Los inversores han disfrutado de un buen comienzo de año, con los principales índices europeos por encima de los días previos a la invasión rusa de Ucrania
MADRID. El miércoles de la pasada semana índices al contado y futuros de los principales índices bursátiles americanos cayeron con fuerza; mientras al día siguiente contagiaron a sus homólogos del Viejo Continente. La debilidad de los indicadores económicos publicados en Estados Unidos -especialmente el relativo a las ventas minoristas de diciembre- propició dichos recortes. Hasta el punto que generó la mayor caída diaria (-1,6%) en más de un mes del S&P 500.
La debilidad de otros datos de actividad y demanda y la moderación de la inflación mayorista, que también se publicaron, favorecían la idea de relajación de las expectativas de subidas de tipos por parte de la Reserva Federal (FED). Por primera vez en bastante tiempo pesó más el temor a que la economía estadounidense esté entrando en recesión a que el banco central norteamericano pueda seguir subiendo tipos.
En definitiva, se trata de algo que llevamos tiempo diciendo que tarde o temprano debería de ocurrir: el 'temor monetario'. El miedo de los inversores al efecto de las alzas de tipos por parte de los bancos centrales -con el fin de combatir la inflación- sería sustituido por la realidad de una inminente recesión.
Pero es que además los bancos centrales, lejos de pensar en dar marcha atrás en el proceso de endurecer la política monetaria, lo que anuncian es justo lo contrario. Así, el presidente de la FED de St. Louis, James Bullard, y su homóloga de Cleveland, Loretta Mester, entre otros, abogaron por aumentarlos más allá del 5%. En Europa, el gobernador del Banco de Francia y, posteriormente, la propia presidenta del BCE recordaban oportunamente que "mejores datos permiten mayores subidas de tipos", así como que "la inflación todavía permanece en niveles ciertamente elevados"… para que a nadie se le olvide.
Hemos mencionado a menudo, en algunos comentarios, que, en los mercados y en los últimos tiempos, las malas noticias eran consideradas como buenas noticias. ¿Por qué? Porque en un razonamiento simple por parte de muchos inversores -y no sólo en el caso de inversores minoristas sino también institucionales- es lo que finalmente obligaría a los bancos centrales a dejar de subir los tipos de interés de referencia. Entonces, ¿por qué las malas noticias ahora son sólo malas noticias?
Retrocedamos un poco. Imaginemos que estamos en un mercado alcista casi después de una década y que empiezan a aparecer las primeras malas noticias, tal y como ocurrió a finales de 2021. Al principio a nadie le importa, pero cuando comienzan a acumularse las cosas empiezan a cambiar, mientras la preocupación empieza a hacerse dueña de los inversores. Las posiciones más arriesgadas se evaporan y los excesos empiezan a borrarse. Después de muchas dudas, los bancos centrales reaccionan tarde, muy tarde y quizás de forma exagerada, cambiando sus laxas políticas monetarias de hace más de una década. De este modo comienza a desarrollarse un proceso no favorable precisamente para los inversores. Los mercados bajan en bloque y llega el pánico.
En ese momento, las buenas noticias se convierten en malas noticias porque obligan a los bancos centrales a ser duros con los mercados, subiendo tipos de interés a discreción para hacer desaparecer los excesos. Como resultado, las malas noticias triunfan sobre las buenas porque se convierten en buenas... pero para los inversores porque entienden que los bancos centrales tendrán que calmarse un poco y estabilizar los tipos y que la caída de los mismos para reactivar la economía estará cada vez más cerca.
Pero ahora se pone en marcha la última parte del proceso. Ahora las malas noticias tienden a ser sólo malas. ¿Por qué? Pues porque los datos económicos débiles pueden crear desequilibrios profundos y conducir a situaciones aún más problemáticas: una recesión marcada, o incluso una situación peor denominada estanflación... aunque ahora, un año después de los primeros síntomas, no creemos que lleguemos ahí.
En resumen, los inversores han disfrutado de un buen comienzo de año, con los principales índices europeos cotizando a niveles superiores a los de los días previos a la invasión rusa de Ucrania - algo que no tiene mucho sentido-, pero ahora no están muy seguros de la solidez de sus convicciones.
Antonio Castelo es analista de iBroker