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EL PASICO DEL APARECIDO / OPINIÓN

La evolución de Ciudadanos

7/08/2021 - 

CARTAGENA. Gracias al enlace que le facilitó el servicio de prensa de Ciudadanos (Cs), el Aparecido pudo seguir en una pantalla el desarrollo de la Convención que ese partido político celebró en Madrid a mediados del pasado mes de julio. Se cumplía por entonces el decimoquinto aniversario de su fundación en Cataluña, cuando se definió como una opción socialdemócrata, pero españolista. 

El proyecto tenía sentido toda vez que no había en Cataluña ninguna formación de izquierdas, fuese moderada o radical, que no apostase por el separatismo. De las cuatro principales, dos eran rabiosamente separatistas (Candidatura Unitaria de Trabajadores e Izquierda Republicana de Cataluña), mientras que Iniciativa por Cataluña (equivalente a Izquierda Unida) aspiraba a convertir España en una confederación de nacioncitas (se ignora su número) y el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) llevaba el derecho a la autodeterminación en su programa. 

Esto último era lo decisivo: Cs nació para ocupar parte del espacio político del PSC, pero defendiendo la plena españolidad de Cataluña. Y fue ese programa, junto con la calidad de sus líderes, principalmente Rivera y Arrimadas, lo que lo elevó al podio de partido más votado en las elecciones autonómicas.
Cuando Cs trató de extenderse al resto de España se encontró con que el PSOE manchego, el extremeño y el andaluz no tenían ningún reparo en defender la unidad de España. 

Se había topado con el fascinante fenómeno de la política en mosaico socialista: en las comunidades bilingües puede hacer énfasis en el regionalismo, e incluso el separatismo, y en las monolingües en el unionismo, sin que sus militantes pongan reparos a esa aparente incongruencia, que en Cataluña ha causado un daño enorme al idioma español y a la propia integridad de la nación española.

En esa tesitura, Cs optó por, abandonando la socialdemocracia, definirse como progresista y, en la reciente Convención, directamente como liberal. En un vibrante discurso, Edmundo Bal insistió en que él era liberal, entendiendo por tal defender el aborto, la eutanasia, la gestación subrogada, bajar los impuestos, y admitir que sus adversarios pueden llevar parte de razón y, en todo caso, tienen derecho a expresarse. 

Lo más novedoso fue un diálogo sobre el ecologismo liberal, que quieren adoptar como elemento distintivo. Así mismo, hicieron énfasis en el hecho de que Cs figura en el grupo liberal del Parlamento Europeo y en que, imitando a los liberales alemanes, aspiraban a jugar un papel equilibrador entre el PP y el PSOE, pactando ora con uno, ora con otro. En ese sentido, se anunció que dejaba de considerar al PP socio preferente.

Poco habría que objetar a sus fundamentos programáticos, ni a la calidad de sus principales dirigentes, ni a los objetivos que se marcan, y, sin embargo, se antoja difícil que Cs logre remontar el vuelo, e incluso evitar desaparecer como opción parlamentaria. La propia Arrimadas encaró la posibilidad de ese trance, por el que habían pasado los alemanes, y se declaró dispuesta, como los teutones, a aguantar la travesía del desierto, refugiándose en el municipalismo, para luego recuperar presencia en Congreso.

Dos son las principales dificultades para esa línea de actuación. La primera deriva del hecho de que el mapa político español es diferente del alemán porque aquí los respectivos espacios de Podemos y de Vox, o sea de izquierda y de derecha radical, sin llegar a ser mayoritarios, son consistentes y estables, mientras que en Alemania los fascistas y los comunistas son denostados. La causa de esa diferencia estriba en la historia reciente de ambas naciones: Alemania decidió optar mayoritariamente por el nacionalsocialismo de Hitler y, cuando perdió la guerra, quedó dividida en una parte democrática y otra comunista. 

Una vez caído el muro de Berlín, pocos alemanes defienden ideas nacionalsocialistas (porque arrasaron el país) o comunistas (porque lo dividieron). En cambio, en España los franquistas ganaron la guerra y, todavía más, fueron sectores aperturistas del franquismo, capitaneados por Adolfo Suárez y Manuel Fraga, los que, con la protección del rey Juan Carlos, dinamitaron la dictadura desde dentro y, en alianza con el PSOE y el PCE, realizaron el prodigio de la transición a la democracia. 

