y formación I+D.