Es una de las comedias de la temporada. El gran éxito de su primera temporada, una pareja de clase trabajadora interpretada por Raúl Cimas y Esperanza Pedreño, con vidas más bien anodinas y muy normales, que deambula por la vida sin mucha esperanza, generó una gran expectación por ver que podían crear las dos mentes detrás de la serie para su segunda temporada. Pepón Montero y Juan Maidagán no defraudan y vuelven a brindar una gran dosis de risas con el problema de la vivienda como telón de fondo.
¿Cuándo sale la tercera temporada? ¿Cómo está eso?
Pepón Montero. Mañana (risas). Ni idea, ni lo hemos hablado.
La trama de esta segunda temporada viene de una incomodidad del rodaje. Decíais que surgió porque fue muy incómodo grabar en el piso de la pareja protagonista en la primera temporada. Y a partir de ahí surge la trama de la crisis de la vivienda.
P. M. Dijimos que si hacíamos una segunda temporada no íbamos a volver a rodar en ese piso porque fue… Estuvimos tres semanas metidos ahí. Y eso fue el detonante. Dijimos: “¿Qué hacemos para que tengan que cambiar de casa?”. Pues que les echen del piso. Y ahí empezamos a darle vueltas. Pero sí, el detonante fue ese: no volver a rodar allí.
¿Tan traumático fue?
P. M. Bueno… y tampoco era un piso enano. Pero al final te juntas ahí 40 personas. A veces trabajas en localizaciones pequeñas, pero vas solo un día o dos. Allí estuvimos tres semanas.
Juan Maidagán. Además, como era un piso grande, nos vinimos arriba y dijimos: “Aquí la casa de Berta (Esperanza Pedreño) y José Ramón (Raúl Cimas), y también la del vecino”. Al final, estuvimos ahí un montón de tiempo, mucha gente… Hicimos de todo. Aguantó el material, pero hacía un calor… y con el ruido de fuera no se podían abrir las ventanas. Nada cómodo (risas).
¿Descartasteis otros temas para la trama?
P. M.: Lo que nos marcamos fue no repetir la estructura de la primera temporada, para no aburrirnos a nosotros mismos. No queríamos volver a hacer un año con doce meses y doce capítulos. Cuando dijimos que les echaban del piso, dimos con la idea de un señor que les alquila otro, pero que tiene que esperar a que su madre muera en seis meses. Entonces entendimos que teníamos la estructura: un prólogo, seis meses de espera y un epílogo.
Además de la vivienda, que es el eje principal, también se trata la convivencia familiar: la relación entre suegros y yernos, padres e hija. Porque si es duro quedarte sin casa, tener que vivir con tus padres o suegros es aún peor. Hay una frase de Berta que dice: “Si pudiéramos vivir en una cueva, me iba. Pero no encuentro esa cueva”.
J. M. Claro, es que además de quedarte sin casa, irte a vivir con tus padres es como una derivada del problema.
P. M. Y es un horror vivir con tus padres, con tus suegros… Es peor (risas).
J. M. A partir de ahí crecieron los personajes de los suegros y de la hermana. No era solo sacarlos de su casa, sino ver dónde los metías. Eso también marcaba cómo iba a ser la temporada.
P. M. En el fondo, buscábamos la incomodidad, que es lo que lleva a la comedia. En esta temporada están más incómodos, más alejados entre ellos, con el detonante de que les echan del piso.
J. M. Claro, si las sacas de su casa para meterlos otra vez solos, caías en lo mismo. Tenía que cambiar todo el paquete.
Lleváis mucho tiempo escribiendo para televisión. ¿Da miedo volver a caer en cosas que ya habéis hecho?
P. M. No, creo que tenemos una alarma para eso. Cada vez que algo nos suena repetido —nuestro o de otros— lo rechazamos. Esta serie, con su estructura, también nos ha obligado a renovar la forma de contar. Lo malo es que cada vez que empiezas algo nuevo parece que no has aprendido nada, que empiezas de cero. Me preguntan por la tercera temporada y digo: “No sé qué va a pasar”. Leo los guiones y a veces pienso: “¿Quién ha escrito esto?”.
¿Cómo está siendo el feedback de esta segunda temporada?
J. M. Muy bueno. Todo el mundo está encantado.
P. M. Yo me empacho de mí mismo. Digo: “Qué pesado”. Pero sí, la respuesta está siendo muy generalizada.
J. M. Y eso que no miro redes. Pero por lo que te dice la gente por la calle, se nota.

