Llevamos dos días leyendo los argumentos del Ayuntamiento de Cartagena para justificar el fin de semana en el que la ciudad se vistió de valenciana para celebrar sus propias Fallas. Explican, en un comunicado de prensa que la hostelería, según datos de la encuesta realizada por Hostecar, ha incrementado sus beneficios en un 85,7 % durante el fin de semana de las Fallas en comparación con otros fines de semana habituales. En concreto, un 42,9 % ha aumentado sus ventas por encima del 20 %. El 100 % de los encuestados afirma que la fiesta fue beneficiosa para el sector hostelero y para la ciudad de Cartagena, tanto en términos económicos como de promoción turística.
Por otro lado, añaden que los hoteles y alojamientos turísticos de la ciudad afirman haber estado al 100 % de ocupación durante todo el fin de semana, mientras que los de La Manga han alcanzado el 85 %. Se trata de unos datos poco habituales en estas fechas, tras la Semana Santa, que contribuyen al principal objetivo de los planes de promoción turística del Ayuntamiento de Cartagena: romper con la estacionalidad turística y proporcionar atractivos y experiencias turísticas durante todo el año.
Estas fiestas, como conclusión, han reportado un impacto económico en el municipio de 2 millones de euros, dejando hoteles y apartamentos turísticos llenos en el casco urbano y en La Manga del Mar Menor. Las Fallas se han celebrado durante tres días en Cartagena gracias a la organización de Fallers pel Món, la Diputación de Valencia y el Ayuntamiento de Cartagena.
Así pues, lejos de las críticas a favor o en contra de traer las Fallas a Cartagena, el Ayuntamiento saca pecho del ‘éxito’ de esta actividad, que ha ocupado los espacios públicos del centro de la ciudad durante dos días. Para ello, la administración ha invertido cerca de 40.000 euros en subvenciones, alquileres de carpa, sillas y escenario. El interventor municipal, en uno de los informes emitidos, indicaba que no había sido acreditado suficientemente el interés público local ni la necesidad del evento, pese a su coste significativo. Los datos que ha ido aportando de forma prolija el Gobierno municipal en estas últimas horas quieren justificar que existía interés público y una motivación cultural y turística suficiente.
Pero, a pesar de los fuegos artificiales, las mascletás, la cremà y las miles de personas cantando el himno a Valencia, no todo el mundo ha terminado de entender el motivo de esta larga fiesta, los numerosos actos llevados a cabo, la interminable celebración en el puerto con una gran carpa que ocupaba toda la explanada -recordemos que junto a un BIC como Héroes de Cavite-, ni la necesidad de gastar el dinero en estas actuaciones cuando tantas dudas está generando, principalmente por parte de la oposición, el estado de las cuentas municipales en el pasado ejercicio y en el presente.
Mientras que unos lo consideran la mejor manera de revitalizar el centro de Cartagena, otros hacen hincapié en la necesidad de invertir en pequeños o grandes proyectos que hagan que el casco antiguo tenga vida propia sin necesidad de impulsarlo con respiración artificial. Mientras unos ven que las miles de personas que bebían, cantaban y gastaban en el centro suponen una gran inversión -principalmente para los hosteleros-. otros creen que estos eventos multitudinarios bloquean la actividad diaria de una ciudad con rigurosos y continuos cortes de tráfico y aglomeraciones que la convierten en un auténtico ‘vía crucis’ para los vecinos.
Mientras las críticas arrecian por las “luces y farolillos” a las que la oposición se refiere cuando habla de la forma de hacer política del equipo de Gobierno, la ciudad se prepara, sin solución de continuidad, para otra actividad lúdico-festiva-religiosa: las Cruces de Mayo, que llegan con fiesta, música, barras de bares, conciertos y cortes de calles, aglomeraciones, calles sucias…