En 2006 y ante la avalancha de nuevos objetos astronómicos cercanos a Plutón que se estaban descubriendo, la Unión Astronómica Internacional decidió redefinir lo que es un planeta y crear una nueva categoría de objeto celeste al que denominó planeta enano.
Con la cabecera de esta nueva colaboración he querido parafrasear el título de la deliciosa película de Hugh Grant de 1995 El inglés que subió una colina, pero bajó una montaña; en ella, dos cartógrafos del gobierno británico llegan a una pequeña villa de Gales para actualizar el mapa de esa zona de Gran Bretaña e informan a sus habitantes de que la montaña del pueblo ha de ser "degradada" a colina porque le faltan 20 yardas (unos 18 metros). La gente del pueblo se une para apilar piedras en la cumbre y conseguir la altura que le falta a la colina para ser considerada montaña. Finalmente lo consiguen en el último momento antes de que el cartógrafo llegue a la parte más alta para hacer la medición definitiva, de ahí el título de la película.
Algo parecido, pero a la inversa pasó con Plutón.
Desde la antigüedad se conocen los 6 planetas del sistema solar más cercanos al Sol debido a que pueden verse a simple vista. Mercurio y Venus sólo pueden verse a la salida o a la puesta del Sol por estar situados entre este y la Tierra. Marte, Júpiter y Saturno son fácilmente distinguibles a simple vista, ya que generalmente suelen ser mucho más brillantes que casi todas las estrellas durante toda la noche.
Urano fue descubierto por uno de los astrónomos más importantes de todos los tiempos, William Herschel, en 1781 y que tras una agría polémica para ponerle un nombre la comunidad internacional decidió seguir con la tradición de los dioses greco-romanos y lo denominó como al dios del cielo.
"Plutón no cumplía un requisito y fue degradado a la nueva categoría de planeta enano"
Neptuno fue descubierto gracias a las matemáticas y no por observación directa del firmamento. Los astrónomos en sus mediciones comprobaban que las órbitas de Saturno y Urano tenían alguna anomalía y lo achacaron a la existencia de un planeta más. El matemático inglés John Adams y el francés Urbain Le Verrier independientemente calcularon la posición aproximada donde el nuevo planeta debería encontrarse. Lo halló el astrónomo alemán Johann Galle en 1846 y le llamaron Neptuno en honor del dios del Mar.
Con Plutón ocurrió algo parecido, las anomalías en la órbita de Neptuno presagiaban la existencia de otro planeta, pero parecía imposible encontrarlo. Fue el astrónomo norteamericano Clyde Tombaugh quien lo halló fotografiando el cielo en su búsqueda durante el invierno de 1930. Se le llamó como al dios del inframundo.
Los ingenios para observar el cielo y los métodos de cálculo evolucionaron con el tiempo y fue entonces cuando se cayó en la cuenta de que Plutón era demasiado pequeño para producir cualquier tipo de anomalía en Neptuno, ya que es menor en tamaño que la Luna. Hacia 1950 el astrónomo holandés Gerard Kuiper teorizó sobre que Plutón era uno más de los miles de objetos que existían en una región que se extiende más allá de Neptuno, algo así como el cinturón de asteroides que hay entre Marte y Júpiter, pero mucho más lejano, extenso y difícil de observar. En su honor hoy se le denomina cinturón de Kuiper.
"Se ha abandonado la tradición DE poner nombres de dioses del Olimpo, Ahora está de moda poner el nombre de un dios de la cultura ancestral locaL"
A partir de ese momento y con telescopios cada vez más potentes se empezaron a hallar nuevos objetos compañeros de Plutón. A él se le detectaron cinco satélites a los que se les llamó Caronte, Cerbero, Estigia, Nix e Hidra; pero es que además en dicha zona se descubrieron más objetos a los que se les ha ido poniendo nombre poco a poco como Haumea, Makemake, Quaoar, Orcus, Salacia o Varuna. En zonas un poco más alejadas también se han descubierto astros de tamaño importante a los que también se les ha ido nombrando. Sedna o Eris, que es tan grande como Plutón, son algunos de ellos. Se llevan identificados más de 1000 cuerpos, la mayoría sin nombre todavía. Vemos que ya se ha abandonado la tradición de poner nombres de dioses del Olimpo. Ahora está de moda poner el nombre de un dios de la cultura ancestral local. Muchos de ellos fueron descubiertos desde los potentes telescopios instalados en Hawái y por eso tienen denominaciones de deidades de esta cultura.
Una injusticia cometida, y que me gustaría destacar aquí, es el caso de Haumea, descubierto por José Luis Ortiz en 2003 desde el observatorio de Sierra Nevada en Granada y que propuso el nombre de Ataecina, una diosa Íbera. Sorpresivamente la Unión Astronómica Internacional aceptó la propuesta de Mike Brown, creyeron su versión de que él lo había observado primero, aunque lo anunciara más tarde en 2004, y aceptaron el nombre que él propuso, el de Haumea.
Plutón era un miembro más de un inmenso anillo que orbita el Sol más allá de Neptuno repleto de astros por lo que había que poner algo de orden. Si Plutón era un planeta también merecían serlo, por ejemplo, Eris, Makemake, Sedna o Ceres; este último situado en el cinturón de asteroides que hay entre Marte y Júpiter, descubierto por Giuseppe Piazzi en 1801. En la reunión del 24 de agosto de 2006 de la Unión Astronómica Internacional celebrada en Praga se decidió redefinir el término planeta que a partir de entonces ha de cumplir estas condiciones:
Plutón no cumplía el requisito 4, por lo que fue degradado a la nueva categoría creada de planeta enano. Actualmente en el sistema solar sólo 8 cuerpos las cumplen y son considerados verdaderos planetas.
El 19 de enero de 2006 desde Cabo Cañaveral en Florida despegó la nave New Horizons rumbo a Plutón para estudiarlo de cerca. El planeta es tan lejano que aun siendo una de las naves más rápidas fabricadas por el ser humano, alcanzando los 54000 Km/h, tardó más de 9 años en llegar a su destino haciéndolo el 14 de julio de 2015. Si revisamos las fechas, la nave fue lanzada cuando Plutón tenía la categoría de planeta, pero llegó cuando Plutón ya era considerado planeta enano.