- Raúl Cimas y Esperanza Pedreño en un momento de la serie.. -
- Foto: Movistar Plus+
En la primera temporada los capítulos duraban unos quince minutos. ¿Esa duración fue algo que decidisteis desde el principio o surgió al escribir?
P. M. Lo marcamos desde el principio. En la primera temporada no queríamos pasarnos de 15 minutos, por una razón práctica. Normalmente te encargan seis medias horas y las comedias se quedan sin desarrollar. Así que propusimos a Movistar: no hacemos seis medias horas, pero sí 12-15 minutos, para tener más desarrollo. Y pensamos: doce capítulos, doce meses, la vida de una pareja. El formato condensado funcionaba muy bien. Las elipsis grandes y el ritmo rápido encajaban. Y creo que esa fue una de las novedades: episodios cortos que cuentan mucho.
En un formato tan breve, pasan muchas cosas. ¿Qué es lo más difícil de condensar tanto una historia?
J. M. Saber qué es lo que tiene gracia. O intentarlo. A veces se te ocurre una situación y la desarrollas demasiado. Aquí se trata de ir a la esencia: qué es lo gracioso. Si la premisa lo es, nos quedamos con eso y no la alargamos. Si lo importante es el final, vamos directo al final. Este formato permite hacer grandes elipsis y centrarse en lo esencial.
Por ejemplo, en la primera temporada uno de los momentos más recordados fue el de los besos.
J. M. Sí, la primera versión era mucho más larga. Ellas salían, volvían… jugábamos con la repetición. Hasta que dimos con lo esencial: el beso, el “¿qué has hecho?”, y a partir de ahí el gag del cambio de turno. Está contado con lo mínimo.
El formato también incluye a los personajes hablando a cámara, comentando las situaciones. ¿De dónde nace esa idea?
J. M. Hace años hicimos unos sketches para la Film Commission de Miami, uno era una parodia de un making of, con entrevistas que se iban contestando entre sí. Nos dimos cuenta de que teníamos un formato y lo recuperamos para esto.

- Julia de Castro, hermana de Berta (Esperanza Pedreño) en la en un instante de la serie. -
- Foto: Movistar Plus+
Dicen que con la comedia los problemas se entienden mejor. Pero ¿no creéis que a veces puede desviar la atención del problema de fondo, como la crisis de la vivienda?
J. M. Yo creo que es al revés. No lanzamos un mensaje evidente, pero la comedia duele más. El cine social a veces subraya demasiado. La sutileza de la comedia hace que el problema te vaya calando sin darte cuenta.
Decía un crítico que hacer reír a voluntad es un don. ¿De dónde viene vuestro talento para la comedia?
J. M. Nos viene de casa. Es una forma de mirar las cosas. Pero cada vez que escribes, nunca sabes si volverás a hacer gracia. Eso también es lo que te intriga. Lo que nunca sabes es si va a funcionar. Hay que ser valiente para hacer comedia. Nunca sabes si lo que te hace gracia a ti le hará gracia a los demás.
P. M. Y llevar esa idea inicial hasta el final es complicado. Es un proceso largo: escribir, rodar, montar… En cualquier momento se puede venir abajo. Mantener la chispa es difícil.

- Pepón Montero (izquierda) y Juan Maidagán. -
- Foto: Ellas Comunicación
¿Cómo trabajáis juntos? ¿Uno es más rápido y otro más pausado?
J. M. Depende del día. Hay una teoría sobre la creación: están los que son como liebres y los que son tortugas. Unos quieren llegar rápido al final, otros disfrutan el camino. Nosotros vamos cambiando según el momento.
El reparto es clave en la serie. Todos están espléndidos: Raúl Cimas, Esperanza Pedreño, Julia de Castro, María Jesús Hoyos, Juan Lombardero…
J. M. Los actores son fundamentales. El guion no es nada hasta que lo hacen ellos. Mucho de lo que funciona no está escrito. La química entre Esperanza y Raúl es culpa de ellos. Los guiones eran más oscuros, pero ellos aportan dulzura y cercanía. En esta temporada me alegra que los actores mayores, como María Jesús Hoyos y Lombardero, tengan tanto peso.
¿El reparto estaba claro desde el principio?
J. M.: Hicimos un piloto hace años. Ahí estaban ya Raúl, Esperanza, los suegros y la madre. Luego añadimos al vecino y la cuñada. A María Jesús no la conocíamos, pero al resto sí. Un día me crucé con Raúl Cimas por la calle y le propuse hacer el piloto, y se apuntó enseguida.
En el caso de Raúl, muchas veces no se sabe dónde acaba la persona y empieza el personaje.
J. M. Sí. Tenemos la suerte de tener dos protagonistas únicos. Con actores más clásicos, la serie no tendría la misma magia. Es tal disparate que ellos lo hacen creíble. Ella es marciana y dulce; él, un oso bueno. Son dos cándidos contra el mundo. La magia que tienen los dos es enorme.
P. M. Cuando hicimos el piloto acertamos con el reparto, y por eso quisimos repetir. Escribir sabiendo quiénes son te lleva más lejos. Al final, son ellos quienes se embarcan con el texto y lo hacen suyo.