MURCIA. A veces, las experiencias más radicales consisten en un simple retorno al origen. Eso pensó el escritor Gabi Martínez hace un tiempo cuando decidió, en pleno invierno, instalarse en la Siberia extremeña, un paisaje de un frío feroz con la intención de recrear y experimentar la forma de vida en la que creció su madre, uno de los pocos referentes morales que Gabi encontraba en un sistema, cada vez, más emponzoñado. En aquel lugar vivirá sin agua corriente, internet o calefacción, cuidando a centenares de ovejas y poniendo de relieve la importancia de los hombres y mujeres del campo -agricultores, veterinarios, pastores, ecologistas- cuyo trabajo diario inspira al autor para esta escribir esta crónica naturalista que acaba de publicar Seix Barral: Un cambio de verdad. Una vuelta al origen en tierra de pastores.
- Creo que el origen de este libro tiene que ver con tu intención de vivir durante una temporada como lo hizo tu madre de niña, ¿no?
- Bueno, hay dos motores fundamentalmente en el libro. Todo empieza con una inquietud medioambiental que yo tenía importante que arranca poco después de que naciera mi hijo. Ahí supongo que te empiezas a plantear muchas cosas. Y yendo al acuario de Barcelona, vimos una vitrina donde había un coral donde ponía que era de la gran barrera de coral australiana y que si la temperatura del planeta aumentaba en dos grados, gran parte de esa barrera desaparecería. Pensé que si el pequeño que tenía al lado llegaría a ver esa maravilla natural. Me obsesioné de tal forma que con unos ahorros que tenía, me organicé para viajar a Australia y escribir un libro sobre esta gran barrera de coral. A partir de ahí mis inquietudes apuntan a cuestiones medioambientales que introduzco en mis libros. Llevé adelante también un proyecto que se llama Animales Invisibles -con el arqueólogo Jordi Serrallonga- y todo eso me llevó a acercarme más a mi territorio, mi entorno, mi familia. Todo eso confluyó con el deterioro de una situación sociopolítica y una gran decadencia moral. Me encontré con muchas más decepciones de las que me había encontrado ya en el periodismo: el periodismo es una gran escuela de decepción. Y a partir de ahí, intentando encontrar apoyos de personas respetables y morales, encontré que mis padres eran unos de ellos. Me pregunté cómo mi madre había mantenido esa moral durante tantos años, vi cómo ella continuaba hablando de la vida en el campo, los lobos y el frío. Así que creí que ella había forjado su carácter -ese sentido de la dignidad y responsabilidad- en la época en la que estuvo haciendo de pastora con su padre.
- Especificas de dos años como grandes puntos de inflexión: 2008 y la crisis económica y, por otro lado, 2015, cuando se aprueba el impuesto del sol que hay un resorte que se despierta en ti. ¿Esas dos fechas son cruciales para el contexto del libro?
- Sí y ahora con la pandemia, las suscribo todavía más. 2008 es un momento en el que llega el primer cataclismo económico de los últimos tiempos y llega en un momento en el que comienza a abrirse un discurso ecologista cuyo principal hito es el documental que lanzó Al Gore. Es un momento en el que todos los poderes, incluidos los fácticos, están mirando a un cambio de modelo ecosistémico. Pero entonces llega la crisis y toda esa voluntad se detiene. En España, en concreto, lo que hace el gobierno es acabar con la ley de las energía renovables. Curiosamente ahora que estamos en un momento parecido de atención a lo ecológico, llega la pandemia y pasa lo mismo. Una de las preguntas ahora es si vamos a actuar como en 2008 o vamos a sostener un poco los cambios que se están sugiriendo hacer en lo que tiene que ver con lo ambiental. Y 2015 es el momento que sublima esa separación que hay en 2008 hacia el dinero. Ahí se ve que las buenas palabras de algunos era pura fachada y lo que importa es el dinero. La apuesta de fondo es intentar eliminar cualquier iniciativa por parte de individuos u organizaciones que vayan por un lugar diferente, hasta el punto de poner un impuesto al sol para neutralizar a la gente que quiere buscarse la vida por su cuenta.
- En el libro hablas mucho de la importancia del relato. Dices que cuando cuentas algo lo estás creando. Hablas de una especie de burbuja narrativa y no sé si crees que hay también una burbuja literaria en torno a esta etiqueta en la que incluyen muchas veces: 'nature writing'. No sé si este género que ya empieza, por ejemplo, con Thoreau, responde a una preocupación real por la naturaleza en la actualidad.
- Yo creo que sí. Lo que pasa que en España vamos por detrás de otros países. Aquí nos están llegando títulos que en otros países fueron publicados hace 40 años. Que exista este boom de los libros sobre la naturaleza quiere decir que existe ese interés. Lo que es curioso es que tengamos que ir al extranjero para encontrar a personas que nos argumenten con un poco de solidez lo que es la relación con el ser humano y al naturaleza. La contradicción es que hace un siglo, ya tuvimos aquí a una generación del 27 estupenda que miró hacia la naturaleza para que, más allá de las banderas, amar la tierra por lo que es, por el hecho de caminarla y trabajarla. Lo que ocurrió es que tras la guerra, todo se vino abajo, nuevamente por la cuestión económica. España todavía sufre las consecuencias de haber atendido exclusivamente al dinero durante demasiado tiempo. Ahora hay un grupo de personas que se han dado cuenta de cómo el descuido de lo natural afecta a nuestra vida de forma directa, pero todavía hay muchísimo trabajo que hacer. No tenemos un caudal de autores locales que puedan explicarnos, por ejemplo, la dehesa u otro de nuestros paisajes. Me ha sorprendido que mi libro se haya traducido al francés pero, claro, allí hay dos partidos ecologistas muy potentes y entienden que escribir sobre naturaleza no es algo bucólico o triste, como podrían asociar muchos después de La lluvia amarilla de Julio Llamazares, sino que la naturaleza va mucho más allá. Aquí estamos todavía en el momento de que más gente se interese por un género vastísimo. Esto viene de un trazado que viene de la Transición y de cuando la gente empieza a emigrar a las ciudades y ve la ciudad como el lugar donde está la libertad y el dinero, mientras que el campo queda atrás como un lugar de tristeza de abandono. Y este es el relato que compra el campo y le está lastrando. Ahora, en un momento límite, se está empezando a repensar todo esto.
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Gabi Martínez: “Escribir sobre naturaleza no es algo bucólico o triste”
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Publicado: 12/08/2020 ·
17:17
Actualizado: 12/08/2020 · 17:20
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