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Tú dale a un mono un teclado

El aislamiento como forma de tortura

  • Foto: Kike Taberner

Los gobiernos de todo el mundo han hecho planes para proteger nuestra vida. Vivir, a costa de lo que sea, es el objetivo principal de los gestores de la crisis. En nuestra salud mental nadie ha pensado demasiado. No es algo extraño. La eutanasia no es legal en la mayoría de países del mundo. La máxima imperante parece ser mantener con vida el cuerpo.  Aunque tu padre haya dejado de hablar más allá de balbuceos. ¿Qué importa su cabeza? Lo importante es mantener con vida el cuerpo, aunque a ese cuerpo ya no le queden ni recuerdos ni opiniones. ¿Por qué este sinsentido? Probablemente un poso inútil del pensamiento religioso: la vida como regalo de Dios. El suicidio por tanto la mayor de las afrentas contra El Creador.

Si nos fijamos, es mucho más difícil conseguir una baja por estrés que por esguince. Cuando el esguince es un mal mucho menor que el estrés. La ruptura de una pierna puede ser un motivo para faltar al trabajo, pero la ruptura de un matrimonio, por ejemplo, no suele serlo. Aunque estés destrozado y solo desees llorar. Aunque no puedas concentrarte en nada. Si tú problema es emocional hay una solución socialmente aceptada: hincharse de pastillas para parecer normal. ¿En serio? ¿Por qué? Pues supongo que también es un poso inútil del pensamiento industrial capitalista: somos principalmente fuerza de trabajo.

Resumiendo: por absurdo que sea, damos mucha más importancia al cuerpo que a la salud mental. Y esta crisis no está siendo una excepción. Los gobiernos de todo el mundo han tomado medias para salvarnos la vida y para salvar la economía. Los estragos que estas medidas hagan en nuestra cabeza están por ver. Y, en mi opinión, no han sido debidamente estudiadas. Teléfonos gratuitos de atención psicológica no son suficiente.

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