MURCIA. La capacidad de supervivencia del ser humano se hace verdad en las mujeres que han salido de las redes ilegales de prostitución coactiva y trata para fines de explotación sexual. Desde hace veintidós años, el 23 de septiembre se ha convertido en el día internacional de la explotación sexual y tráfico de mujeres, niñas y niños. Fue instaurado, en enero de 1999, por la Conferencia Mundial de la Coalición contra el Tráfico de Personas, y, la de Mujeres, hecha en Dhaka, Bangladesh. Probablemente ese año nacieron muchas de las mujeres que hoy siquiera conocen la existencia de este día internacional.
Una fecha que recuerda el día en que se promulgó la primera ley contra la prostitución infantil. Fue en Argentina, la conocida como Ley Palacios, en 1913. Sin embargo, hoy, según Naciones Unidas, aumenta el número de niñas víctimas de trata con fines de explotación sexual, frente a mujeres adultas. Se trata de una realidad silenciosa. En pisos clandestinos, muy difíciles de descubrir, acaban muchas de las mujeres y niñas objeto de la trata en España.
"la vida es capaz de iluminar el fondo de estas cloacas invisibles"
Nuestro Código Penal regula la trata de seres humanos en el artículo 177 bis. A nivel internacional, es de destacar los llamados Protocolos de Palermo, del año 2000, y, desde el punto de vista de la víctima, el Convenio de Varsovia de 16 de mayo de 2005. Se trata de una regulación profusa e insuficiente que demanda de una integración normativa a nivel de cada estado. En tal sentido iría la Directiva 2011/36/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 5 de abril de 2011, y, la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, en su objetivo estratégico D3. Todavía no ha visto la luz este tipo de norma en nuestro país.
Pero la vida es capaz de iluminar el fondo de estas cloacas invisibles. El testimonio de mujeres que han superado el horror y hoy comienzan una vida nueva lo atestigua. Mujeres que hoy trabajan o estudian, para las que la rutina se ha convertido en el arma de su liberación. El apoyo personal es imprescindible. Sentirse comprendidas es la mitad del camino en la resurrección de sus almas rotas. Distintas asociaciones ocupan esta posición de atención y escucha.
En muchas ocasiones son las propias víctimas quienes se convertirán luego en voluntarias de estas asociaciones, para el apoyo a otras mujeres que atravesarán el mismo drama. La pérdida de la confianza en el otro, el sentimiento de no ser, la insignificancia y el miedo, ocupan ese lugar en el que antes, se encontraba la voluntad. La manifestación de comprensión y cariño es el desenlace de ese nudo de tortura. Cuando una persona recupera la esperanza en medio de esa historia vital, nos enseña que el amor es mucho más fuerte que la degradación. La educación desde la infancia para el descenso en el número de consumidores de este tipo de explotación, debería convertirse en el principal camino para su erradicación.
Mientras no se prioricen políticas de visibilizarían del problema, de recuperación social de las víctimas, se legisle integrando la totalidad de las diversas encrucijadas de estos tipos delictivos, pero sobre todo se instaure institucionalmente la formación adecuada para la conciencia pública del drama y su contundente reparación, nos mantendremos alejados del avance social que demanda una sociedad coherente con los Derechos Humanos. La educación social, en todos los órdenes, es la clave. No está lejos de nosotros la respuesta.
Bárbara Meca.
Abogada