¿Cómo vive una persona sorda? ¿Cómo se enfrenta al mundo, al día a día, desde ahí? ¿Cómo se relaciona con los otros? ¿Con la pareja? ¿Con la familia? ¿Con el entorno? ¿Cómo afronta la maternidad? ¿Qué siente? ¿Qué piensa? ¿Cuáles son sus miedos, sus tormentos, sus anhelos, sus deseos, sus esperanzas? ¿Cómo se ve la vida desde la enfermedad? Estas son algunas de las preguntas que plantea Sorda, la ópera prima de la molinense Eva Libertad -rodada íntegramente en la Región de Murcia y basada en su cortometraje homónimo nominado a los Premios Goya en 2023- que este pasado sábado 15 de febrero se estrenó mundialmente en la Berlinale (dentro de la Sección Panorama), siendo el único largometraje con dirección y producción totalmente española en la edición de este año.
Protagonizada por una impresionante Miriam Garlo (hermana de la directora, y siendo con ella el primer largometraje español protagonizado por una actriz sorda) junto a Álvaro Cervantes, Elena Irureta y Joaquín Notario, la película cuenta la historia de Ángela, una mujer sorda que decide ser madre junto a Héctor, su pareja oyente. Con el embarazo se agravan sus conflictos con la enfermedad, surgen sus miedos frente a la maternidad, si el bebé será o no será sordo, si podrá comunicarse con él, si podrá acompañarlo como ella querría. A través de esta encrucijada, Sorda refleja cómo es la vida de una persona sorda, las dificultades a las que se enfrenta en un mundo que no está pensado para ella, sus relaciones sentimentales, sus temores, sus inseguridades, sus crisis consigo misma y con los demás, sus tristezas y alegrías secretas, su sensación de aislamiento y soledad, la constante sensación de estar perdiéndose algo, todo cuanto vive y cuanto no podrá vivir.
La película habla de un tema no tan manido en la ficción cinematográfica: cómo se vive la maternidad con una discapacidad como es la sordera, y de ahí procede uno de sus grandes aciertos; contar la historia de una persona con esa discapacidad, y no solo la historia de una discapacitada (porque, aunque evidentemente la vida de la protagonista está condicionada por la enfermedad, ella es muchas más cosas que una persona discapacitada). Eva Libertad se aleja de otras películas con el punto en común de la discapacidad (probablemente, películas con pretensiones más edificantes y comerciales) en su forma de narrar. La directora también acierta en la sencillez, la sobriedad y el realismo con el que narra las vicisitudes cotidianas con los que convive esa protagonista, y ahí otra de las grandes virtudes de la película: Libertad logra reflejar con honestidad y delicadeza eso que a menudo resulta tan difícil de entender cuando uno no ha vivido en carne propia o de cerca una enfermedad, y es que contra una enfermedad no se lucha, se aprende a vivir con ella. Si uno no se muere, no queda otra.
Hay momentos completamente en silencio en los que se nos coloca en la posición de la protagonista, y ahí es cuando sentimos la crudeza de lo que se habla, la soledad de la protagonista, su angustia y su condena, su deseo de escapar de lo que sabe que nunca podrá escapar. Con todo, Sorda logra la difícil virtud de remover y emocionar desde la sutileza, desde una ternura que no cae en los clichés, el paternalismo y el sentimentalismo fácil, de hablar no solo de cómo se ve la vida desde la enfermedad (que también), sino de todo lo que rodea esa enfermedad, el dolor y la felicidad, el miedo y el deseo, los cuidados y sus embates, de lo que de verdad importa y lo más complicado de amar a alguien.
Una película que da esperanza en la representación de la discapacidad en la gran pantalla, tan llena de lugares comunes, condescendencia y buenismo, y que, tras su estreno nacional en la Sección Oficial del Festival de Málaga, habrá que esperar al 4 de abril para verla en los cines.