MURCIA. El oficio de Auroro se encuentra enmarcado en una España y en una Región de Murcia eminentemente rural, en donde la tradición se entremezcla con la superstición y con los acontecimiento sobrenaturales relacionados con la sanación y el tránsito hacia el más allá. Podemos incluirlo en una serie de labores y trabajos relacionados con la muerte y que estaban presentes en los pueblos, las aledas y las ciudades hasta prácticamente los años 70 del siglo pasado. Estas figuras se encuentran documentadas por todo nuestro país del mismo modo que el resto de oficios relacionados con él.
Hoy en día siguen existiendo cofradía de auroros destinadas a los cantos y oraciones tras el fallecimiento o la inminente venida de la muerte a una familia. Había una tradición que decía que gracias a esos cantos se sacaban las almas del purgatorio.
Desde un punto de vista histórico podemos apreciar múltiples elementos a destacar: las propias oraciones no son otra cosa que la expresión musical de la fe; su propia puesta en escena es muy característica, pues en las frías noches cantaban en coros formados por grupos de dos, donde se veía el farol que siempre les acompaña y la campana, la famosa campana que marcaba el ritmo y el son de los cánticos. Se decía que de esa manera llamaban a las ánimas benditas y éstas los acompañaban en su deambular por el pueblo o ciudad.
Del mismo modo encontramos también en su labor una forma de evangelizar totalmente altruista y ante todo un patrimonio inmaterial en constante evolución y que hoy en día ha caído en desuso. De ahí que a través de estas líneas intentemos documentar esta tradición.
Entre las cofradías de auroros que hoy en día podemos encontrar destacamos la de Pozo Estrecho (Cartagena), la de Ntra. Sra. del Rosario de Santa Cruz (Murcia) o los Auroros del Ricón de la Seca.
Existen otras figuras como los animeros, los inocentes, los calentureros y los calcaborras que nos hacen pensar en que la muerte no sólo estaba relacionada con los salutaores y acabadores, sino que además se estipulaban una serie de figuras para la protección del alma del difunto así como el tránsito de la misma hacia el más allá.
En Yecla los auroros tenían como cometido acompañar al viático cuando uno de sus cofrades estaba en peligro de muerte. Así se presentaban en casa del moribundo portando hachotes e iluminarias para ayudar al sacerdote en su labor de dar la confesión y la extrema unción al moribundo. Otros auroros, como sucedía en Rincón de la Seca en la Huerta de Murcia, llegaban el día de difuntos al cementerio, en donde cantaban Salves de Difuntos antes las fosas de los familiares o amigos que les contrataban para tal fin. También se cantaban Salves del Ángel cuando moría un niño y, del mismo modo, había un repertorio de Salves de Enfermo.
El Calcaborras en la Puebla de Don Fabrique (Granada) es muy similar al de los Calentureros de Yeste (Albacete). Eran grupos que salían el día de los inocentes por toda la ciudad, disfrazados y portando látigos con los que daban a los vecinos de la zona. Cada golpe estaba acompañado de un pago aunque en ocasiones robaban partes de prendas a los propios congéneres y les obligaban a recuperarlas previo pago de una cantidad. Con ese dinero obtenido en esta jornada se compraban misas a beneficio de las almas benditas.
* Santi García es responsable de 'Rutas Misteriosas' y autor del libro 'Murcia, Región Sobrenatural'