MURCIA. Se conmemora, cada mes de diciembre (día 27), el aniversario del fallecimiento de Antonio Gálvez, hijo predilecto de Murcia a título póstumo. Su entierro, al que asistieron más de dos mil personas, numerosas autoridades y abundante guardia civil por temor a desórdenes públicos, sería una gran manifestación de duelo sin precedente en la zona, pudiéndose ver las lágrimas de muchas mujeres al paso del coche fúnebre con sus restos mortales, aportado este por D. Saturnino Tortosa. También hay que reseñar la carta pública del obispo D. Tomás Brian prohibiendo el entierro de Gálvez en tierra santa y declarando en entredicho el cementerio hasta que no se exhumara su cadáver.
Como por todos es conocido, Antonete no solo se dedicó a la política, puesto que esta le llevaría a liderar varios levantamientos armados, como el que se produjo en 1869, en su tierra natal, Torreagüera. En este sentido, nuestro paisano, con sus fallos y aciertos, como todo ser humano, siempre intentaba que hubiese el menor número de bajas posibles, avisando en medida de lo posible a los ciudadanos o autoridades, y dándoles un margen de tiempo antes del comienzo de las acciones bélicas en las poblaciones afectadas, como por ejemplo Alicante. También se congratuló, en presencia de Prim, de haber ganado una revolución, 'La Gloriosa', sin disparar una sola bala. Y le dio su protección personal a aquel chaval que fue capturado por sus milicianos por haberle traicionado, dando la ubicación de sus reuniones con los dirigentes federales a la autoridad policial.
Pero voy a centrarme en su labor de ayuda al prójimo y con prójimo me refiero a todos los huertanos de la zona colindante a Torreagüera. Trabajó sin descanso por los derechos de estos sin pedir nada a cambio. En época de epidemias -como la que hemos padecido recientemente- acogería en su mismo domicilio del huerto de San Blas a los contagiados, hecho que posiblemente costase la vida a su hija mayor, Encarnación, en 1885. También colaboró activamente en paliar los daños causados por la célebre riada de Santa Teresa en 1879.
Quiso que el pueblo tomase parte en las diferentes sociedades mineras para lograr una mayor calidad de vida, al repartirse los futuros beneficios generados por la extracción de oro que se creyó había en el monte Miravete en 1880, la llamada fiebre del oro. Creó, a finales del siglo XIX, la primera asociación de huertanos de Murcia para solicitar mejoras, entre ellas, un sistema de turnos de regadío para poder acceder todos al riego; incluso los mismos huertanos que Antonete defendía, dejarían sin agua a este para regar sus tierras, paradojas de la vida. En el último cuarto de siglo, y en el teatro Romea, en un congreso sobre el agua y la huerta, expondría la necesidad de almacenar agua del Segura en su cuenca alta cuando lloviese mucho, evitando avenidas desastrosas, y paliar así la sed de la tierra en verano. Detalle de su humildad es que le concedieron un reconocimiento al mérito civil, el cual no aceptaría por no creerse merecedor del mismo.
Para terminar, me gustaría dar mi opinión sobre ciertos mitos que siempre han acompañado a Antonete; como, por ejemplo, el odio a la guardia civil, que no sería así. El escritor Gabriel Baleriola afirma en su libro sobre nuestro paisano que tuvo una conversación sin problemas en uno de sus viajes en tren con un guardia civil, que luego resultaría ser el niño que le suministraba munición en su entrada a Murcia por la puerta de Orihuela en 1872.
Por otro lado, masón no es lo mismo que ateo, puesto que todos sus hijos fueron bautizados y casados, y sus nietos recibieron bautismo en la iglesia; se continuarían celebrando en la ermita de San Blas las fiestas en honor a este santo y colaboraba económicamente con las fiestas del Stmo. Cristo del Valle y, según tradición oral, posiblemente asistiese a misa los domingos, llegando a la iglesia en tartana y acompañado por su mujer. Como también se afirma en el libro de Baleriola, en sus últimos años de vida, se le escucharía decir en varias ocasiones; ¡Ay, Dios mío, Ay, Virgen santa!. Estos comentarios se los comunicó al escritor un yerno de nuestro personaje, por eso le doy credibilidad.
Pero no solo un servidor ha escrito sobre las bondades de Antonete, celebres escritores murcianos como Jara Carrillo, Martínez Tornel, Segado del Olmo, su hija Encarnación en la prensa de la época, el obispo Tomás Brian o, incluso, el General Prim alabarían el comportamiento honrado y bueno de nuestro paisano.
No quiero olvidarme, de todas aquellas personas tanto de Torreagüera, como del resto de pedanías cercanas que creyeron en Tonete y las reivindicaciones comunes a todos ellos, entregando su vida o resultando heridas.
Antonio Gálvez y Arce, genio, figura y persona insólita que, por desgracia, pasó sus últimos días en soledad, a pesar de haber ayudado a muchísimas personas y ser muy querido, ya que, como es tradicional en nuestra Murcia, nos acordamos de Santa Rita solo cuando llueve.
Antonete Vive.
* Raúl Jiménez y Lorca es cronista de Torreagüera