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DESDE MI ATALAYA  / OPINIÓN

La IA como problema existencial

18/03/2024 - 

MURCIA. La implantación a nivel mundial y de manera generalizada de la IA que estamos viviendo impactará, sin duda, en nuestra forma de vivir e, incluso, de ver el mundo. Lo que falta por saber, porque eso sólo el tiempo lo dirá, es si este impacto será para bien o para mal, lógicamente hablando en un cómputo global de efectos positivos o beneficiosos, y negativos o perjudiciales para las personas y la humanidad.

Lo que ya sabemos es que IA es capaz de hacer más rápido y mejor que nosotros muchas de las tareas que los humanos hacíamos hasta ahora. Desde que la máquina derrotó al campeón del mundo de ajedrez, muchos han sido los campos en los que la IA ha ido ganando 'batallas' al ser humano, al mismo tiempo que traía avances en todos los campos: en la salud, con los tratamientos individualizados, el diagnóstico automático con imágenes, a los asistentes personales de medico vigilancia para personas mayores o enfermos crónicos; en el comercio, con el márquetin digital o la gestión de inventarios; en las fábricas manufactureras, para gestión inteligente de almacenes o para anticipar fallos y riesgos; en la agricultura, para ajustar riegos y tratamientos fitosanitarios; o en las entidades bancarias para discriminar a quién dar un crédito y a quién no; por citar sólo algunos ejemplos entre otros innumerables.

Estas capacidades de las IA para ser aplicadas a infinidad de ámbitos y problemas, algunos de ellos todavía ignotos, es lo que nos puede llevar a afirmar que, por primera vez en la historia de la humanidad, tenemos más soluciones que problemas a resolver.

"hay quienes se preguntan si en un futuro cada vez más cercano las máquinas no nos superarán; Y esos quienes, no son cualesquiera, no"

Pero además de estas tareas concretas, que no sencillas, conforme avanzan más y más los sistemas de IA, es decir, conforme incorporan nuevas capas de procesamiento y de intermodalidad, incrementan exponencialmente sus capacidades de procesamiento (pronto los ordenadores cuánticos) y se alimentan las bases con ingentes cantidades de datos, las capacidades cognitivas de la IA no sólo se aproximan al ser humano, sino que hay quienes se preguntan si en un futuro cada vez más cercano las máquinas no nos superarán.

Y esos quienes, no son cualesquiera, no. Estamos hablando, por citar sólo uno, de Geoffrey Hinton, un referente reconocido en la materia que con sus trabajos contribuyó a hacer posible estos avances, entre ellos, el Chat GPT, los traductores automáticos o los sistemas de visión autónomos. Según cuenta en una interesante entrevista que le hicieron hace unos días, él empezó a preocuparse cuando se percató que, a diferencia del cerebro humano, que por su propia naturaleza es de carácter individual y no puede conectarse a otros, y por tanto compartir la información y el conocimiento adquirido, las IA sí pueden. Es decir, que conforme vayamos sumando más y más capacidades en las distintas IA y luego las unamos entres sí, el resultado será una súper inteligencia artificial o inteligencia general, como también se le conoce, mejor que la nuestra y autónoma de nosotros.

Chema Alonso. Foto: David Zorrakino

Otros van un paso más allá y dan por hecho que la IA nos superará en breve, tal y como manifestó recientemente Chema Alonso, el responsable de big data e innovación en Telefónica, que refiriéndose a la IA dijo: "Tenemos que superar esa ansiedad y aprender a vivir siendo inferiores a la tecnología".

Y mientras ese futuro no tan lejano llega, de momento, lo que sí podemos empezar a vislumbrar y, en algunos casos a constatar ya, son algunas cuestiones problemáticas de la IA, entre otras:

  • La eliminación de determinados puestos de trabajo o el cambio radical de muchos otros para los que se requerirán nuevas habilidades y procesos de adaptación acelerado que no todos podrán seguir. En ambos casos con predecible aumento de personas sin trabajo.
  • Un mayor distanciamiento social y económico entre los que dominan o participan de estas nuevas tecnologías y el resto, la inmensa mayoría.
  • La pérdida de oportunidades (¿de libertad?) como consecuencia de la segmentación de la sociedad en grupos más fáciles de manejar desde el punto de vista comercial, político, o de cualquier otro tipo. Sirva como ejemplo, cuando a través del móvil sólo nos llega información de los productos o servicios que la IA ha decidido que podemos comprar, basado en todos los datos que posee de nuestro poder adquisitivo (por cierto, con nuestra connivencia cuando damos los 'aceptar' de turno al instalarnos las Apps). En todo caso, hurtándonos la posibilidad de poder conocer y valorar otras opciones de coche o de viajes a lo largo del mundo, por poner dos ejemplos.
  • La perpetuación de determinados sesgos, por ejemplo machistas o racistas, debido a que las IA se nutren de datos históricos en los que dichos sesgos imperaban.
  • El respeto a la diversidad, porque si bien es deseable evitar los anteriores sesgos, sin embargo, las IA puede suprimir otros que forman parte de la diversidad tradicional de los pueblos que conforman la humanidad. Porque detrás de los valores que hay que proteger, o no, está la idiosincrasia, la forma de ver el mundo de cada pueblo. Por ejemplo, imaginemos un coche autónomo en el que viajamos y que, en un momento dado, se encuentra ante la disyuntiva de tener que optar entre atropellar a un viejo, a un niño o a una niña. ¿Acaso su elección sería la misma en África, en Europa o en Oriente Medio?
  • La falta de transparencia, por ejemplo, en el caso que una entidad bancaria nos denegase un crédito deberían explicarnos en base a qué algoritmo o criterios. Puede haber habido un error, o haber cambiado nuestras circunstancias, o simplemente porque tenemos derecho a saberlo.
  • La protección de los datos. De hecho, muchas empresas están dándose cuenta del peligro que supone el que muchos de sus departamentos, sin consultar a Dirección, se hayan puesto a trabajar con la IA sus propios datos, con la consiguiente y peligrosa filtración de los mismos a la competencia.
  • Y por no alargarme más, un último riesgo importante: el desarrollo de armas autónomas. Da miedo pensar en esas armas que ya están siendo desarrolladas que irán a la guerra a destruir al enemigo con la única misión de ganar la guerra al precio que sea. No reparando, por tanto, en si lo que tiene delante es un anciano, una mujer, un niño o un soldado rindiéndose.

Hay quienes piensan que el advenimiento de la inteligencia general será para mejor y, por tanto, nos espera un futuro utópico, idílico, en el que conviviremos en paz y armonía con esas máquinas y robots superinteligentes, donde ellos trabajarán y nosotros viviremos en un mundo feliz sin trabajar y sin dolor –con las dosis necesarias de 'soma', claro-; mientras otros vemos más bien un futuro distópico, con una sociedad uniformada, menos humana y humanitaria, en la que los hombres estarán alienados a las máquinas (y a los muy pocos que las gobiernen).

En todo caso, sea como sea el futuro por venir, entiendo que como ciudadanos y futuros posibles beneficiarios o perjudicados, debemos exigir que se controle y democratice el uso de esta tecnología tan poderosa que hoy está en manos de unos pocos y que, por política de hechos consumados, están decidiendo cuál será nuestro futuro, lejos de cualquier atisbo de participación de la gente en el proceso, o de respeto a cualquier forma de disidencia a los principios y valores que ellos han establecido como dogmas.

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