La pugna de los inmigrantes con los migrantes

La división de los ciudadanos en relación con las personas extranjeras que llegan a nuestra región, o al conjunto de España, empieza por la forma de denominarlos. Para un grupo, al que llamaré A, hay que llamarlos inmigrantes; en cambio, para el grupo B son migrantes. Por algún motivo, prefieren obviar la exquisita precisión entre inmigrantes y emigrantes que posee el idioma español. Curiosamente, esa diferencia léxica está correlacionada con otra serie de facetas del tema. Mientras que los del equipo A distinguen a los inmigrantes que entran legalmente de los que entran ilegalmente, los del B amalgaman en una misma categoría a todos los migrantes. Los de A señalan la paradoja de que los ilegales sean invariablemente acogidos, pero los legales sean muchas veces rechazados en las fronteras; en cambio, los del B no ven con simpatía que los empresarios ofrezcan contratos en el extranjero, de forma que el migrante legal satisfaga de antemano ese posible obstáculo en la frontera. Los del A afirman que la inmigración ilegal va en contra de la seguridad nacional y de los propios inmigrantes; los del B no creen que la seguridad forme parte de los pilares del Estado del Bienestar, que reducen a la sanidad, la educación, la justicia y las pensiones, considerando últimamente que convendría añadir la vivienda a la lista. Como he dicho, los del A creen que sin seguridad no hay bienestar. Es más, afirman que la inmigración ilegal agrava la insuficiencia del sistema educativo y sanitario.

Se calcula que miles de personas fallecen cada año en los mares que nos circundan. Según los del A, esos inmigrantes son víctimas de organizaciones criminales que se lucran con sus viajes y ponen en riesgo sus vidas; según los del B, los gobiernos europeos no hacen lo suficiente para proteger a los migrantes sin papeles, ni colaboran con las ONG que los ayudan.

"Se sabe que casi la mitad de los nuevos empleos fueron cubiertos el año pasado por personas extranjeras"

Los del grupo B suelen decir que los migrantes son necesarios para el crecimiento económico. Insisten en que, gracias a los migrantes, el Producto Interior Bruto creció en España en torno al 3% en el último semestre, una tasa más bien alta en el contexto europeo. Los del grupo A responden que ese triunfalismo queda refutado cuando se mide el PIB per cápita. Insisten en que ese índice ha permanecido estacionario e incluso puede que haya bajado ligeramente. Según los del B, en España está creciendo el volumen económico global; según los del A lo que está creciendo es el gasto público y la deuda externa, pero no la riqueza relativa al tamaño de la población. En breve, para los del B cada vez hay más riqueza; para los del B no es que cada vez seamos más ricos, sino que cada vez somos más.

Se sabe que casi la mitad de los nuevos empleos (exactamente 42%) fueron cubiertos el año pasado por personas extranjeras. Los del B interpretan que sin migrantes esos trabajos no se realizarían; los del A replican que España es el país con la tasa de desempleo juvenil más alta de Europa, de lo que deducen que los nativos no están dispuestos a desempeñar determinados trabajos. Añaden que ese elitismo laboral se traduce en la necesidad de implementar una amplia red de ayudas sociales. En respuesta, los del B apoyan todo tipo de ayudas sociales, incluso para nativos que rechazan trabajos y, como era de esperar, extienden esa protección social a los migrantes. En cambio, los del grupo A prefieren restringir las subvenciones a los inmigrantes ilegales y señalan que aumentarlas produce un efecto llamada que agrava el problema.

Los del grupo B afirman que la diversidad cultural y religiosa, concomitante a las migraciones, es beneficiosa para lo sociedad. Los del grupo A, basándose en la experiencia de otros países, afirman que la diversidad cultural y lingüística origina graves dificultades en el sistema educativo. Y añaden que la diversidad religiosa a veces produce graves choques sociales. Los simpatizantes del B dicen que hay que acoger, promover e integrar. Los del A responden que acoger y promover cuesta bastante dinero y que algunos tipos de inmigrantes no quieren integrarse. La diferencia entre los del grupo A y los del B llega a su máximo con las personas de religión islámica. Los del B suelen decir que costumbres como cubrir con velos las caras de las niñas y no dejarlas que vayan a las excursiones escolares forman parte de una cultura que hay que respetar. En esa línea, acusan de islamofobia a todos los que critican la actitud de algunos islámicos con las mujeres o con determinados avances científicos. Los del grupo A se preguntan qué dirían los otros si algún colegio de inspiración cristiana obligase a las niñas a velarse los cabellos, no las llevase a las playas o se negase a enseñar la teoría de la evolución. Y afirman que, con bastante frecuencia, los islámicos no quieren integrarse en la cultura democrática europea, sino que aspiran más bien a regirse por la ley islámica de sus sociedades de origen, que no diferencia entre pecado y delito. Por su parte, los de B reniegan del eurocentrismo patente en las ciencias y los sistemas políticos europeos, a los que tachan de neocoloniales. 

Con esos elementos, usted, amable lector o amable lectora, ¿con qué grupo se identifica? Si ha elegido el grupo B, enhorabuena, aproximadamente el 90% de los españoles que votan a partidos de izquierda o de extrema izquierda piensan como usted. Si ha elegido el grupo A, lo siento, solo el 60% de los españoles que votan a partidos de derecha o de extrema derecha piensan como usted. Si vive en la Región de Murcia, las tornas se cambian: el 52% se apuntan a la opción A, mientras que el 46% prefieren la B. Con esa división, ¿cómo logrará el presidente Miras aprobar los Presupuestos? ¿Y logrará la alcaldesa cartagenera abortar definitivamente los intentos de presentarle una moción de censura? Una última duda, ¿se sitúa el Movimiento Ciudadano en el grupo A o en el B? Sería interesante que lo aclarasen.