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el eurocristiano tibio / OPINIÓN

La debilidad de los confederales

8/09/2024 - 

CARTAGENA. En el pasado Tibio expuse que, ya en 1976, muchos socialistas catalanes mantenían la idea de que Cataluña es una nación distinta de España. No obstante, estos socialistas confederales no querían la independencia, sino disfrutar de más derechos y mejores servicios que los demás españoles. El primer gran éxito de los confederales fue cargarse la Federación Catalana del PSOE para crear el PSC; el segundo, lograr que Zapatero ganase el pulso a Bono en el PSOE, a raíz de lo cual elaboraron el Estatuto de Autonomía anticonstitucional y derogaron el Plan Hidrológico Nacional. Todo lo que contribuyera a desagregar España les convenía. A pesar de todo, los socialistas federales tenían la suficiente fuerza para controlarlos. Un tercer y quizás definitivo éxito de los confederales fue quitarle el poder a Susana Díaz para dárselo a Sánchez. Desde muy pronto se vio que, a pesar de prometer lo contrario, pactaría con los separatistas vascos y con los separatistas catalanes. La historia es bien conocida: indultos, rebajas de la malversación y después amnistía. A esas alturas ya todos los socialistas, tanto federales como confederales, sabían que Sánchez era capaz de pactar lo que fuese para seguir en la presidencia. En ese marco se incardinó el acuerdo entre el PSC e IRC para hacer presidente a Illa. Algunos antecedentes son bien sabrosos. En 2014 Susana, que todavía era presidenta de Andalucía, visitó Cataluña para granjearse apoyos. Para su sorpresa, un militante del PSC le señaló públicamente que lo más parecido a un español de derechas era un español de izquierdas. En resumen, no la apoyaría por tratarse de una andaluza federalista. Además, la alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, Nuria Parlón, le espetó que ella defendía la autodeterminación de Cataluña y, por tanto, apoyaría a Sánchez. Ahora Nuria es la consejera de Interior de Illa. Ya sabemos lo que podemos esperar de ella. Como primer paso, ha puesto de Director General de Policía al mayor Trapero, que facilitó el referéndum de independencia de 2017. Ese mismo año se reunió Sánchez con Iceta en Barcelona para diseñar la política socialista respecto de Cataluña. Decidieron caminar hacia una España federal (en realidad, confederal) y, gran noticia, acordaron introducir el principio de ordinalidad en la financiación autonómica. Eso significaba que las transferencias por habitante que recibiesen las regiones tendrían que seguir el mismo orden que el de las recaudaciones de impuestos. En resumen, Madrid y Cataluña recibirían más que Murcia y Valencia porque contribuían más a la caja común. En vez de la celebrada progresividad fiscal, según la cual los impuestos sirven para transferir riqueza desde los ricos a los pobres, dos supuestos socialistas acababan de aprobar una medida claramente regresiva: los ricos obtendrían una tajada proporcional a lo que hubiesen aportado. La clave: eran más confederales que socialistas. El dato: esa ordinalidad aparece en el acuerdo de Illa. Y también incluye que la administración catalana recaudará y gestionará todos los impuestos. Consecuencias: miles de millones de euros menos para la caja común cada año y apropiación de la información fiscal de los catalanes, con el consiguiente incremento de la corrupción. La clave: Illa defiende un modelo plurinacional de España. El dato: quieren inducir a las demás regiones a hacer lo mismo. La diferencia: aplicar ese modelo a las regiones infrafinanciadas les supondría perder todavía más financiación. Todavía peor: el pacto catalán exige que las demás autonomías hagan el mismo esfuerzo fiscal que Cataluña. Eso, que no está ni siquiera en el concierto vasco, implicaría que el gobierno catalán determinaría el nivel de impuestos de las demás regiones y no les pagaría nada a las que los rebajasen.

A esas alturas ya todos los socialistas, tanto federales como confederales, sabían que Sánchez era capaz de pactar lo que fuese para seguir en la presidencia. En ese marco se incardinó el acuerdo entre el PSC e IRC para hacer presidente a Illa

Aunque lo disimulen, casi todos los dirigentes socialistas saben todo eso. Y unos pocos han alzado la voz. Entre ellos, la más coherente es Susana Díaz. Ha declarado que, como está con el PSOE de siempre, defiende la igualdad y opina que ninguna singularidad puede convertirse en un privilegio. Se opone al concierto catalán y también a la prevista modificación del IVA. Según Susana, eso implicará que los impuestos al agua que beban los andaluces se recaudarían en Cataluña si fuese servida por una empresa con domicilio fiscal en esa región.

Al igual que Susana, muchos socialistas federales están indignados con el concierto catalán. Ante eso, el gobierno español, copado por confederales, ha reaccionado con una campaña propagandística. Así, Ana Redondo dice que la clave del acuerdo catalán es la solidaridad (la solidaridad de los pobres con los ricos). Paxti López: a la gente le da lo mismo quien recaude (en la línea de a ti que más te da, cuando le preguntaron por el tito Berni). Marisú Montero:  no es un concierto, es una financiación singular (irrisión generalizada). Iceta:  en España hay 8 o 9 naciones (¡y nos representa en la UNESCO!). Espadas: hay que dejar de mirar a Cataluña para que cada líder se centre en su región (donde no quiere mirar ninguno es a España).

Como nada de eso está dando el deseado resultado, Sánchez ha decidido dar un paso adelante: Congreso Federal del PSOE en Sevilla a finales de noviembre. Objetivo: aprobar el modelo confederal plurinacional. Igual que González logró que su partido renunciase al marxismo, Sánchez aspira a lograr que abandone el modelo federal nacional y se pase al confederal plurinacional. Si eso se hiciese sin modificar la Constitución se trataría de un golpe de Estado. Conscientes de la importancia de la mutación política que significa Sánchez, los federalistas darán la batalla en noviembre. Probablemente perderán, pero se reservan una baza: bastaría que cinco diputados socialistas federales rechazasen en las Cortes las reformas legales necesarias para implantar el pacto catalán para que todo se fuese al carajo. Y en eso, con total discreción, están. Se rumorea que esta vez el diario El País, en vez de seguir apoyando sin resquicios a Sánchez, está sopesando qué línea adoptar. Eso ya es mucho. De momento, solo ha dicho que el concierto catalán es regresivo. Si en el futuro fuese más allá, los socialistas federales ganarían. Aunque sin mucha esperanza, atentos a sus editoriales.


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