A las duchas frías y cortas del verano, les seguirían un invierno crudo y cruel con paros intermitentes, cortes de luz y la incertidumbre de una feliz navidad. Pero todo ello aún estaba lejos de aquél tórrido estío del Año II d.C. -después de la covid-, cuando el cielo se tornó rojo y las lenguas de fuego devoraron la tierra. Fue una terrible premonición que se llevó consigo cuerpos y almas, el preludio del CaosPrevio.
"Cualquier ciudadano, empresa u organización puede ahorrar energía. Si todos adoptamos pequeños cambios de comportamiento, la diferencia puede ser significativa. También serán necesarias medidas de contingencia en caso de interrupciones del abastecimiento". La palabra racionamiento se podía leer entre líneas, en las primeras recomendaciones que el Gobierno de la Unión dirigió a los Estados del TerritorioEuropa. Los más mayores no querían recordar las largas colas del pan, con una cartilla de racionamiento por familia… Rescoldos de una guerra que muchos quisieron soterrar.
Y el racionamiento llegó a un siglo XXI que libraba una típica guerra del XX y que en la tierra del bienestar, de las calles asfaltadas, los supermercados llenos y el agua rebosando en las bañeras se atrevía a pedir a sus ciudadanos contención. “Podemos reducir el consumo de energía de muchas formas en nuestra vida cotidiana, por ejemplo: bajando la temperatura de la calefacción o usando menos aire acondicionado; utilizando los electrodomésticos de forma más eficiente; conduciendo de un modo más económico; cambiando de hábitos hacia más transporte público y movilidad activa, y apagando las luces.
Lo de apagar las luces era un clásico desde la primera guerra de la energía, en los años 70 del siglo pasado. También lo era en tiempos de guerra, cuando el enemigo acechaba por cielo y tierra. “Hubo un punto de inflexión en los hogares españoles de la Transición cundo, de repente, mi madre -como todas las madres- nos educó con la frase: ‘Apaga la luz al salir de la habitación?’. O al subir la escalera o al terminar en el baño…”. La Tieta volvía a recordar las medidas de ahorro energético que se repetían en economía de guerra.
El mantra de los burócratas de Bruselas se repetía también: "Contribuir a garantizar precios de la energía asequibles para los hogares y las empresas, aumentar la resiliencia del sistema energético de la UE y del mercado interior de la energía, proporcionar seguridad de suministros y apoyar la transición a la neutralidad climática".
Estas palabras grandilocuentes chocaban con el coste de la guerra de Ucrania para los bolsillos de los ciudadanos. Se necesitarían inversiones adicionales por un valor de 210.000 millones de euros hasta 2027 para eliminar gradualmente las importaciones de combustibles fósiles procedentes de Rusia, que en esos momentos costaban a los contribuyentes europeos cerca de 100.000 millones de euros al año.
El objetivo era acabar con la dependencia de la UE de los combustibles fósiles procedentes de Rusia. Lo que requerirá un considerable aumento de las energías renovables y una aceleración de la electrificación, así como la sustitución de la calefacción y el combustible de origen fósil en la industria, los edificios y el transporte. "Con el tiempo, la transición hacia una energía limpia contribuirá a la bajada de los precios de la energía y reducirá la dependencia de las importaciones".
-Esta frase se repetía con cada guerra por el petróleo, el gas o cualquier recurso energético. Pero los precios nunca bajaron y las escasas fábricas que quedaban en Europa se desvanecieron junto con los sueños de reindustrialización al no poder mantener una cadena de producción sin energía. La expulsión de trabajadores de las cadenas de producción fue, esta vez, definitiva. ¿Recuerdas lo que le pasó a tu abuelo, David?
-Fue todo un mal sueño, Laura. Vivieron el nacimiento de la pandemia de la covid y la muerte del sistema de consumo energético. Mientras se ponía en marcha la Estrategia de Energía Solar de la UE, con el despliegue de la energía fotovoltaica, la gente que decidió no emigrar a LaGranFábrica aprendió a vivir sin luz de gas.