MURCIA. La implantación a nivel mundial y de manera generalizada de la IA que estamos viviendo impactará, sin duda, en nuestra forma de vivir e, incluso, de ver el mundo. Lo que falta por saber, porque eso sólo el tiempo lo dirá, es si este impacto será para bien o para mal, lógicamente hablando en un cómputo global de efectos positivos o beneficiosos, y negativos o perjudiciales para las personas y la humanidad.
Lo que ya sabemos es que IA es capaz de hacer más rápido y mejor que nosotros muchas de las tareas que los humanos hacíamos hasta ahora. Desde que la máquina derrotó al campeón del mundo de ajedrez, muchos han sido los campos en los que la IA ha ido ganando 'batallas' al ser humano, al mismo tiempo que traía avances en todos los campos: en la salud, con los tratamientos individualizados, el diagnóstico automático con imágenes, a los asistentes personales de medico vigilancia para personas mayores o enfermos crónicos; en el comercio, con el márquetin digital o la gestión de inventarios; en las fábricas manufactureras, para gestión inteligente de almacenes o para anticipar fallos y riesgos; en la agricultura, para ajustar riegos y tratamientos fitosanitarios; o en las entidades bancarias para discriminar a quién dar un crédito y a quién no; por citar sólo algunos ejemplos entre otros innumerables.
Estas capacidades de las IA para ser aplicadas a infinidad de ámbitos y problemas, algunos de ellos todavía ignotos, es lo que nos puede llevar a afirmar que, por primera vez en la historia de la humanidad, tenemos más soluciones que problemas a resolver.
"hay quienes se preguntan si en un futuro cada vez más cercano las máquinas no nos superarán; Y esos quienes, no son cualesquiera, no"
Pero además de estas tareas concretas, que no sencillas, conforme avanzan más y más los sistemas de IA, es decir, conforme incorporan nuevas capas de procesamiento y de intermodalidad, incrementan exponencialmente sus capacidades de procesamiento (pronto los ordenadores cuánticos) y se alimentan las bases con ingentes cantidades de datos, las capacidades cognitivas de la IA no sólo se aproximan al ser humano, sino que hay quienes se preguntan si en un futuro cada vez más cercano las máquinas no nos superarán.
Y esos quienes, no son cualesquiera, no. Estamos hablando, por citar sólo uno, de Geoffrey Hinton, un referente reconocido en la materia que con sus trabajos contribuyó a hacer posible estos avances, entre ellos, el Chat GPT, los traductores automáticos o los sistemas de visión autónomos. Según cuenta en una interesante entrevista que le hicieron hace unos días, él empezó a preocuparse cuando se percató que, a diferencia del cerebro humano, que por su propia naturaleza es de carácter individual y no puede conectarse a otros, y por tanto compartir la información y el conocimiento adquirido, las IA sí pueden. Es decir, que conforme vayamos sumando más y más capacidades en las distintas IA y luego las unamos entres sí, el resultado será una súper inteligencia artificial o inteligencia general, como también se le conoce, mejor que la nuestra y autónoma de nosotros.
Otros van un paso más allá y dan por hecho que la IA nos superará en breve, tal y como manifestó recientemente Chema Alonso, el responsable de big data e innovación en Telefónica, que refiriéndose a la IA dijo: "Tenemos que superar esa ansiedad y aprender a vivir siendo inferiores a la tecnología".
Y mientras ese futuro no tan lejano llega, de momento, lo que sí podemos empezar a vislumbrar y, en algunos casos a constatar ya, son algunas cuestiones problemáticas de la IA, entre otras:
Hay quienes piensan que el advenimiento de la inteligencia general será para mejor y, por tanto, nos espera un futuro utópico, idílico, en el que conviviremos en paz y armonía con esas máquinas y robots superinteligentes, donde ellos trabajarán y nosotros viviremos en un mundo feliz sin trabajar y sin dolor –con las dosis necesarias de 'soma', claro-; mientras otros vemos más bien un futuro distópico, con una sociedad uniformada, menos humana y humanitaria, en la que los hombres estarán alienados a las máquinas (y a los muy pocos que las gobiernen).
En todo caso, sea como sea el futuro por venir, entiendo que como ciudadanos y futuros posibles beneficiarios o perjudicados, debemos exigir que se controle y democratice el uso de esta tecnología tan poderosa que hoy está en manos de unos pocos y que, por política de hechos consumados, están decidiendo cuál será nuestro futuro, lejos de cualquier atisbo de participación de la gente en el proceso, o de respeto a cualquier forma de disidencia a los principios y valores que ellos han establecido como dogmas.
Puede observarse con cierto hastío la cantidad de eventos, jornadas, congresos y seminarios de todo tipo sobre inteligencia artificial (IA) a los que podríamos asistir, si no tuviéramos que lidiar con la todavía presencial y fatigosa vida real