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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

La España de Efialtes

21/06/2020 - 

Efialtes (en griego Εφιάλτης: ‘la pesadilla’) era el hijo de Euridemo de Mélide. Nacido en Traquis (Tesalia) fue el pastor que traicionó al rey espartano Leónidas I (en el 480 a. C.), ayudando al rey persa Jerjes I, a encontrar otra ruta alternativa al paso de las ‘Termópilas’. Esto permitió a los persas derrotar al pequeño grupo de defensores espartanos. Los motivos que le impulsaron a la traición nos son desconocidos. Efialtes, por su magna traición a Grecia, esperaba ser recompensado por los persas, pero al ser derrotados por los griegos en la ‘Batalla de Salamina’, bajo el mando del ateniense Temístocles en la Segunda Guerra Médica, terminó por no obtener nada, huyendo a Tesalia. Esa es la historia que ha perdurado hasta hoy -con lo de verdad o ficción que pueda haber en ella- en parte gracias a la versión que Heródoto escribió décadas después de la batalla, y más recientemente por el cómic de Frank Miller y su posterior adaptación cinematográfica ‘300’.

España, dividida en comunidades autónomas, se asemeja bastante a la Grecia del relato, formada por varias ‘polis’ (ciudades-estado) aglutinadas en la ‘Liga Panhelénica’, con Esparta y Atenas a la cabeza. La gran diferencia y, a la vez ventaja, es que ellos, lo griegos, solo tuvieron un desleal y pérfido personaje que ha pasado a la historia, por su magna traición, cobardía y deslealtad, como ¡Efialtes de Tesalia, ‘el felón’!

Nuestra gran desventaja, es que no solo tenemos uno, el presidente Sánchez -el mayor aranero, ambicioso e histriónico de toda nuestra democracia- sino que tenemos muchos más y que le siguen en orden e importancia: Calvo, Iglesias, Garzón, Àbalos, Marlaska, Montero, etc., entre otros, y así hasta 22… ¡Son los genuinos y auténticos ‘Efialtes’ del ejecutivo del Gobierno socialcomunista de Sánchez, ‘el Efialtes de la Moncloa’ y, por extensión ‘el de España’.

Si no pactó en su investidura con los persas para después traicionarnos a todos y en todo, fue porque no lo necesitó. Su desmesurada ambición de poder quedo casi saciada al conformar un Gobierno Frankenstein formado por varios partidos, es decir, por ‘trozos’ -al igual que el personaje-monstruo de la novela de Mery Shelley-. ¡Todo un abanico de altos y nobles ideales! De haber sido necesario hubiera pactado hasta con los mismísimos ‘mamelucos’, desoyendo las acertadas, lapidarias y proféticas palabras de su antecesor al frente del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando dijo que ‘los socialistas no pueden ir a la investidura y mucho menos gobernar de la mano de los ‘independentistas’ y demás grupos de ‘extrema izquierda’ que quieren romper aquello que ellos quieren gobernar’ (España).

El vicepresidente segundo, Iglesias, anda muy obsesionado no solo con ‘expropiar y nacionalizar’ todo lo que respira y se mueve en España -como si fuese el finado Chávez o su peor réplica, Maduro- sino con establecer, a la orden de ya, un ‘proceso constituyente’ donde se decidan todos los asuntos de España. Y como nuestra Constitución, al parecer, se le ha quedado pequeña, intenta crear una ‘Asamblea nacional constituyente’ a imagen y semejanza de la creada en Venezuela en 1999, por el ‘bolivariano Hugo Chávez. Una vez constituida y establecida, lo que realmente pretende es ‘elaborar en libertad’ y con ‘participación amplia’ una nueva constitución. La argucia es maquiavélica: pretende confundirnos con el juego de palabras ‘constituyente’ y ‘constitucional’. ¿La diferencia…? Sencilla: una ‘reforma constitucional’ implica cambios puntuales a determinados artículos de una constitución vigente, utilizando los mecanismos previstos en ella para su reforma. Mientras que un ‘proceso constituyente’ supone elaborar una nueva constitución, una constitución ex novo. Y esto, señor Sánchez-Iglesias, ni podemos, ni debemos, ni lo vamos a permitir.

Las tres felonías más grandes y recientes de Sánchez han sido los tres escandalosos bombazos -bien preparados y hábilmente enviados- para desequilibrar los cimientos del Estado, en un asalto frontal y en toda regla al Poder Judicial para erosionar el estado democrático y de paso, como quien no quiere la cosa, nuestra Constitución. El primero, es un generoso trato de favor a los golpistas catalanes. Con el cese fulminante del coronel Pérez de los Cobos abre la puerta, de par en par, para eximir de la pena de prisión al mayor Trapero (el de la asonada independentista). El segundo, atacar la ‘santabárbara’ de la Corona en la persona del Rey emérito y los opacos tejemanejes del AVE a la Meca. Y finalmente, el intento de archivar el 8-M, con los 50.000 muertos, los 40.000 sanitarios contagiados por la pandemia y por la nula gestión de los recursos sanitarios necesarios para combatirla, los tres meses de ‘arresto’ domiciliario y el consiguiente hundimiento económico. Todo esto podría poner judicialmente, contra la espada y la pared, no solo a Fernando Simón, Salvador Illa, y a Pablo Iglesias, sino también al propio presidente.

Quién le iba a decir al gran historiador Heródoto que, en la Hispania del siglo XXI, aparecerían otros Efialtes -no de Tesalia sino de España- que iban a dejar en mantillas al protagonista del desfiladero de las Termópilas. Sus felonías, mentiras, ambiciones y megalomanías no iban a tener parangón con las de los principales traidores de la historia de la Humanidad: Bruto, Casio, Judas, el trío Ditalco, Audax y Minuro (los que traicionaron a Viriato y que como única recompensa del procónsul, Q. Servilio Cepión, recibieron la lapidaria frase de ‘¡Roma no paga a traidores!’), Luís Companys, Puigdemont, y Trapero, entre otros…

Y claro -como ya decíamos en ese artículo de Opinión titulado ‘España no es diferente’ (Murcia Plaza, 10/05/2020)- si osáramos, una vez más, bajar de la mano del poeta Virgilio, acompañando a Dante Alighieri al último foso del noveno círculo del Infierno, volveríamos a encontrarnos a Lucifer castigando duramente a todos estos personajillos y de manera especial y con más saña a los felones del Gobierno de España, en orden de jerarquía… y del último al primero.

Señor presidente, señor vicepresidente y señores ministros, no olviden nunca y ténganlo siempre muy presente: ‘¡Si Roma no paga… el Reino de España, tampoco, paga a traidores… y en las urnas nos veremos!

Pedro Manuel Hernández es Licenciado en Medicina y Cirugía, en Periodismo y ex Senador autonómico del PP por Murcia


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