EL RETORNADO / OPINIÓN

La terapia de choque

10/11/2022 - 

MURCIA. En cada país existen figuras controvertidas y polémicas, cuyo papel en la historia solo podrá ser interpretado con la equidistancia que trae el paso del tiempo. En Polonia, una de esas personas es Leszek Balcerowicz, el responsable de la llamada terapia de choque que revolucionó la economía polaca y lideró en un tiempo récord la transformación desde el comunismo hacía una economía de mercado. Las doctrinas liberales que propiciaron ese cambio fueron radicales y tuvieron un importante coste social, ya que una parte importante de la sociedad quedó excluida de la nueva realidad post comunista. Hoy, 30 años después de los cambios iniciados por Balcerowicz, Polonia crece a un ritmo envidiable y su éxito demuestra que las reformas valientes pueden conducir a mejoras notables, aunque también conllevan un precio costoso.

Tuve la suerte de conocer a Balcerowicz en 2010, durante una conferencia en Varsovia. El economista me dijo entonces algo que todavía recuerdo: "Los dictadores y los regímenes donde falta la libertad conducen a la pobreza, mientras que las instituciones débiles y el exceso de burocracia lastran el crecimiento económico".

Hoy, Polonia ya ha recuperado con creces su nivel económico prepandemia, mientras que en España todavía seguimos por debajo de 2019. De hecho, llevamos años con un escaso crecimiento económico, lo que hace posible que países como Polonia puedan superarnos económicamente en un futuro pese a partir de una posición de salida mucho más retrasada. La República Checa o Estonia, naciones que también comparten un pasado comunista, ya han rebasado a España en PIB por habitante.

El dinamismo y la complejidad económica de esas sociedades se percibe en el día a día, en el mercado laboral, en la innovación, en el poder adquisitivo creciente y en la llegada de nuevas empresas. Mientras, la decadencia, el estancamiento y la pérdida de oportunidades lastran a una España donde muchos jóvenes, normalmente los más preparados y los que no quieren una vida funcionarial, prefieren emigrar en busca de una primera oportunidad laboral.

Hemos perdido muchos años en este estancamiento que ya parece endémico, y seguimos sin ser capaces de emprender reformas valientes. No abordamos la reducción del gasto público superfluo, ni facilitamos la inversión o la creación de empresas. De la inmensa deuda pública apenas se habla. Aquí preferimos perder el tiempo con agendas sociales que parece que buscan más perpetuar la dependencia del Estado que facilitar el crecimiento personal y económico de los ciudadanos. De nosotros depende el cambio que, aunque puede ser difícil, es necesario si queremos evitar un futuro inquietante.

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