MURCIA. "Tu mirada, a través de la novela, me lleva a Japón sin ninguna barrera ni filtro", le aseguró una amiga tokiota al escritor murciano de adopción Luis Ferrero cuando éste le dio a leer el borrador de Las luces de Oita, "una historia en la que, sin abandonar el misterio y el suspense, he querido ahondar en el fenómeno de los hikikomori, personas que en la sociedad japonesa deciden recluirse voluntariamente durante meses, en algunos casos años y en ocasiones para toda la vida". La novela editada por Marciano Sonoro -que muy pronto llegará a las librerías de todo el país- es una obra que transita entre el género negro y el retrato psicológico de un país -y en concreto de una ciudad-, cuya lectura, según palabras de su autor, "se convierte en una montaña rusa de emociones".
Luis Ferrero no ha escrito esta historia desde la distancia ni apuntándose a esa moda que parece haber por todo lo japonés. Lo ha hecho desde el conocimiento y la fascinación que siente por el país del sol naciente -"un planeta distinto", dice-, después de haber emigrado a China en 2005 y haber viajado y pasado largas estancias desde entonces también en Corea del Sur y Japón. Y es que durante los quince años que ha estado trabajando como promotor de negocios en Asia de una multinacional española, este abogado de profesión ha sabido captar, con mirada de escritor, las emociones de una sociedad que, a pesar de su lejanía, "podemos llegar a comprender".
Aunque leonés de nacimiento, Luis Ferrero reside en la pedanía murciana de Guadalupe (y su madre es de Churra). Allí, durante el confinamiento -en este caso, obligado- le dio las últimas pinceladas a su primera novela que, curiosamente, hablaba de otro tipo de encierro, uno voluntario, que en Japón -donde se valora mucho la aportación del individuo a la comunidad- llevan a cabo personas que deciden apartarse de la sociedad. "Es como si unos niños están jugando dentro del patio de un colegio y uno se queda fuera sintiéndose rechazado", compara Ferrero, quien añade que se calcula que actualmente puede haber en Japón cinco millones de hikikomori, personas de todas las edades recluidas en sus casas.
Además, la ciudad elegida como escenario de esta historia es Oita, una población de 400.000 habitantes, que el escritor considera que "retrata muy bien la sociedad japonesa" y que termina convirtiéndose en un personaje más de una historia coral que comienza cuando a la redacción de un periódico llega el anuncio de un suicidio que tendrá lugar en una semana. A partir de ahí, la novela se adentra en la psicología de unos personajes que sienten y viven con pasión e intensidad sus vidas. Ese es, por ejemplo, "uno de los rasgos de los japoneses que no figura en los estereotipos que tenemos de ellos", señala el escritor, a quien tambien le ha interesado mucho reflejar la relación que tienen con la soledad.
De esta forma, Las luces de Oita acompaña al lector en un viaje por las emociones de la sociedad japonesa que, salvando las diferencias culturales, no le resultarán ajenas. Y es que lo que Ferrero tenía en la cabeza cuando comenzó a escribir esta historia era trasladar a sus páginas las circunstancias que pueden hacer que una persona renuncie a vivir en sociedad. En este sentido, el autor comenta que en Occidente "somos más individualistas", mientras que en Japón tiene una gran importancia lograr un reconocimiento social que no siempre se consigue.
"También he querido que la novela se desarrollara en un clima de misterio, de suspense, que he intentado que se mantenga hasta el final", apunta el escritor, que como lector dice ver "cosas hermosas" en esta novela con la que ha querido retratar, a través de las emociones, un país fascinante.