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el interior de las cosas / OPINIÓN

La vida es eterna en cinco minutos

15/09/2023 - 

Crecimos junto a los grandes acontecimientos que se iban produciendo en el mundo. Recuerdo aquel gran cartel que compré en el Rastro de Madrid con una imagen de La Brigada Ramona Parra -eso me dijeron-, del Partido Comunista chileno. Un cartel, Chile Vencerá,  que me ha acompañado en todas las casas que he habitado desde 1976. 

Chile ha sido uno de los faros que nos guiaron en la adolescencia y juventud de los últimos años del franquismo, esa dictadura que se vivió durante cuarenta años en un país a oscuras, desconectado de un mundo en plena evolución, en pleno avance de gobiernos progresistas, de izquierdas, con unos países latinoamericanos que lucharon para conquistar sus libertades frente a dictadores promocionados y financiados desde Estados Unidos. Pinochet, Trujillo, Somoza, Videla… sembraron el pánico, el odio, asesinaron, torturaron y abusaron sin piedad de la ciudadanía. Y aquí teníamos a Franco, del mismo linaje sátrapa.  

Chile fue uno de los faros que nos iluminó en aquellos tiempos de la transición. Salvador Allende, Pablo Neruda, Víctor Jara… fueron referentes, junto a Fidel Castro, Ernesto ‘Che’ Guevara… En aquellos tiempos deseábamos ser libres y gritar que en este país de grises había que acabar con las desigualdades y la ignominia que sufría la mayoría ciudadana. Y crecimos gritando contra todas las injusticias, de un lado y del otro del océano, junto al Frente Polisario y la Organización para la Liberación de Palestina.

Salvador Allende y Pablo Neruda en un mitin electoral de 1970. Ernest Nabàs Orenga

A principios de los años ochenta conocí en Castelló al periodista vallero Ernest Nabàs que, posteriormente, fuera mi redactor jefe en aquel Mediterráneo de la Avenida del Mar. Ernest había estado en Chile en los años setenta, en aquel 4 de septiembre de 1970, celebrando la victoria de la Unidad Popular, gritando aquello del grupo Quilapayún: El pueblo unido jamás será vencido…, con un Salvador Allende que decidió liberar al país y enfrentarse al poder yanqui. Nacionalizó los bienes chilenos que se encontraban bajo dominio de firmas extranjeras. El Chile que acogió a Ernest Nabàs era un país que sufría graves problemas de hambre, pobreza y desigualdades. 

Nabás estuvo cerca del presidente Allende, como periodista y fotógrafo, vivió los primeros años de su gobierno y la gran conflictividad social que motivaron las fuerzas fascistas, patrocinadas desde Washington, y que buscaron paralizar el país. Ernest tardó muchos años en contarnos su experiencia y sufrimiento. Mucho tiempo de amistad hasta que un día explicó porqué tenía problemas en su espalda tras ser golpeado con un fusil de  los militares fascistas. Demasiado tiempo. El horror que vivió le seguía provocando pesadillas, un insomnio del que no lograba escapar. 

En su libro Memòries d’un roder, Ernest Nabàs Orenga descubre aquellos años de compromiso, de aprendizaje y compañerismo junto a los obreros chilenos, de lucha solidaria como sacerdote, así como el dolor, la rabia, as torturas y su detención tras el golpe de estado de Pinochet. Nabàs fue prisionero de Pinochet en el campo de concentración de la isla Quiriquina. Su detención se produjo el 14 de septiembre de 1973. Las redadas contra dirigentes y personas de izquierdas se convirtieron en una cacería insoportable. Miles de personas acabaron detenidas, en pocos días, en campos de fútbol y grandes espacios. Centenares, miles, fueron asesinados, torturados y desaparecidos. Desde la isla de Quiriquina supieron del asesinato del cantautor Víctor Jara y del poeta Pablo Neruda. Hoy, tal como cuenta Ernest Nabás, tras cincuenta años, se ha condenado a los militares asesinos.

Concepción. Mitin electoral. 1970. Ernest Nabàs Orenga

El estimado periodista vallero estuvo en el memorable mitin de Concepción, en la campaña presidencial de 1970, fotografiando un escenario compartido por Salvador Allende y Pablo Neruda. Y llegó a conversar con el poeta chileno y Premio Nobel, emocionándose sobre el trabajo y empeño de Neruda al fletar, en 1939, el barco Winnipeg que evacuó a más de 2.000 españoles de los campos de concentración franceses, perseguidos tras el golpe de estado fascista y la guerra civil española. 

La experiencia de Nabàs, ahora que se cumplen 50 años del golpe de estado de Pinochet y del asesinato de Salvador Allende, cobra una importancia destacada. En tiempos donde el fascismo se desparrama, desde EEUU, Europa y desde nuestro país, ya estamos sufriendo una grave señal de su avance y asentamiento. Momentos difíciles. Momentos de nuevos gobiernos autonómicos, municipales y provinciales que están desplegando los peligros de la derecha y su ultraderecha, el peligro de perder libertades, derechos, de perder los sueños y realidades ciudadanas. 

Este lunes, 11 de septiembre, el Menador de Castellón, a las 19 horas, acogió la conmemoración de estos 50 Años del asesinato de Allende y del golpe militar de Pinochet. Un acto de memoria y de recuerdo, organizado por la Vicerrectoría de Cultura de la UJI y un grupo de personas colaboradoras en este evento. Se inaugura una exposición de imágenes inéditas de Ernest Nabàs sobre Chile en los años setenta. Además se desarrolla una charla sobre aquellos años del golpe de estado con la participación de la vicerrectora de Cultura, Mamen Lázaro, Vicent Garcés, hermano de Joan Garcés, que fuera asesor del Gobierno de Salvador Allende, y Ernest Nabàs.

Salvador Allende conversando con representantes sindicales y obreros. Acto electoral, Ernest Nabàs Orenga.

Este lunes, la ciudad volvía a ser calurosa, pegajosa, a la espera del regreso al colegio y a la ciudad. Mi vecina cocinó ayer unas lentejas con verduras que nos hicieron perder el sentido. Con su zanahoria, sofrito de ajo y tomate, con esa ñora remojada, machacada en el mortero, con cebolla, calabaza y calabacín. Unas lentejas divinas, acompañadas de piparras de Ibarra que le trajo una nieta de veraneo por Euskadi. Acompañamos los pucheros, cocidos, potajes, ollas, y otros caldos, con piparras, porque, desde siempre, el vinagre calma la digestión de estas copiosas y amorosas comidas. 

Tras el postre de unas excelentes rodajas de melón, del colmado de nuestro vecino paquistaní, regadas con canela en polvo, brindamos por la memoria y el recuerdo de Salvador Allende, condenando aquel golpe de estado, condenando la creciente presencia del fascismo en nuestros ayuntamientos, en el gobierno autonómico. La absenta de Segarra, de Xert, no fue suficiente para apagar toda la rabia y la ignominia que nos habita. La ignominia que nos acosa. Acabamos la tarde tarareando Te recuerdo Amanda, de Víctor Jara. Porque la vida es eterna en cinco minutos… 

Buena semana, buena suerte. 

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