Cartagena cerrará este 2025 con un importante número de turistas llegados en cruceros, lo que supone cerca de un cuarto de millón de personas y cifras con las que se soñaba en 2020 y que la pandemia truncó de forma repetida durante varias campañas.
Este año que está a punto de acabar, la ciudad concluirá el próximo 30 de diciembre con 31 escalas realizadas de cruceros de menos de 200 pasajeros. Es un tráfico discreto en volumen pero muy potente en impacto económico, con un retorno directo estimado entre 380.000 y 700.000 euros -cifras no oficiales-, gracias al elevado gasto de estos viajeros y a la actividad de sus tripulaciones.
El cálculo parte de los aforos conjuntos de los buques que han recalado en la ciudad se sitúa entre 3.600 y 4.000 pasajeros en total. El gasto medio por visita que se sitúa entre 95 y 160 euros. A esto se suma el desembolso de las tripulaciones, que aportan entre 43.000 y 65.000 euros a lo largo del año.
Las escalas confirman el peso del segmento “boutique”, con compañías como Ponant, SeaDream Yacht Club, Sea Cloud Cruises, Windstar, Noble Caledonia, Emerald Cruises, CroisiEurope y Aurora Expeditions, todas con presencia regular y un perfil de cliente con alto nivel adquisitivo.
Entre los buques con más repeticiones figuran el Corinthian -cuatro escalas-, y otros como Clio, La Belle des Océans, Le Dumont d’Urville, Wind Star, SeaDream I, Sylvia Earle, Hebridean Sky, Star Flyer, Emerald Sakara o Le Lapérouse, todos con dos visitas durante el año.
El pasajero de crucero boutique consume más y mejor: apuesta por restauración cuidada, visitas guiadas, experiencias patrimoniales y compras locales. Es un tipo de turismo que se aleja de las grandes masas y que encaja con destinos históricos y manejables como Cartagena.
Las escalas se distribuyeron entre marzo y diciembre, lo que ayuda a desestacionalizar la actividad turística. Este flujo constante -aunque moderado en volumen- ofrece visibilidad internacional y sostiene la actividad de comercio, hostelería, guías y servicios turísticos en meses que tradicionalmente eran más tranquilos.
La ciudad se refuerza así como puerto de referencia en el sector boutique, un nicho en el que prima la calidad del destino, la satisfacción de las navieras y un gasto intensivo que beneficia directamente a la economía local.