En la estación de ferrocarril, sentado en un banco, esperando la llegada del tren. Las cinco y cuarenta y dos. Señores pasajeros: el Alvia procedente de Cartagena, con destino Madrid - Atocha, va a efectuar su salida. La luna sigue arriba; hermosa ella, ilumina las vías del tren. La estación remodelada de El Carmen, MZA, la tibia noche de marzo, taca taca taca taca, las ruedas de la maleta acercándose y alejándose. No puedo dormir, ¡Dios!
¿Para qué voy a Madrid? -me pregunto -. Aquello va a reventar en cualquier momento. La enfermedad, sus raíces, el subsuelo, la gente a la derecha en las escaleras mecánicas, el metro, gente con mascarilla. Taca taca taca taca. La cabeza me va a estallar.
Madrid es una ciudad de un millón de cadáveres- sigue escribiendo Dámaso Alonso en el bucle del tiempo, del frío y del cielo grisáceo. Al amanecer las tierras onduladas, tímidas al mostrarse, las nubes alargadas y delgadas, el sol que emerge desde la derecha.
Un nueve de marzo.
Héctor Maravall habla. Esta gente de Podemos no escucha a los mayores de cincuenta años. Han decidido, equivocadamente, recuperar la idea de una ley marco de servicios sociales. Casi las once de la mañana. Me quito el jersey, me arremango la camisa. Hace calor. En el interior de Madrid hace calor. La brisa sube calle arriba. ¿Dónde están los gorriones?
El metro está atestado. Las puertas de los vagones, abiertas. Miro a la gente, nadie se mueve. ¿Entro o no entro? Si lo hago retrocederá habrá espacio para la maleta y para mí. Taca taca taca taca. Me quedo observando como se cierran las puertas, como el convoy se pone en marcha y se aleja por el túnel. ¿Qué boca de lobo es aquélla que atrae a la luz de la luna haciéndola vana y estéril? ¿Cuánto falta para que Maravall nos diga que aquello es trabajo de titanes, que regresemos a casa. Los dirigentes de Podemos no hacen caso a los mayores de cincuenta años, salvo al General ese del Ejército del Aire. ¿Cómo se llama? Ah, sí. Julio Rodríguez.
Luna llena del cuervo.
Avanza la mañana. Es mediodía. Madrid duplica los enfermos en veinticuatro horas. El cisne negro sobrevuela sus tejados y azoteas. Las calles alineadas, perpendiculares y transversales, las copas de los árboles a izquierda y derecha, ramas desnudas en un día inusitadamente caluroso. Taca taca taca taca taca, el sonido de las ruedas de la maleta sobre el cielo empedrado. La piel desgarrada de las nubes.
La tarde de un nueve de marzo.
Es la hora de la comida. Un aperitivo antes, una cerveza, siete estrellas blancas sobre fondo rojo carmesí. Ondean las banderas en la Puerta del Sol, se enfrentan los edificios hasta unirse en un abrazo fraternal. Aceitunas, negras y blancas, patatas fritas. Ahora vuelvo, voy al cuarto de baño. Me miro al espejo. ¿Dónde está el jabón de manos? Recuerda: no te toques la cara. España tiene la mejor sanidad pública del mundo. Madrid del universo. Sin casi impuestos, por supuesto. Hay que dejar el mercado a la iniciativa privada.
Taca taca taca taca taca.
Cae la tarde. Las diapositivas de la presentación se suceden sobre la pantalla. Se sigue hablando de servicios sociales. Afuera el tiempo se derrite en los relojes. Madrid contiene la respiración. Alguien tose, las cabezas se vuelven. Una llamada de teléfono. Aprovecho para salir y extender el jabón entre los dedos de las manos. Vuelvo a mirarme al espejo. La piel de la frente enrojecida. El estrés, el maldito estrés.
Taca taca taca taca taca.
Anochece. Inminente rueda de prensa del ministro de Sanidad. Se ha reunido poco antes mediante videoconferencia con los titulares de Salud de las comunidades autónomas. La enfermedad se ha vuelto incontrolable en Madrid, en Vitoria. Wall Street suspende durante quince minutos. El Dow Jones cae casi un ocho por ciento. Taca taca taca taca taca, el pánico oculta su rostro con mascarilla.
Me escriben en el whatsapp: ¿Qué haces en Madrid? Van a cerrar colegios, institutos, universidades. Van a cerrar el campo. Respondo irónicamente: la gente camina con mascarillas (el 30% mínimo), dan la espalda. Ahora mismo el autobús vacío, no te miran... ¿Estás loco?, ¿cómo se te ha ocurrido ir precisamente hoy a Madrid?. ¿El azar tal vez?
Llego al hotel. En la recepción, el gel hidroalcohólico. Lo utilizo por primera vez. Reseca las manos. Alguien pasa a mi lado. Estoy cargado, dice. Salgo a la calle. La luna majestuosa sobre los edificios. ¿Qué calle es esta? ¡Ah, sí!: Hermanos García Noblejas. Madrid y su memoria histérica. A mí lado, la gente fuma. Se puede estar en camisa, nueve de marzo.
Madrugada del diez de marzo. De nuevo desvelado. El País Digital. Letra grande: Madrid se enfrenta al avance del coronavirus con una sanidad desbordada. Letra pequeña: La población ha crecido entre 2010 y 2018 en medio millón de personas mientras hay 3.300 profesionales sanitarios menos. El paraíso fiscal, el nicho primogenio del neoliberalismo. Aguirre, Díaz Ayuso. ¡Venid a Madrid!, ¡traed vuestros capitales a Madrid!
Taca taca taca taca taca.
Pronto clareará. ¿Cómo se llama aquella película? "Veintiocho días después". Amanece en Londres. Sus grandes avenidas vacías, el puente de Westminster, Picadilly Circus. Jim se ha despertado en el hospital. Así arrancan las grandes películas, así comienza el apocalipsis...
Taca taca taca taca taca. Las ruedas de la maleta sobre la acera.
Francisco Saura Pérez es licenciado en Historia. Coordinador de Administración Autonómica de FSC-CCOO Región de Murcia