Por otra parte, capitaneados por Santiago Carrillo, muchos comunistas españoles mutaron, ya a partir de los años 60, en eurocomunistas (léase socialdemócratas) y contribuyeron a la transición. El resultado es que hoy en España varias de las ideas prestigiadas en la dictadura, y varias de las comunistas, no padecen el rechazo aniquilador que tendrían en Alemania, sino que son toleradas en tanto no pretenda nadie implantarlas infringiendo la legalidad. De hecho, hay cinco ministros de Podemos en el gobierno español y Vox está apoyando a varios gobiernos autonómicos y municipales. No son ninguna entelequia.

En Alemania los liberales pueden pactar a derecha e izquierda porque no los presiona ningún partido en los extremos del arco político. En cambio, cuando en España quieran pactar con el PP se verán obligados a hacerlo con Vox, pero cuando quieran pactar con el PSOE tendrán que hacerlo con PSC y con Podemos. pues esos son los aliados elegidos por Sánchez. 

Se arriesgarán entonces a sufrir descalificaciones, como la expresada por el periodista Tom. C. Avendaño, quien escribía, al poco de la Convención, que Cs no podría reclamarse como liberal si pactaba con Vox o con partidos que pactasen con Vox (o sea, con el PP). Al parecer, para Avendaño, que ha considerado oportuno reducir a una C el apellido de su padre, Santiago Castroviejo, alias Tatayo, el gran biólogo que dirigió el Jardín Botánico y elaboró la Flora Ibérica, Cs solo cumplirá su vocación liberal si pacta con el PSOE. 

Una crítica simétrica podría manifestar Jiménez Losantos, aduciendo que un partido liberal nunca pactaría con Podemos. Moraleja: los partido-bisagra lo tienen difícil en España; más fácil lo tienen los partido-complemento, como Podemos, que todos saben que nunca pactará con el PP, y Vox, que nunca lo hará con el PSOE. Es lo que hay: los liberales de Cs tienen casi imposible apoyar al PSOE o al PP dejando fuera a Podemos y a Vox.

Como amplios sectores de la opinión pública han aceptado que Cs apoye a gobiernos del PSOE sustentados por Podemos y a gobiernos del PP sustentados por Vox, no ese el mayor problema que tendrá que afrontar, sino más bien que la mayoría de los españoles han dejado de consentir los pactos con los separatistas. El hecho reiterado de que PNV logre que el resto de España transfiera riqueza al País Vasco español, con más riqueza que los que se la transfieren, y que IRC imponga sus condiciones después de haber intentado separar a las bravas Cataluña del resto de España, está produciendo en las gentes una sensación de hartazgo y repulsa. 

Ese sentimiento debe de ser muy intenso en afiliados a Cs, y en sus posibles votantes, ya que, como decíamos al principio, ese partido nació precisamente para combatir el separatismo. En diversos lugares de España cargos públicos de Cs se han dado de baja porque no han podido soportar ver a Arrimadas intentar pactar con el mismo Sánchez que se entiende, no ya con Iglesias, sino con Rufián, Junqueras y Urkullu. 

Les resulta chusco que su lideresa critique con dureza las concesiones del gobierno español a los separatistas y, simultáneamente, trate de llegar a acuerdos con el presidente de ese gobierno o con su partido. Se recela el Aparecido que a Cs le costará un esfuerzo inmenso, si es que lo logra y no decae hasta extinguirse, actuar de bisagra en una etapa en la que el principal problema político consiste en las inagotables peticiones de los separatistas de más y más privilegios para sus regiones sin por ello abandonar su programa máximo de lograr la independencia. 

En consecuencia, no le será fácil a Cs pactar con partidos que se coaliguen con los separatistas o, dicho de otro modo, solo podría actuar como bisagra si el PSOE, liderado o no por Sánchez, abandonase su idea de instalar una España con dos niveles: el superior, donde estarían el País Vasco español y Cataluña, y el inferior, donde estarían las demás regiones. O bisagra o España multinivel; ambas cosas a la vez, imposible.

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