MURCIA (EFE).- Llevar una vida urbanita es el secreto de las cotorras invasoras para expandirse y establecerse en más de 150 ciudades de la Península Ibérica, según un estudio liderado por el CREAF, que ha usado datos de ciencia ciudadana para elaborar un modelo que simula la expansión de las cotorras argentina y de Kramer.
Según el trabajo, que publica la revista 'Diversity and Distributions', las cotorras argentinas 'Myiopsitta monachus' y las de Kramer 'Psittacula krameri' han encontrado en las ciudades cobijo, recursos y carecen de depredadores, por lo que se han expandido siguiendo las conexiones o infraestructuras entre municipios.
Las dos especies de cotorras se están expandiendo por la Península Ibérica desde 1991, siempre llevando una vida "urbanita", según el estudio, que ha liderado la investigadora del CREAF Laura Cardador y en el que han colaborado la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) la Universidad de Montpellier, el Leibniz Institute for Zoo and Wildlife Research de Berlín, el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) de Zaragoza, la Universidad de Sevilla y la Universidad Pablo de Olavide, también de Sevilla.
El trabajo demuestra que los hábitats humanos, el tipo de ciudades españolas y las conexiones o infraestructuras viarias han sido un trampolín que han permitido que ambas cotorras colonizaran la Península y que se hayan establecido de forma permanente.
El estudio confirma que los factores naturales, como encontrar un clima parecido al de su lugar de origen, también han sido relevantes, pero guarecerse llevando una vida urbanita ha sido la clave que las ha llevado al éxito, según los investigadores, que consideran que los hábitats humanos juegan un papel muy importante en la expansión y permanencia de las especies invasoras.
Por un lado, destaca el estudio, las cotorras de Kramer y argentina se han expandido gracias a las liberaciones voluntarias o involuntarias de individuos de jaulas que vivían en las ciudades como mascotas, aunque esta no sería la única explicación, ya que estas cotorras han colonizado nuevos lugares en la Península después de 2005, cuando la comercialización de estas especies ya estaba prohibida en Europa.
Los investigadores creen que la gran conectividad entre ambientes humanizados ha sido otro motivo importante, ya que las cotorras que viven en las ciudades pueden desplazarse cómodamente de un sitio a otro siguiendo las infraestructuras humanas que conectan las urbes u otros ambientes alterados por los humanos.
El estudio constata que las cotorras parecen tener ya una preadaptación a vivir en las ciudades porque ya lo toleraban bien en su ambiente de origen, lo que implica, por ejemplo, que se aprovechan de la falta de depredadores en las ciudades para sobrevivir y reproducirse con éxito, que son capaces de desarrollar comportamientos innovadores para hacer frente a los peligros o amenazas, o que aprovechan gran variedad de recursos para alimentarse.
Para hacer el estudio, los biólogos del CREAF han utilizado datos de plataformas de ciencia ciudadana, donde la ciudadanía ha ido colgando información de cotorras vistas en diferentes lugares de la Península desde 1991 hasta 2016.
Según ha explicado Cardador, este estudio "nos sirve para entender que las cotorras se han expandido ligadas a los hábitats humanos".
"Ahora, el modelo matemático que hemos desarrollado con todos los datos puede ser una buena primera aproximación para ayudar a priorizar acciones de gestión porque puede identificar áreas sensibles a recibir nuevas colonizaciones, así como áreas en las que podríamos esperar más impactos, tanto por interferencias con las actividades humanas, como con especies sensibles", ha añadido la directora del estudio.
El primer registro oficial de cotorra argentina es de 1975 en la ciudad de Barcelona, y a principios de los años 80 también se detectó en Madrid y Puerto de la Cruz (Tenerife).
Actualmente, según el último censo de SEO/BirdLife en 2015, la especie ya se distribuye por al menos 15 comunidades autónomas, 27 provincias y 142 municipios, con sus principales núcleos reproductores Madrid y Barcelona.
En cuanto a la cotorra de Kramer, según la base de datos del estudio, la primera cita en la Península es de 1970 en Zorita (Cáceres), y a principios de los 80 también se avistó en Laguna (Tenerife), Maspalomas (Gran Canaria), Gijón (Asturias), Málaga, Almería y en Santarem en Portugal.
Según los censos de 2015 de SEO/BirdLife la población española se distribuye al menos a 7 comunidades autónomas, incluyendo 13 provincias, una ciudad autónoma y 34 municipios.