MURCIA. De vacaciones, Juan y Miguel viajaron a París y se instalaron en un hotel, donde pasaron la noche. A la mañana siguiente, medio dormidos y con el pelo mojado bajaron al restaurante, dejando la habitación desorganizada: toallas alfombrando el suelo, pijamas desparramados, equipajes revueltos y una maleta jorobada entreabierta con pantalones asomando, que simulaba una ballena tragándose a un hombre. Las camas parecían asaltadas por los Hunos de Atila.
Al entrar al salón, se encontraron con un festín de comida: un bufete rebosaba de panes, bollos recién horneados, croissants, fiambres, quesos y salchichas humeantes, junto a jarras de jugos, café y té. Tostadoras y exprimidores completaban la escena.
Al vuelo aseguraron, cerca del escaparate de viandas, una mesa. Actuaron con rapidez y precisión llenándola con toda clase de alimentos en múltiples idas y venidas, como si estuvieran orquestados. Los camareros, observando de reojo, reponían apresurados las bandejas vacías mientras otros huéspedes esperaban servirse.
"juan y miguel se colaron por la entrada reservada, mientras los turistas japoneses de la fila los observaban resignados"
Cuando parecían haber terminado, volvieron a la carga de los panes de molde y los fiambres. Entre bocado y bocado, con magnifica destreza: una rebanada de pan, una capa de queso, un par de lonchas de jamón y, ¡voilà! sándwiches de bolsillo. Envueltos hábilmente en servilletas, los ensacaron en sus mochilas. Misión cumplida, abandonaban el comedor, cuando Juan avistó unos minibricks de zumo, agarró dos embolsándolos en la trasera de su pantalón y felices como perdices tomaron la línea 7 hasta la parada “Palais Royal-Musée du Louvre".
El Louvre, estilo Barroco-francés, en pleno centro de París, antaño fortaleza del siglo XII, luego residencia real, se transformó en uno de los museos más prestigiosos del mundo. En tres alas (la Richelieu, la Sully y la Denon), desde la planta baja hasta la segunda, alberga colecciones reales y saqueos napoleónicos. Sus departamentos temáticos abarcan desde antigüedades orientales hasta arte islámico, de la Prehistoria al siglo XXI.
Ante la pirámide de vidrio laminado los amigos se sumaron, para entrar, a la multitud bajo un sol sofocante. Al cabo de un rato, Juan, bromeando, tuvo la ocurrencia de encoger una pierna y arrastrar la otra, simulando cojear. Al verlo, un vigilante se acercó y les condujo hacia otro acceso. Juan, con caminar afectado y la mochila deslizándose torcida sobre la espalda, y Miguel, conteniendo la risa, se colaron por la entrada reservada, mientras los turistas japoneses de la fila los observaban resignados.
En el interior, desde el Hall de Napoleón, donde el resplandor restaurado del palacio envuelve a los visitantes, vagaron, diminutos entre la multitud, por vastos pasillos y gradas interminables. Al final de la escalera Daru, La Victoria de Samotracia, la diosa alada que bajo del cielo, parecía lanzarse al vuelo desde proa. Contrariando la ley natural, la vitalidad y el dinamismo emergían vertiginosos de la piedra. En la sala Sully, al fondo, la sensualidad curvilínea de La Venus de Milo, la diosa del amor y la belleza, brillaba entre flashes como celebrity en un photocall.
Desorientados, descendieron a la planta baja deteniéndose ante la escena mítica de la resurrección de Psique, reanimada por el beso del amor. Pasaron junto a los Toros Alados de Khorsabad, la colosal Estatua de Ramsés II y los vestigios del antiguo palacio.
En su vaivén, desembocaron en el ala Denon ante la joya de la corona: La Gioconda. Tenían entendido que la Mona Lisa seguía con la mirada. Así que, Miguel y Juan, remolcando la pierna, con un vigilante mosqueado observándoles, se intercambiaban continuamente de posición, a ambos lados del cuadro, preguntándose divertidos si los ojos de la noble florentina miraban a uno o a otro. Cerca, La Libertad de Delacroix guiaba al pueblo.
