MURCIA. Hay mucha gente que se piensa que mi vida es lo más parecido a la de Carrie en And Just Like That… pero si os soy sincero, creo que lo único que comparto con ella es la miopía. “Eres el Carrie Bradshaw alicantino”, me afirmó una chica divertidísima. Para mis adentros me dije: “Joder, yo quería ser Samantha”. Me encantaría tener un plan, pero soy de pasar el día –a pesar de que trato de planificarlo todo—.
Mirando al techo paso demasiadas horas –a veces solo son cincuenta minutos– antes de poder dormir. Mi cerebro no me deja dormir, aunque quizá soy yo. Sobrepienso todo, incluso lo que no tiene más importancia. La gente no le da importancia a las banalidades que dijiste o hiciste, nadie se pierde ahí. Yo tengo la posibilidad de perderme en muchos sitios. “Pensar es de gente inteligente, por eso yo trato de no hacerlo”, me comentó un chico. Nunca más lo volví a ver y esa noche al techo le conté que qué desastre y que no entendía por qué terminé hablando con él. Las caras bonitas nunca proporcionan que lo que hay dentro lo vaya a ser. También puedo perderme en ellas, pero siempre me pierdo cuando apago la luz. Ahí es cuando aparecen los perros, que rebuscan en la arena del pasado, presente y futuro. Ahora ya los dejo, he intentado estar peleado con ellos demasiado tiempo. Que rebusquen lo que quieran, ¡es imposible que se vayan si les presto más atención de la necesaria! Hacen trizas la habitación.