El reloj del Palacio Consistorial de Cartagena se ha convertido, por sí solo, en uno de los grandes reclamos de este edificio ecléctico. No son pocos los visitantes y turistas que, recién llegados a la ciudad y paseando desde el Puerto o la Plaza de Héroes de Cavite, se paran unos instantes para contemplar ese perfil del edificio coronado por un reloj que cuenta ya con 118 años de historia y que sigue funcionando como si de un instrumento de alta precisión suiza se tratara a pesar de que ha logrado vivir dos siglos diferentes y algunas épocas trágicas de la historia de la ciudad.
Por ello, su mantenimiento y estado de conservación es un asunto que mantiene alerta a los servicios del Ayuntamiento de Cartagena y ahora toca volver a sacar el contrato para que el reloj siga tan lozano como hasta ahora. Los trabajos que deberá llevar a cabo el nuevo relojero son los de subir pesas cada dos días; comprobar hora y, en su caso, corregirla, tres veces por semana; engrasar la maquinaria cada quince días y realizar cuantas reparaciones sean precisas para permitir el funcionamiento continuado del reloj. El encargado de su mantenimiento será responsable de la adquisición de material necesario y conservación del mismo, para su perfecto funcionamiento durante el periodo de vigencia del contrato.
El contrato establece una duración de tres años, prorrogables por otros dos y se ha valorado un coste anual de poco más de 10.000 euros, por lo que la licitación se eleva a 41.817,60 euros
Tal y como el propio ayuntamiento explicaba años atrás el reloj del Palacio Consistorial de Cartagena fue puesto en la torre de este edificio el 29 de octubre de 1907, seis meses después de que el Rey Alfonso XIII inaugurase el inmueble diseñado por el arquitecto Tomás Rico Valarino. Algo que hizo que momentáneamente el hueco de la esfera estuviera ocupado por unas banderas y un emblema de la ciudad, la imagen de un castillo fortificado batido por las olas del mar. En el proyecto inicial estaba previsto instalar el reloj en la fachada principal.
La maquinaria de fabricación francesa mantiene su funcionamiento original, desde que fuera instalada hace 113 años. La torre se erige frente a la bocana del puerto junto a la plaza de Héroes de Cavite y Santiago de Cuba, en el edificio señorial del Ayuntamiento. El inmueble está protegido como BIC y tiene entre sus singularidades el hecho de ser de planta triangular. Así, el reloj de torre está coronado por una cúpula de zinc de doble curvatura vertical, la cual contiene una campana de bronce fundida en 1605. Su majestuosidad ha convertido esta parte del Palacio Consistorial en un icono del paisaje portuario y de la propia ciudad de Cartagena.
Maniobra de remonte de pesas
Tal y como señalábamos unas líneas más arriba, se le da cuerda cada dos días una maniobra de remonte de pesas que se realiza a mano con una manivela durante quince minutos, tiempo suficiente para que las manijas se muevan durante 52 horas.
En la actualidad, Cartagena solo cuenta con otros dos relojes de este tipo: el de la torre del Arsenal Militar, que suma más de 150 años de historia, y el de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, que comparte el mismo fabricante, los hermanos Prost Fréres.
El corazón de este reloj se encuentra bajo una cúpula de madera recubierta por planchas de zinc. Para llegar a coronar la cúpula, donde se encuentra la campana del Palacio Consistorial, hay que acceder por una segunda escalera, de caracol y metálica.
El reloj consistorial funciona gracias a un sistema formado por tres contrapesos. El más pequeño de todos, de 70 kilos, es el que marca el ritmo para que el reloj ande. El segundo de ellos, de 250 kilos, es esclavo del primero, y fija los cuartos. Mientras que el tercero, de 200 kilos, hace que el reloj marque las horas en punto.
Todo esto se engrana a la perfección en esta maquinaria francesa para que el golpe del martillo haga sonar a su debido tiempo la que es la campana civil más grande de la Región, con un diámetro de 117 centímetros y 927 kilos de peso. Datada en 1605, como consta en su inscripción en latín, fue hecha siendo pontífice Clemente VIII y Rey de las Españas Felipe III. Además, en ella se puede traducir una frase muy recurrente en la época que se utilizaba como protección: "Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, defiéndenos de todo mal".