MURCIA. El pasado 27 de marzo, cuando el papa se mostraba ante la gran plaza de San Pedro del Vaticano totalmente vacía para bendecir al mundo ante el sufrimiento por la expansión del coronavirus, más de un millón de fieles en España lo veían desde su televisor. Según datos de Kantar Media ofrecidos por GECA, la bendición Urbi et Orbi fue lo más visto de la TDT durante el mes de marzo. La audiencia -1.070.000 espectadores y un 6,9 % de cuota de pantalla- daba a Trece el mejor resultado de su historia. Con su apuesta por la programación religiosa, el canal de la Conferencia Episcopal Española lidera el ranking de las 25 emisiones más vistas de los canales temáticos.
Es solo una muestra de que la crisis que se está viviendo por la pandemia del coronavirus ha vuelto a reactivar el sentimiento religioso de muchos de los residentes en España. También se hace visible en las imágenes religiosas que pasan de balcón a balcón o en las saetas que se cantan desde las ventanas en Sevilla, donde el pasado 14 de marzo se canceló la Semana Santa. En otras localidades como Andújar, el himno dedicado a la Virgen de la Cabeza también se escuchó desde los balcones después de que una cadena de mensajes de WhatsApp consiguiera movilizar a sus habitantes. Incluso algunos personajes famosos muestran públicamente que se refugian en la religión en estos momentos. El pasado 20 de marzo, la cantante Rosalía colgó el padrenuestro en su cuenta de Twitter, y el tuit obtuvo 37.300 “me gusta”.
Otro tanto ocurre en la Región de Murcia. También se han colgado imágenes religiosas en los balcones y coincidiendo con la Semana Santa se ha cantado la Salve en las calles de Cartagena, se han tocado los tambores en Mula o circulan imágenes religiosas en las redes de WhatsApp.
“La importancia de la religión en estos casos de crisis es efectiva en términos psicológicos y sociales, más que efectiva para "parar el virus". Pero esa efectividad social y psicológica es tan necesaria como la médica”, afirma Elisenda Ardèvol, doctora en Antropología y profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya. La razón es que nos ayuda ante situaciones que no somos capaces de controlar. Como explica el doctor en Sociología Francesc Núñez, también profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, “la religión es, en buena medida, una serie de prácticas de dominación de la contingencia. Es un conjunto de maneras, de formas de hacer algo para controlar eso que no está en manos de nadie, que es precisamente lo que odiamos los modernos: el accidente, el azar”, señala añadiendo que eso es lo que ha hecho aflorar un sentimiento religioso que en realidad ya existía, aunque se mantuviera dormido. “Ahora que la humanidad entera está sometida a un fenómeno que ni los dioses modernos de la ciencia pueden controlar, recurrimos a eso que conocemos por formación o experiencia religiosa, pidiendo la intermediación. Y como la catástrofe es mucho más grande, es más grande también la reacción”, dice Núñez, miembro del grupo de investigación MEDUSA de la Universitat.
Aunque según el CIS en España ya residen más ateos, agnósticos o no creyentes que católicos practicantes (el 29,1% frente al 22,7%), los expertos creen que no puede hablarse de una sociedad secularizada. Tampoco en el resto del mundo. Según Natàlia Cantó-Milà, doctora en Sociología y profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, “la tesis de la secularización puede aplicarse solamente a unos cuantos países del centro y el norte de Europa. Globalmente no vivimos en un mundo secularizado. Por ejemplo, Estados Unidos es un país muy religioso. Si fuera una sociedad secularizada no tendría una moneda en la que está inscrita la frase "In God we trust"“, recuerda.
Sin embargo, eso no quiere decir que no confiemos en la ciencia. La dimensión religiosa convive con la esfera científica sin contradicciones, especialmente ante circunstancias excepcionales como las que vivimos actualmente. “Cuando sabes que no tienes los medios para superar algo, la diferenciación clásica entre logos y mito se disuelve un poco y te encomiendas a lo que en ese momento, por socialización o por tradición, te ha dado alguna vez confort o una sensación de estar arropado. Y eso no quiere decir que ya no te fíes de la ciencia”, explica Natàlia Cantó-Milà.
Precisamente el hecho de vivir en una sociedad tan tecnificada, dominada por los avances científicos, es lo que puede provocar que no mostremos tan abiertamente nuestra religiosidad salvo en circunstancias como las actuales, en las que se manifiesta claramente que la ciencia no tiene todas las respuestas. Y en opinión del filósofo Miquel Seguró, profesor colaborador de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, se debe a una mala comprensión del fenómeno religioso. “Hay un cierto complejo en relación con la experiencia religiosa, como si se reconociera una debilidad, aunque en mi opinión es todo lo contrario: independientemente de si la religión es o no verdadera, lo que expresa parte del fenómeno religioso es la verdad en relación con la vulnerabilidad, la finitud, la contingencia y la relatividad de la experiencia humana”.
Además de cifrar en un 22,7% el porcentaje de católicos practicantes entre la población residente en España, el barómetro del CIS calcula que hay un 44,7% de católicos no practicantes. Y es parte de este último colectivo el que parece haberse sumado ahora a las manifestaciones de religiosidad. “Hay una "cultura católica" profundamente afianzada en el Estado español, aunque día a día no la practiquemos. En un momento de crisis, podemos recurrir a prácticas religiosas casi olvidadas, como el hecho de rezar, como un acto de recuperar la confianza en la adversidad, por ejemplo”, explica Elisenda Ardèvol, miembro del grupo de investigación Mediaccions de la UOC.
Lo cierto es que el rezo es la práctica ritual a la que más se está acudiendo. Aunque no hay estudios respecto a España, en Estados Unidos una encuesta de la que se hacía eco hace solo unos días The Washington Post afirmaba que, en las últimas semanas, más de la mitad de los estadounidenses había rezado por el fin de la pandemia. Los expertos aducen una razón para ello, y es el efecto terapéutico que consigue este ritual. “Cuando tenemos un problema y estamos muy angustiados, se lo contamos a alguien de confianza o que creemos que puede ayudarnos. Quizás podría establecerse un paralelismo en ese sentido con el rezo, aun asumiendo que hablamos de entidades comunicativas diferentes. Pero ese proceso de comunicación y de descarga ya es en sí mismo terapéutico”, señala Miquel Seguró.
Comparte opinión con el sociólogo Francesc Núñez, que añade que los rituales ayudan a sentir que estamos haciendo algo ante esa situación que no podemos controlar. “Es una práctica, algo físico que además si haces en voz alta parece tener aún más poder, al igual que los mantras, y te predispone tanto mental como físicamente hacia una buena actitud. El valor del rezo es que tienes una cosa efectiva que hacer. Es hacer algo por los que están sufriendo, por tus familiares y por las personas a quien quieres en general. Como mínimo en lo personal tiene poder”, afirma.
Pero el hecho de que la religión pueda ayudar no significa que no podamos ser al mismo tiempo críticos con sus instituciones. A pesar de esta reactivación del sentimiento religioso, continúan las manifestaciones públicas en contra de la gestión de la crisis por parte de determinadas instituciones religiosas. Basándose en el análisis que está haciendo sobre los tuits recopilados hasta el momento, Natàlia Cantó-Milà explica que “como sociedad tenemos la capacidad de manifestar esa necesidad espiritual y a la vez decir que determinada institución religiosa no está gestionando los recursos terrenales a la altura de las circunstancias. Ambas cosas son compatibles”, señala la profesora de la UOC, que además es miembro del grupo de investigación PROTCIS de la UOC.