BRUSELAS. Los Anti-Vax fueron ganando terreno en el mundo occidental. Mientras el resto del planeta mendigaba una vacuna contra la covid, los continentes ricos despreciaban la cura contra la pandemia. Los gobiernos nacionales luchaban contra la moda de los tradicionales antivacunas, aliados ahora con los negacionistas para plantar cara a un sistema que no había podido controlar los contagios año y medio después de que el coronavirus se expandiera a nivel mundial.
El eHealth comenzó por ser una garantía para recuperar la libertad de movimientos de la gente sana. La principal prueba era la vacunación. En su defecto, deberían aportar prueba de test o recuperación de la enfermedad por tiempo determinado. A la posibilidad de circulación, se unió en algunos territorios la condición para la vida social, en primer lugar, y el permiso para trabajar, posteriormente.
El gobierno del Territorio-Europa había asegurado desde un primer momento que la vacuna era voluntaria y que de ningún modo podía obligarse a la población. Pero también había dado potestad a los Estados miembros de la Unión a que introdujeran las medidas restrictivas necesarias, en caso de que fuera necesario contener los contagios y el aumento de la incidencia del virus. Ello pasaba por exigir pruebas de la salud mediante el Certificado Digital Covid, donde figuraban los datos sanitarios de cada ciudadano en relación a esta enfermedad y, entre ellos, la vacuna.