Y así, sin más

La alopecia areata contrataca, un fármaco milagroso y una okupa en mi casa

9/07/2023 - 

MURCIA. Hay momentos de la vida que parece que se vayan a quedar grabados para siempre. Como si nada fuese a avanzar. Es curioso, pero cada vez que me pasa es igual. Lo mismo me sucede con la decepción y las personas. Lo mejor es vivir sin perspectivas de nada, cualquier detalle que sea bien recibido. Yo ya no espero nada de nadie y aún así, a veces, me sorprendo.

Convivir con una enfermedad es complicadísimo. La de años que hace que no me hago una foto por detrás para no verme la calva. Mi dermatóloga está desesperada. Pobre. “Tienes alopecia, ¿no? Yo es que tengo alopecia universal desde hace dos años y era para saber como lo llevas ya que veo que lo llevas tan bien”, me preguntó un chico por Instagram cuando escribí sobre vivir con alopecia areta. La alopecia universal conlleva la caída del pelo de todo el cuerpo, un paso más allá de la areata. Y la verdad es que no hay consejo posible. Vivir con alopecia areata es que cada día sea una montaña rusa. Hay días en los que todo está bien, que nada importa, y otros en los que cruzarse con el espejo es un momento duro. Una mirada por la calle, un comentario o un rechazo de alguien te quiebra. La alopecia hace sufrir a los que la sufren. Diezma autoestimas y crea inseguridades. Pero yo creo que la belleza no está ahí. Damos más importancia al físico que a quien se queda dentro. Y eso sí que no tiene perdón. En esta sociedad solo deberían importarnos dos cosas: la bondad y la belleza.

No quiero ser profeta de nada. Mi constante búsqueda de la seguridad siento que ha engendrado una inseguridad constante. Y realmente convivo con la alopecia desde los quince años, merezco un descanso. “Hay una solución”, empezó a decir mi dermatóloga la otra vez con la parsimonia que la caracteriza hablando “un fármaco está empezando a regenerar el pelo. No es seguro que vaya a pasar, pero es lo que tenemos. Solo te la darán si tenemos una evaluación psiquiátrica o psicológica de la afectación de la alopecia en tu día a día”. Espera, espera, espera. ¿Qué si he aprendido a sobrellevar –que no aceptar– mi alopecia ya no tengo derecho a que me salga el pelo? ¿Quién firma los requisitos en este país? Un tratamiento carísimo, sí, pero ¿a cuánto venden la verdad los de arriba?

He decidido –tas mucho tiempo– ver la alopecia como una amiga. Mi “amiga”. ¿Qué remedio hay? Me parece más práctico hablarle como a una amiga que como una enemiga. Al fin y al cabo, vive en mi casa. Mi amiga y yo nos llevamos como un matrimonio mal avenido, pero indisoluble. Para nosotros, el amor más potente ya ha pasado, pero los malos ratos y las discusiones también. Ahora somos como esas parejas que llevan tantos años juntas, amigos inevitables. Yo no la quiero en mi vida, ella a mí sí. Es, como diría la única psicóloga de la que me fio a pies juntillas, “una relación tóxica”. Nuestra relación es larga y comenzó… ni idea. A los quince años me vi la primera calva en la nuca y desde entonces lucho contra ella, pero como cada relación natural, se va haciendo por momentos más íntima e intensa.  Así que convivo con ella. Supongo que nuestro romance será duradero, pero espero que no definitivo. Espero que esta vez se vaya para siempre. Estamos atados por su gran amor a mis células y, sobre todo, a mis folículos. Es una amante obsesiva.

Me conviene estar a buenas con ella, ya que compartimos casa y a malas acaba apropiándose de todo. Es como convivir con un okupa. La okupa de mi vida sería el título de película de sábado tarde. O conviviendo con la okupa. Como en todo y como podéis ver, existen muchísimas posibilidades y siempre corro el peligro de perderme. Como sé que hay mucha gente a la que mi amiga va ganando la partida, mejor seremos amigos mientras yo pueda verla, sentirla y entenderla. Igual se compadece de mí. Parece que hablo de ella como aquel matón de la escuela que se dedicaba a hacer la vida imposible a los demás, pero es que poca broma con mi amiga.

No se le notan sus malas formas, pero es escandalosa y todo el mundo la ve. ¡Es inevitable! Te parte el corazón en algunas ocasiones y te deja el cuerpo adolorido y la autoestima en algunas épocas en la basura. Te recibe de puntillas y poco a poco va trayendo todo a tu casa. El primer día es el cepillo de dientes, después una muda, un abrigo, el perfume del gimnasio… y cuando te das cuenta tienes la casa llena hasta que viene una discusión y se va –por un tiempo o, esperemos, de forma definitiva algún día–. Te deja como el o la amante cobarde e infiel que se va sin decir adiós.

A mí me ha pasado dos veces, pero siempre he vuelto a caer. Solo espero que esta vez sea la última –si es que decide irse de nuevo–. Las personas abandonadas por amores cobardes saben bien de lo que hablo.

Todo lo que cuento aquí es verdadero. Regalos de mi memoria. Todo lo que narro, como con cierta ligereza, como un cuento, son el aprendizaje de años. Lo hago para a veces no ahogarme en lágrimas, porque en ocasiones quieren ser ellas las protagonistas, pero no les puedo dejar. Estas aclaraciones las hago para que, cuando alguien entendido en el sector lea este artículo, no me devore la yugular. No es justo someter al juicio de otra persona a alguien que sufre por algo que tú jamás entenderás. Por mucho que el psique- (del griego alma o actividad mental) esté en el título que cuelga de tu consulta. Merezco un descanso de mi amiga, por mucho que llevarla en la chepa sea mi condición.

Y así, sin más, volví a creer en algo.

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