SAN JAVIER. La mítica compañía jerezana 'La Zaranda' visita por primera vez el Festival de San Javier este domingo, a partir de las 22.30 horas, con un espectáculo íntimo y fiel a su propia poética sobre el teatro.
Así, 'La Zaranda' (Teatro inestable de ninguna parte) visita por primera vez el Festival de San Javier con su último estreno 'Manual para armar un sueño', una visión propia sobre el teatro, escrita por Eusebio Calonge, dirigida por Paco de la Zaranda e interpretada por los tres componentes del mítico grupo jerezano: Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez.
La compañía, que cumple 45 años de carrera, sigue fiel a una poética propia y original, a un lenguaje simbólico y a la búsqueda de sentido y trascendencia, en sus espectáculos. En esta ocasión lo hace a través de dos actores, uno veterano y otro novel que se le refleja en el espejo en que se mira y un tercer personaje que sigue de cerca las disertaciones de los otros dos.
La obra transcurre en el tiempo que va entre el camerino y el escenario con una escenografía sencilla apostando por el trabajo de los actores y un texto que siempre busca una poética trascendente. "Creo que La Zaranda avanza siguiendo las huellas y que esa obra es un paso más en la búsqueda entre tradición y vanguardia", escribe su autor Eusebio Calonge.
'Manual para armar un sueño' es un montaje puramente Zaranda como lo fueron otros anteriores como 'Perdonen la tristeza' o 'La batalla de los ausentes', entre otras. Sus escenarios son el trampolín desde el que lanzan su visión del mundo y de la vida, una visión que va desde lo particular a lo general, es decir, a las cuestiones universales como son la soledad, el miedo, el tiempo, la rutina, la desesperanza o el olvido.
Las obras de la compañía, fundada en Jerez de la Frontera en 1978, no tienen la intención de emitir un juicio sobre nada sino más bien , transmitir sensaciones. Sus creaciones se nutren del imaginario colectivo de la cultura andaluza aunque suelen estar desnudas de tópicos y folclorismos.
Del mismo modo se les atribuye un carácter Barroco por su continuo juego de sombras, retorcimientos y escorzos dolorosos, así como los ritmos cercanos a la letanía y la plegaria que hacen de sus espectáculos una especia de ritual cercano a la esencia del hecho teatral.