MURCIA. Las letras gallegas consiguen un nuevo triunfo, el de ganar, dos años consecutivos, el Premio Nacional de Narrativa. Si en 2021 fue Xesús Fraga con Virtudes (e misterios), en 2022 hizo lo propio Marilar Aleixandre con As malas mulleres, una novela que relata la vida en La Galera, una cárcel de mujeres, en A Coruña durante el siglo XIX. Aleixandre se ha encargado ahora de su traducción al castellano, editada por Xordica; en catalán lo editará también próximamente Bromera, a través de su colección L’Eclèctica, con traducción del Sebastià Portell.
En Las Malas Mujeres, Marilar Aleixandre, dibuja una visión poliédrica que funciona tanto como reivindicación del acceso a la educación de las mujeres como relato anticarcelario, como reflejo de cómo las mujeres (las que vivían en una situación más privilegiada y las que estaban encerradas) vivieron algunos acontecimientos históricos de aquella época.
“El acceso al conocimiento es uno de los temas centrales de la historia, porque no solo habla de personajes olvidados por la Historia, sino que son personas a las que les ha sido negadas ese derecho. No solo hablo de mujeres, sino también de la gente pobre en general, que hasta antes de ayer han tenido explícitamente prohibido alfabetizarse”, apunta Aleixandre, que desarrolla su novela en el contexto del Rexurdimento gallego, y funciona casi como una contracrónica que pone luz sobre aquellos lugares donde la cultura no estaba llegando, intencionadamente y con alevosía. Son “las malas mujeres” las que la monja que diseñó las galeras (las cárceles para mujeres) decía que “había que sacar de las calles” para aprisionar.
La escritora propone un cruce difuso entre los hechos históricos y la ficción, donde en las historias personales, en las conversaciones, se permite la creación desde cero, pero sirve para señalar algunas partes oscuras de la historia: “que hubo un grupo de mujeres que se empeñó en enseñar a leer a las presas es un hecho histórico. Que las acabaran echando, también”. Destacan también la figura de Concepción Arenal, conocida como escritora, pero que también trabajo como visitadora de aquellas galeras, lo que formó en ella un pensamiento especialmente crítico con la situación en la que vivían las presas y que reflejaría en varios ensayos. También Juana de Vega, una importante activista liberal en la España del convulso siglo XIX que acabó reconocida como “conspiradora” precisamente porque no había otra vía para la participación activa en política para las mujeres.
Arenal y De Vega coinciden, en Las malas mujeres, en La Galera, una cárcel que también existió en A Coruña y donde llegaron a convivir 300 mujeres. “Ves ahora dónde estaba ubicada —ahora es un edificio residencial— y es terrorífico pensar cómo debían vivir hacinadas”, relata Aleixandre. Ya dentro de La Galera, la historia habla de Sisca, una mujer que acaba allí por el “delito” de acompañar a su madre a abortar; pero también de Pepa a Loba —que también es un personaje real, una conocida bandolera gallega—, y tantas otras que son aquellas tachadas de “malas mujeres” por la sociedad de entonces. Encerradas conviven las presas por delitos morales y penales; las peligrosas para la vida humana y las peligrosas que, buscando su libertad, se la arrebataron del todo. “Las malas mujeres” también son aquellas que, sin estar presas, lucharon por hacer más humana la cárcel, e intentar hacer de esta un lugar real para la reinserción, donde las mujeres aprovecharan para salir más formadas.
Sobre la forma, Marilar Aleixandre apuesta por enseñar las costuras de ese cruce entre la realidad y la ficción. En el primer terreno, incluye documentos históricos para dar verosimilitud a la historia, y cruza las vidas de estas mujeres con un puñado de hechos históricos. En el segundo, crea un coro en varios capítulos, que cruzan poemas, cartas y voces de mujeres que se dan respuestas entre ellas. Es precisamente esta cuestión una de las más destacadas por el jurado del Premio Nacional, y Aleixandre reconoce que para ella el proceso ha sido una cuestión natural, y justifica cada decisión sin pretensiones ni alardes estéticos. Todo por la historia que no fue apartada de la Historia. Porque así llegó ella a La Galera, tirando de un hilo del que casi nadie había querido tirar.
Aleixandre está entusiasmada por la recepción del libro en gallego: “Nunca sabes qué va a pasar con un libro, en mi caso y sobre todo, cuando escribes para adultos. Que alguien se ha acercado y me ha dicho que incluso ha llorado con el libro… Es un honor”, cuenta. Xordica, que ya editó Virtudes (e misterios), se interesó por la novela al ganar el premio Blanco Amor y antes de conocerse el fallo del Premio Nacional. Aleixandre, que ya estaba empezando a traducirla, se animó a hacerlo entonces. Lo hace con una editorial pequeña, cuyo catálogo pone el acento especialmente en novela en aragonés.
El proceso de traducción ha contado con anécdotas y curiosidades. “Traducir tu propia obra siempre es escribirla por segunda vez”: como ejemplo, la primera palabra del libro, “Desterrida”, era “complicadísima” de traducir, y propuso, “Desesperanza”. También se han modificado nombres de pájaros o de flores porque, en su traducción literal, perdía la sonoridad o la elegancia de su primera escritura en gallego. De paso, “entre ediciones, en esa escritura, he incluido alguna idea o cambiado otras. Al traducir al castellano, aproveché también para enviar esos cambios para la edición en gallego”.
Y un mensaje para la esperanza: “A pesar de todos los ataques que viven las otras lenguas en España, yo soy optimista porque resisten. La situación en otros lugares de Europa es dramática porque los países arrasan con ellas. Hablo del bretón o del romañol, que no están en la escuela y que no se aprenden. En el caso del gallego, la práctica totalidad de la población tiene competencia para usar la lengua, y lo que falta es que se haga”, resume Aleixandre. Madrileña afincada en Galicia desde hace décadas, adoptó la lengua propia para crear su obra literaria, y ha sido con ella con la que ha alcanzado uno de los premios más prestigiosos de las letras (todas) españolas.