MURCIA. Leí una vez que los españoles somos los únicos que nos sentamos a la mesa hablando de comida. No me pudo arrebatar esta afirmación más que una carcajada. De pequeño, cuando terminaba de comer, preguntaba qué iba a comer al día siguiente. Soy planificador a pesar de luego no hacer caso. Cuando mis amigas me arrastran del teclado a la calle y entramos en un bar cualquiera siempre terminamos hablando de lo mismo: de comida. De lo que comeremos y de lo que podríamos comer otras veces, de las hamburguesas que no hemos probado todavía allí y de todo lo que nos queda por descubrir en la ciudad. Hablamos de todo lo que importa realmente. ¿Qué hay más sencillo que planificar lo que vamos a comer diariamente y a la vez tan complejo?
En un mundo donde la extravagancia y la ostentación roban el centro de atención en la industria de la moda, Moisés Nieto se ha atrevido a redescubrir la belleza en la simplicidad. A salirse del tiesto. Partiendo de la esencia de lo cotidiano, se ha creado una colección que se eleva a través de su enfoque en las formas más sutiles. Era como una sábana blanca colgada en mitad del campo, recién lavada y con ese aroma a fresco. A limpio.
Analizando la pureza del cuadrado, un símbolo de equilibrio y orden en el caos, la colección viaja entre geometría y sueños. Cada prenda es una evolución de minimalismo, construida sin costuras visibles, lo que permite que las formas fluyan libremente, abrazando el cuerpo con sencillez.
En un giro audaz en su enfoque previo, el negro se ha apoderado de gran parte de la paleta de colores. Este tono, poco común en las colecciones anteriores del diseñador, ahora representa los valores fundamentales de la marca, que se encamina hacia una visión más sincera y auténtica de la moda. La persona que abrace estas prendas lo hará con una profunda conexión con la filosofía de la marca.
Los tejidos, como la lana, el algodón y el lino, predominan en la colección. En ocasiones, estos tejidos se enriquecen con texturas sutiles y se juega con los gramajes, creando una experiencia táctil única. La colección también incluye una selección de tejidos de sastrería que han sido descontextualizados para crear prendas con una sobriedad estructural.
En un mundo donde menos es a menudo más, esta colección es un recordatorio de la belleza se encuentra en la simplicidad. Cada prenda es una declaración audaz de la moda que celebra la esencia de la vida cotidiana y pone de manifiesto la elegancia en su forma más pura. Cuando pienso en el olor a limpio que desprendía esta colección –por colores y formas– mi cabeza viaja desde Madrid hasta mi casa. Ese olor a ambientador. El champú de bebé con el que mi madre me lavaba el pelo de niño o la colonia fresca con la que me perfumaba después del baño.
Leí el otro día que una poeta decía que la mirada no se entrena. Que se tiene o no se tiene. Decía algo así como que, con la mirada poética –no solo para la poesía, claro; hablemos de la observación de la belleza en general– se nacía. Esa afirmación sería algo similar a decir que el que nace tonto muere tonto –que en parte sí–, pero todo el mundo debe de tener la posibilidad de redimirse ante la vida.
Los años me han enseñado que las personas rara vez cambian y que la cabra tira al monte, pero creo en la posibilidad de cambiar nuestros errores, así como entrenar nuestra mirada ante la belleza. ¿Dónde están los que pueden parar el mundo solo con mirar? Eso es lo que sucede cuando el niño crece y comprende lo que su padre ignora. Decir que no podemos aprenderlo –muchas veces por los entornos en los que nos criamos– es como afirmar que nacemos condenados a las decisiones previas de los que las tomaron antes que nosotros.
No tengo la misma mirada que hace un par de años. He entrenado el ojo ante telas, telares y patrones. Los diseñadores que un día admiré –y hoy ya aprecio– me han formado en la distancia, en sus talleres y desfiles. He encontrado la belleza en la pasarela pero, sobre todo, en lo ordinario.
En la gota que espejea por el vidrio de un botellín de cerveza o en un amanecer, llenos de barro, en una noche de primavera después de un día demasiado largo y con mi cabeza apoyada sobre el hombro de una de mis amigas. En el soplo del viento o en las tardes de domingo, en mi sofá, viendo esa serie que me sigue encantando. Eso es la mirada poética, un hedonismo a nuestra simplicidad y cotidianidad. ¿Dónde están los que pueden cambiar el mundo solo con pensar?
Y así, sin más, sobre la belleza de la simplicidad o lo que es lo mismo: Moisés Nieto y su mirada poética.