En su deambular se encontraron con el Escriba sentado, a la oriental, con un papiro sobre las piernas y las manos en actitud de escritura. Aparentaba observar lo que pasaba en el museo para testimoniarlo. La mirada de sus ojos, tallados en cuarzo blanco, parecía reflejar las aguas del Nilo, donde se bañaba la antigua civilización egipcia.
Juan, atónito, exclamó: "¿A quién se parece?". Miguel se arrastró el cabello hacia las sienes: "¡A Pepe! ¡Entero!". Estallaron en carcajadas... Miguel, señalando el pantalón mojado de Juan, dijo: "¿Qué te pasa? ¡Ah!, ¡El brick!". Juan gritó sacando del bolsillo el recipiente chorreando, aplastado durante el descanso. Al fondo, un guarda observaba el rastro de zumo en el suelo y Juan, con las manos pegajosas, no sabía qué hacer. Miguel sugirió: "Déjaselo ahí a Pepe, por si tiene sed". Desternillándose, abandonaron el envase y salieron apresurados.
Al pasar por la sala Richelieu, donde el tiempo se adormece en La Encajera de Vermeer, un turista japonés señaló el paso rápido de Juan: "Doesn’t limp".
Abrumados, atravesaron patios y habitaciones, desembocando en la Sortie Jardins des Tuileries: un vasto césped se desplegaba ante ellos, salpicado de manteles y grupos de parisinos disfrutando de un picnic bajo el ópalo del atardecer.
Así como Italia fue cuna del Renacimiento, la Picaresca surgió exclusivamente en España durante la transición al Barroco. En un contexto monárquico y teocrático, este género del Siglo de Oro reflejaba con picardía la realidad social, coexistiendo con otros estilos nobles y valiosos de la época.
"los españoles somos portadores de la esencia del Mediterráneo"
Hoy, en el siglo XXI, España es una democracia ejemplar y moderna, reconocida mundialmente en ciencia (biomedicina), letras: (autores globales y Nobeles), arte (herencia rica y diversa), deportes (campeones), diseño (creatividad nivel internacional)… y derechos humanos. Es líder en energías renovables y políticas ambientales, además de contar con una economía dinámica: (FMI: Informe Perspectivas Economía Mundial).
Asimismo, el castellano es la segunda lengua más hablada en el mundo y presumimos de, gastronomía, agricultura, turismo, paisaje y clima: "Origen España" es seña de garantía.
El proyecto "Marca España", iniciado en 2012 por el Gobierno (Alto Comisionado para la Marca España y la Promoción del Español), buscaba mejorar la imagen internacional del país, destacando sus aspectos positivos y superando estereotipos. Promovía a España en ámbitos como economía, cultura, sociedad, ciencia y tecnología, proyectando modernidad y progreso.
Sin embargo, más allá de una política estatal, la verdadera "Marca España" son sus ciudadanos:
Al cruzar las fronteras, nos convertimos en embajadores de nuestra tierra. En la espalda llevamos la etiqueta "Marca España", y cada uno de nuestros actos contribuye a tejer su reputación para bien o para mal. Nos convertimos en representantes de los españoles. Licencias que podríamos permitirnos en nuestro país, están prohibidas fuera de él y cada gesto positivo en el extranjero es una inversión en la "Marca España".
La Marca España es la personalidad colectiva que somos como Nación. Ese trazo invisible que perdura cuando abandonamos un lugar: nuestra huella en el mundo. Somos portadores de la esencia del Mediterráneo, cada español lleva consigo un rayo de sol y una mezcla de paisajes y culturas que se resuelve en una fragancia única, dejando una impresión imborrable. Eso es la Marca España.
A la vuelta, al empacar en la maleta los recuerdos y regalos, no olvidemos dejar en el Libro de Visitas la mejor versión de nosotros mismos, con los valores transmitidos por nuestra genética histórica. ¡Nobleza obliga!
¡Bon voyage!