MURCIA (EFE). La sanidad pública calienta motores y prepara el camino para la llegada de la protonterapia para tratar tumores. Según los expertos y la evidencia científica, se trata de una terapia más precisa, menos invasiva, que reduce los efectos secundarios y mejora la calidad de vida del paciente, aunque las reticencias vienen por la parte del elevado coste, unos 50 millones para la puesta en marcha de cada unidad.
Hace tres años se anunció la donación por parte de la Fundación Amancio Ortega de 280 millones de euros destinados a adquirir 10 máquinas de protones que se van a instalar en otros tantos hospitales de la red pública.
En España, ahora mismo, sólo se trata a pacientes con protones en dos centros privados, a los que se derivan de otros hospitales: la Clínica Quirón, en Barcelona, y las instalaciones de la Universitaria de Navarra, en Madrid.
Los centros que se benefician de esta donación son el Complejo Hospitalario de Donostia, el antiguo Hospital Gil Casares junto al Clínico Universitario de Santiago de Compostela, el Hospital Militar de Sevilla y el Materno Infantil de Málaga, la Fe de Valencia, el Dr. Negrín de Gran Canaria, y en Madrid La Paz y Fuenlabrada.
Además, dos de estos equipos están destinados al Parc Sanitari Pere Virgili de Barcelona.
Antes de que la Fundación Amancio Ortega anunciara esta donación, en Cantabria ya se estaban dando los pasos para contar con protonterapia en la sanidad pública, en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla.
El jefe de servicio de Oncología Radioterápica de este centro e impulsor del proyecto de Cantabria, Pedro Prada, defiende, en una entrevista con EFE, los beneficios de esta terapia para los pacientes.
La protonterapia, explica, supone una poderosa arma en la lucha contra el cáncer. Y ello porque permite reducir al máximo la irradiación de los tejidos sanos.
"Con la terapia de protones en muchas localizaciones se puede curar más y tener menos complicaciones. Por eso ahora se han hecho populares, porque hay una evidencia científica de que consigues mejores resultados de curación tratando de una forma menos invasiva, menos lesiva y con menor efecto secundario", destaca.
Las indicaciones para esta terapia son, además, amplias, desde tumores pediátricos, a los alojados en el sistema nervioso, en pulmón, algunos de mama o sarcomas.
Dentro del mapa que en un futuro próximo tendrá la protonterapia en la red sanitaria pública, para Prada no será baladí ser el primer hospital en tener en marcha esta máquina, sino que podría reportar grandes ventajas en términos de oportunidad.
El proyecto cántabro está a punto de comenzar la gran obra del búnker que albergará la máquina de protones, que espera tratar a los primeros pacientes a final de 2026 o comienzos de 2027.
El consejero cántabro, César Pascual, resalta además que la protonterapia prevista en su comunidad puede "marcar la diferencia" y que además es un proyecto que va más allá de la asistencia, porque va a permitir "hacer mucha más innovación y docencia".
Las demás instalaciones van avanzando en un proceso administrativo y de contratación complejo y, por ejemplo, Osakidetza adjudicó a finales de junio la construcción del edificio que albergará la protonterapia en el Complejo Hospitalario de Donostia.
El proyecto de Santiago de Compostela también está de los más avanzados, con una previsión de arrancar en 2026.
Las críticas y reticencias a la instalación de estos equipos en la sanidad pública vienen motivadas por su alto coste.
De hecho, la unidad de Cantabria es la única que financiada al cien por cien con fondos públicos, ya que en los diez equipos restantes es la Fundación Amancio Ortega la que se hace cargo.
Pedro Prada reconoce que el desembolso es importante, pero señala que antes de instalarse en las clínicas privadas era aún mayor y estaba alrededor de 300 millones de euros.